viernes, 17 de mayo de 2013

Plus haut que son cul



Decía La Brùyere que "la prevención del país, unida al orgullo de la nación, nos hace olvidar que la razón es cosa de todos los climas y que se piensa como es debido en todas las partes donde hay hombres". Bueno, también decía que si los méritos de Filemón eran sus vestidos, que le trajesen sus vestidos y se quedasen con Filemón, pero esto es otra historia. 

El orgullo de la nación. Curiosamente, hoy viene un artículo de opinión en El País que asegura que el orgullo de la nación sólo sirve para agravar todos los problemas. Hacía mucho que no estaba tan de acuerdo con lo que dice ese periódico y lamento que no se aplique más el cuento cuando trata de los conocidos como nacionalismos periféricos. Claro que si es verdad lo que dicen sobre su dependencia financiera de los Pujol de toda la vida, huelgan comentarios.

Bueno, que La Brùyere fuese francés no quiere decir que Monsieur Hollande haya aprendido la lección. Me baso para tal afirmación en haberle visto y escuchado hace un par de días cuando, desde una tribuna levantada a tal efecto, defendía con retórica de juego floral provinciano -perdón por el pleonasmo- lo que se ha dado en denominar "excepción cultural francesa". Pour le bonheur des gens, sostenía.
Por lo visto, Monsieur Hollande piensa que la gente es mucho más feliz cuando se le dan todos los medios para que se cueza en su propia salsa. Algo así como: nobleza baturra, obliga. Bien, en el caso francés es cuestión de pasarse miles de horas alrededor de una mesa hablando de los picores de la entrepierna. Eso les hace felices porque es su excepción cultural. 

En resumidas cuentas que lo que hay sobre el tapete es un tratado de libre comercio entre Europa y los EEUU y, eso, a M. Hollande no parece gustarle lo que se dice nada porque tal tratado llevaría implícita la reciprocidad a la hora de las subvenciones, por ejemplo las de la industria cinematográfica. En el fondo, el hombre es sincero, nos está diciendo que si con las cuantiosas subvenciones que recibe el cine francés se las ve y se las desea frente al americano, que sería de él sin subvenciones. Vamos que él no cree que con el ingenio de los suyos se pueda competir a pelo. Un verdarero ejercicio de humildad que como alguien dijo es escudo de la hipocresía como la modestia lo es de la incompetencia... aunque, bien es verdad que lo de la modestia tiene poco que ver con un pueblo que inventó la expresión: peter plus haut que son cul. 

En fin, que entre unas cosas y otras no tenemos tratado de libre comercio con los yankys, lo cual nos está fastidiando a los que teníamos muchas esperanzas puestas en ese cartucho para hacer subir la bolsa que, en definitiva es lo que solucionaría todos los problemas, a qué engañarse. 

2 comentarios:

  1. Sí, claro que en cualquier sitio se piensa. Pero fíjate tú que yo llevo tiempo pensando en por qué será que, mientras que en lengua inglesa, alemana o francesa uno tiene obras filosóficas de categoría, o de pensamiento en general, digamos, en español no. Un extraterrestre que quisiera conocer las obras fundamentales del pensamiento humano podría prescindir de nuestra lengua. No es masoquismo, sino la pura verdad. Luego, si vamos a las matemáticas, hasta el siglo veinte bien entrado, apaga y vámonos. Por supuesto que podemos argumentar que la literatura es una forma de pensamiento y tal: pero sobre el valor relativo de las obras literarias habría mucho que decir: si El libro de la Almohada lo hubiera escrito una señora de la corte de Isabel I (mutatis mutandis) hoy sería tan conocido como Chaucer, digamos. En fin, desvaríos...

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    1. Supongo que lo que dices para El libro de la Almohada puede servir para muchas otras obras, El Criticón, por ejemplo, o La Celestina. Pero yo creo que lo de pensar más que por la lengua debe de ser por alguna otra causa como por ejemplo el tener que apañarselas con un entorno más hostil. Dicen que Atenas pudo crecer y desarrollarse porque al haberse asentado en un entorno tan hostil todos la dejaban en paz. En la Inglaterra del XVII no debía de haber forma de separarse del fuego porque te congelabas. Y Descartes también andaba siempre con las estufas a vueltas. Mientras tanto, aquí, daili qui daili al panderu. Nuestro entorno lo que ha facilitado siempre es la organización de eventos. En eso no hay nadie que nos llegue a la altura del betún. Quizá los indios.

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