miércoles, 29 de mayo de 2013

Como Guillermo Brown



Me envía Pedro aviso para que eche un vistazo al documento que acaba de hacerse público y que lleva por título "ELEMENTOS PARA UN DIAGNÓSTICO DEL SISTEMA CULTURAL DE LA CIUDAD DE SANTANDER". Su autor es Javier Díaz, un profesor de la Facultad de Sociología al que casualmente conocí cuando aquellos maravillosos años. Últimamente me lo he cruzado en la calle alguna vez e, instintivamente, los dos miramos para otro lado, no por nada si no porque ambos, creo, tiramos a tímidos. 

De todas formas, el que quiera saber sobre Javier Díaz no tiene más que leer las páginas, de la cinco a la nueve, del mentado documento que curiosamente dedica a pormenorizar su currículo. Digo que curiosamente porque es la primera vez en mi vida que veo que un diagnóstico va precedido por el relato de los méritos, muchos en este caso, del diagnosticador. Quizá, ahora que caigo, a tal curiosidad le venga como de molde aquel refrán que tanto le gustaba a mi padre, "prevención a destiempo, malicia arguye", ya que, se da el caso de que uno de los caballos de batalla de Javier Díaz, curiosamente otra vez, sea la denuncia de la endogamia provinciana, cosa de la que él, debido a los muchos méritos exhibidos, quedaría automáticamente excluido a pesar de ser de la provincia y no haber salido de ella, creo. 

Bien, podría decir dos o tres cosas más de Javier que no vienen en el currículo, pero, mejor, vayamos al diagnóstico. De entrada les diré que es un ladrillo que contiene cinco o seis mil nombres propios que al parecer no tienen otra justificación que la de confirmar en que consiste la cultura provinciana. Es algo así como "Jazz entre amigos" de Claudio Cifuentes, "Cifu" para los amigos, en Radio Clásica, diarrea de nombres y ni una sola palabra de música. ¿Cómo pudo hacerse "Cifu" con ese programa sin saber una palabra de música? Se lo diré: sabiendo nombres. Esa es la magia de la cultura provinciana, que te colocas muy bien sin saber nada. Pero, bueno, nada que ver con el diagnóstico de marras. 

Por lo demás confieso que no pude tirar muy adelante con la lectura del informe. Al final a duras penas me quedé con otra cosa que la cuestión del tráfico que, por cierto, dada la importancia que tiene, creo que trata demasiado de pasada. El tráfico en la ciudad, como me dice con mucho acierto Pedro, es una medida. Una medida del civismo, la cultura o como le quieran llamar, de la gente que habita la ciudad. Que todo el centro de la ciudad sea mitad garaje, mitad autopista, la verdad, dice muy poco a su favor. Y no parece que eso vaya a cambiar mucho con las fastuosas obras en marcha. El personal de por aquí todavía no ha caído en la cuenta de que lo de "bienaventurados los pobres" es un puro camelo. Y que de pobres es tener la nevera llena, y follar mucho, y, sobre todo, ir a todas partes en coche. En fin, comprendo que al pueblo llano le cueste caer en la cuenta, pero eso las autoridades ya debieran saberlo. 

Por lo demás, a qué andarse con remilgos, lo que quieren las instituciones que encargaron el informe no es otra cosa que saber que es lo que se podría hacer para que vengan más turistas a la ciudad. No hay otra. Pues bien, para saber eso mejor echar mano de personas de mundo como yo que no de ilustres académicos. Así que se lo diré en cuatro palabras: ¿quieren turistas? Olvídense de la cultura que aquí no hay nada que rascar al respecto y dedíquense al sexo, las drogas y el rock-and-roll. Ustedes creen que con los burdeles de la calle San Pedro se puede llegar a algún lado. Y qué decir de la restauración. Salgan por ahí y vean, hombres de Dios. Aquí, cara, monótona y pétant plus haut que le cul. Y, luego, por no hablar de la sosería del personal, porque ¿es que hay en todo Santander algo parecido a una Carmen de Mairena para amenizar despedidas de soltero? Porque eso sí que es un filón, las despedidas d soltero. Y de soltera. Y, a mes a mes (se lo digo en catalán porque Barcelona es el modelo), el tiempecito que aquí tenemos. Hay que buscar soluciones indoors. Baños termales y cosas de esas con masajes incluidos. En fin, luego, para no desincentivar a la clientela hay que ser muy tolerante hacia ciertas prácticas de índole fisiológica a las que tienden las personas desinhibidas por el exceso de consumo. Si los turistas cagan y mean por las calles, pues se recoge y punto en boca. Otros lo hacen y no se les caen los anillos y bien que les va.

Total, que todo está inventado y sólo hace falta el coraje para ponerse a competir. Lo demás, palabrería provinciana. Y no se lo tomen a mal que yo sólo quería ayudar. Como Guillermo Brown.   

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