sábado, 31 de octubre de 2015

La prisa

 
Al comienzo de una película de Truffaut, de cuyo nombre no me acuerdo, se ve a su actor icono, Jean-Pierre Léaud saliendo del cuartel vestido de soldado y corriendo a toda mecha, calle tras calle, picado sobre una plaza que atraviesa por el medio sorteando los coches, más calles, se diría que es Buster Keaton huyendo del emjambre de mujeres casaderas, pero no. Por fin llega a un portal, sube dos pisos, llama y le abre una madame que le ofrece un ramillete flores para que escoja. Me da igual, esa. Pasan a una habitación y tan pronto se ha cerrado la puerta se arroja sobre ella. Espera que me desvista. No hace falta, sólo lo de abajo. Bueno, por una vez alguien, Truffaut en este caso, ha encontrado un fundamento plausible a la prisa.

Porque no es fácil. Si ustedes se fijan en los tres pilares de la civilización universal, Sócrates, Buda y Confucio, descubrirán que en nada están tan de acuerdo como en que siempre llega antes la tortuga que la liebre. Es decir, llega antes a donde merece la pena llegar. A donde no merece la pena, e incluso un poco más allá, por supuesto se llega antes cuanto más rápido vas.

Es lo que le debió pasar al desventurado Juan Ángel que iba de Palencia a Astudillo en su moto pinturera y los hados dispusieron que no pasase de aquella recta con visibilidad ad infinitun. Luego sus allegados creyeron conveniente lanzar dardos al cielo para vengarle. ¿Dioses injustos? ¡Que ingenuidad! O estulticia acaso. Siempre lo dijo mi madre: Dios castiga y no da voces. Y esta vez le tocó a Juan Ángel. A dónde, o para qué, iba a toda mecha. ¿Acaso iba a salvar una vida? O, en su defecto, ¿iba a intentar crear otra? En ambos casos hubiese tenido un atenuante, pero me temo que sólo iba a tomar copas. O venía de tomarlas. Conjeturas sólo en cualquier caso. Pero existen las probabilidades. Y en este caso, por una carretera tan llana, tan lisa, tan recta... ¿qué habríamos de pensar?

Lo dicho, pocas excusas tiene la prisa, pero menos que ninguna para ir de Palencia a Astudillo. Afortunadamente, cada vez hay más gente que lo comprende. 

miércoles, 28 de octubre de 2015

Pel davan i pel darrera

Enric Juliana es el hombre fuerte de La Vanguardia en Madrid. Es un buen periodista en el sentido marxista del término: estos son mis principios, pero, si las circunstancias se ponen feas, aquí tengo otros. Después de haberse pasado años atizando jesuíticamente el independentismo, ahora, a la vista de los acontecimientos, se echa las manos a la cabeza y es capaz de escribir un artículo entero sin mentar ni a Madrid ni al PP. Como si fuese el milagro de la transfiguración. Nada nuevo, desde luego, si tenemos en cuenta que son cosas de la provincia. Las ínfulas de la provincia siempre terminan en el ridículo, es lo que ahora nos viene a contar Enric.

Yo, a todo el que quiera tener una idea fundamentada de lo que es Cataluña le recomiendo leer una novela la mar de entretenida: "Vida privada" de Josep María Sagarra. Aparte de ser un documento histórico de valor inestimable -todo lo relacionado con el golpe de Estado de Primo de Rivera-, es sobre todo un análisis psicopatológico de la sociedad catalana. Todo el argumento pivota sobre un hecho esencial: el exitoso empresario catalanista no consigue tener una erección para penetrar a su mujer si un aristócrata españolista no le está dando a la vez por el trasero. En eso consiste todo. Es la metáfora que todo lo explica. Pel davant i pel darrera. Insaciable el señorito

Ahora, sin embargo, el señorito no va a tener quién le dé pel darrera. Ahora, todo va a ser pel davant. Se acabaron las historias de generalotes que venían a curarte la impotencia. Así que ya sabes, viagra en la soledad de la alcoba procurando no atragantarse. En eso va a quedar todo. Una triste historia, desde luego. Como todas las de provincias.    

martes, 27 de octubre de 2015

Florette

Buena la hemos hecho. Resulta que ya ni un bocadillo de chorizo de Salamanca vamos a poder comer. Esto tiene que ser cosa de los de Florette. ¡Hala, todos a comer yerba! A pacer como las vacas. 

En una época en la estuve alojado en la Pensión Leonesa de Valladolid, en la calle Correos, una trasera de la Plaza Mayor por su lado de poniente, solía compartir mesa con gente de lo más variopinta, desde músicos de cabaret a representantes catalanes de cuellos de camisa y puntillas de organdil, pasando por vendedores ambulantes de miel de la Alcarria y chorizos de Salamanca. El choricero se presentaba un buen día y colgaba su mercancía en unos palos que a tal efecto había en los bajos de la pensión. Luego, cada día cargaba una porción a sus espaldas y se echaba a las calles a poner a prueba su laringe: ¡choriiiizo de Salamanca! En menos de una semana lo liquidaba todo. La pensión la pagaba con mercancía así que allí nunca faltaban chorizos para una emergencia de las que, por supuesto, había noche sí y otra también. Como nos solíamos recoger bien avanzada la madrugada, muertos de hambre y fatiga de tanto hacer por ahí el tarambaina, era frecuente que coincidiésemos en la puerta, a la espera del sereno, con los músicos y coristas de Alaska, el cabaret de la Plaza Cantarranas. Lo suyo entonces era que el hambre venciese a la fatiga y alguien propusiese, generalmente las coristas, despertar a Silvano para que nos sacase una botella de vino y un chorizo de aquellos que guardaba en su cámara de los tesoros. Silvano y su querida Olvidito nunca nos fallaban. Chorizo, vino y un pan candeal de los de antes de la revolución verde. Y nos metíamos todos, sereno incluido, en cualquier habitación a dar cuenta del refrigerio mientras se contaban historias. ¡Dios, cómo disfrutábamos aquel chorizo! Me parece que fue ayer de lo bien que lo recuerdo. 

El caso es que después, cosas de la vida, las circunstancias me llevaron a ejercer de censor gastronómico en pleno corazón de la industria chacinera. Pasaba a la sazón una consulta de corazón y pulmón en un ambulatorio de Salamanca. Mis clientes venían todos de los pueblos del lado de la raya con Portugal. Cuidad Rodrigo y alrededores. Farinatos, por tanto, los más. Las obesidades con su rastro de secuelas eran moneda corriente. Arritmias, ondas t planas o invertidas, ortopnea, nicturia, en fin, todas esos síntomas relacionados entre otras cosas con el consumo desaforado de chacina. ¡Pues algo hay que comer!, casi me gritaban indignados cuando yo les conminaba a bajar el pistón chacinero. Y entonces yo les solía hacer el chiste del pollo que ninguno entendía. Les recomendaba comer menos chacina y más pollo e invariablemente se defendían de la agresión argumentando que los pollos de hoy no saben a nada. Entonces es cuando yo les preguntaba: ¿y cuando los pollos sabían a algo usted los podía comer? Nadie me contestaba, por supuesto. Ya te digo, cuando los pollos sabían a pollo sólo se comían el día de la fiesta del pueblo y por Navidad y, eso, sólo en casa de los ricos. Y en la del médico del pueblo todos los domingos porque se los regalaban. 

Total que, la chacina cancerígena, los pollos no saben a nada, las vacas con sus pedos están acabando con la capa de ozono, los peces tienen una concentración en metales pesados totalmente nefrotóxica... lo tenemos chungo, la verdad, para la cosa de los aminoácidos esenciales. Y sin ellos, mucho me temo, todos lelos. O veganos, que tanto da. ¿O es que no han conocido ustedes a alguno de esos? Suspirando siempre por la vuelta al "estado de naturaleza". Ya verán, acabaremos todos con el rabo al aire y olfateando ojetes. Pero eso sí, no nos moriremos nunca. 

lunes, 26 de octubre de 2015

Cada loco con su tema


María anduvo el fin de semana paseando por el Canal, sacó estas fotos y me las whatsappeo. Así que, tan pronto me he levantado, me ha faltado tiempo para coger, agarrar la bicicleta, llevarla a SEUR y enviarla para allá. Si Dios quiere el jueves ya andaré por allí dando la vara. No lo puedo evitar, Castilla en general y la Tierra de Campos en concreto, es mi particular relación con eso que llaman síndrome de Stendal, o sea, una especie de postración melancólica causada por la percepción de la belleza. Un enganche.

Percepción de la belleza, placer estético que también le dicen. Algo que te limpia las perturbaciones del espíritu y hace que te sumerjas en un orden perfecto e intemporal. Dicho en plan místico sería algo así como la conciencia de la existencia de Dios. Como cuando te colocas con una de esas yerbas maravillosas y le tratas de tu a tu.   

En definitiva, me gusta Madrid, flipo por la Gran Vía, por las terrazas de Malasaña, por los pasillos del Prado, por los bosques del Retiro, pero,¡ay!, nada que ver con las calles salmantinas, las plazas porticadas castellanas, los horizontes lejanos tras las suaves curvas del paisaje... por allí me siento plenamente capacitado para comprender el sentido de la vida: estar a bien con uno mismo. No tiene otro.

En fin, cada loco con su tema.

viernes, 23 de octubre de 2015

Barrer para casa

Barrer para casa es una expresión de difícil entender. En principio, cuando se barre es para deshacerse de la porquería. Si lo haces para casa, la estás metiendo dentro. Sin embargo, la interpretación popular, creo, es de aprovechamiento personal en detrimento de los demás. Algo parecido a eso de que el que parte y bien reparte se lleva la mejor parte.

Pensaba en esto porque hoy he visto dos noticias que me lo han sugerido. La primera es a propósito del premio Princesa de Asturias que han dado a un conocido filósofo y que el tal ha aprovechado para acercar descaradamente el ascua a su sardina. La segunda es sobre las declaraciones que han hecho unos exitosos taberneros del centro de Madrid en relación con las intenciones del Ayuntamiento de la ciudad de cerrar al tráfico el distrito Centro. 

Pues bien, el conocido filósofo, así, sin matices, que es lo que se supone es lo suyo, se ha despachado contra la nueva ley de enseñanza que parece ser no presta según él la debida atención a la filosofía. Si se obvia la filosofía se acaba el mundo o cosa parecida ha venido a asegurar. Y haciéndole coro, en Cataluña, claro, una asociación de profesores de filosofía mostraban su indignación. Por lo que se desprende de tales actitudes, aparte de lo de asegurarse un sueldo fácil, es que lo que estos señores están haciendo es arrogarse la exclusiva en la facultad de enseñar a pensar. ¡Ahí es nada! Recuerdo que hace unos años un escritor noruego escribió un libro titulado El mundo de Sofía que tuvo un éxito remarcable que diría un anglófono. Era una especie de historia de la filosofía novelada, con adolescente, su profesor de la cosa y noche de San Juan por medio. Lo leí y como tengo unas tragaderas de aquí te espero hasta me gusto. No recuerdo si llegué a regalárselo a mis hijas, adolescentes a la sazón. Pero luego, con el tiempo, pensándolo un poco, llegué a la conclusión de que era la típica basura que metes para casa. Nombres y más nombres asociados a ideas de difícil distinción unas de otras para un profano. Y no te digo nada si el profano, además, es adolescente. Erudición para pedantes en definitiva. Quizá por eso tuvo tanta repercusión en Francia en donde a la generación de jóvenes que leyeron ese libro la calificaron de "generación Sofía". Pues sí, señores, si me apuran les diré que no hay cosa que me parezca más pretenciosa que el que alguien se arrogue el derecho en exclusiva de enseñar a pensar. Y más enseñar a pensar a esas personas en edad tierna que, como sabe todo el mundo que ha pasado por ello y ha evolucionado lo suficiente como para recordar sin ira, sólo se puede pensar en una cosa que es la cosa. En fin, comprendo que los que viven de algo quieran que al menos se mantenga el status quo, pero qué le vamos a hacer si la primera ley de la naturaleza es que todo evoluciona para sobrevivir. ¡Pena de Darwin! Con la lengua, matemáticas y, sobre todo, con la suerte de unos padres y entorno sensato, también se aprende a pensar... y se evitan de paso adoctrinamientos que, anda que no he conocido yo a cada profre de filosofía que... 

Sobre los mentados taberneros del centro de Madrid, pues qué quieren que les diga. Siempre me ha parecido dérisoir dar palabra a los iletrados en las cuestiones complejas. Y me parece a mí que se debiera empezar por dar a las raciones y cazuelitas la importancia que realmente tienen. O sea, ninguna. Se puede vivir perfectamente, e incluso mejor, sin ellas. Que cerrasen las tres cuartas partes de los bares del centro de Madrid se me antoja que sería una bendición del cielo. Con el tercio restante y sin tráfico... doble bendición.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Es que me afecta

Se supone que al parque vas a pasear bajo los árboles, a escuchar el canto de los pájaros y la música del viento que acaricia las hojas. Pues no, la realidad es que quieras o no quieras estás condenado a sufrir el tormento del dixie que tocan las bandas de los hombres del río. No has perdido todavía la percepción de una cuando ya estás escuchando la que hay cien pasos más allá.  Y si ya no puedes más y te largas del parque para ir a sentarte en una terraza de cualquier boulevard, date por jodido porque no pasarán ni cinco minutos antes de se acerque otro hombre del río a machacarte con su acordeón o saxo lo que estés conversando con cualquiera. Es una verdadera plaga. 

Cuando me veo sometido a tales tormentos, siempre recuerdo a Manolo Berrocal, el músico más completo de todos los que he tenido la dicha de tratar. Si a alguien se le ocurría poner música en donde él estaba no tardaba ni dos minutos en rogar que apagasen el aparato en cuestión. Es que me afecta, decía. Y no es que fuese un hombre especialmente sensible, pero sí era una persona notablemente inteligente. Y por eso tenía una concepción bastante exacta de lo que supone el hecho musical. Algo absolutamente personal, íntimamente ligado a los estados de ánimo. Nada nuevo por otra parte, que ya pudimos ver en la Catedral de León, cuando lo de Las Edades del Hombre, un códice renacentista en el que se explicaban estas cosas. Si quieres desfilar no pongas a Ray Conniff porque el cuerpo te pedirá de inmediato tumbarte en el primer prado que se te ofrezca a la vista. Es por las terceras menores que impulsan la sentimentalidad de cariz melancólico. 

Sea como sea, lo de los hombres del río es un fenómeno curioso que, en cierto sentido, a nosotros los españoles no tiene por qué cogernos desprevenidos. Aquí tenemos algo parecido de lo que debemos alegrarnos porque, aparte su impresionante talla cultural, es una importante fuente de divisas para la nación. Pero ésta es una historia, la del flamenco, que dejo para otra ocasión. Ahora estoy con lo de los hombres del río. Gente de etnia gitana que vive en el delta del Danubio dedicada ya sea al negocio chamarilero ya sea a la música. ¿Les suena, no? El caso es que lo de la música lo tienen muy jerarquizado. Sin acudir a los conservatorios, por supuesto, van aprendiendo de los mayores y pasando las sucesivas pruebas hasta ser autorizados por el patriarca de turno a formar parte de una banda o tocar por su cuenta. Lo que por nada del mundo permiten es que un bandarra con escasas facultades se vaya por ahí a desprestigiar al conjunto. Tienen pundonor de casta y desde luego que se lo trabajan. Son magníficos músicos por lo general aunque, por lo que sea, carecen de personalidad propia y se dedican a imitar a las bandas de dixie americanas que, por cierto, también surgieron en un delta de río, en este caso el Mississippi. Aunque, también, hay que reconocer que a veces se les nota su proximidad a la música magiar, pero eso se ve que no les reporta beneficios y acaban siempre en plan New Orleans que es lo que mola al personal. 

Y en esas estamos. Esa gente es tan ciudadana europea como usted y como yo y por eso van a donde les da la gana. Y como poseen la sabiduría del ciego del lazarillo del Tormes, prefieren los lugares donde hay dinero aunque la gente sea agarrada, que donde la gente es generosa pero no hay un chavo. Y no te digo ya si es como aquí que se junta riqueza y generosidad. Porque, los hombres del río son músicos, sí, pero sin la categoría, o personalidad, necesaria para dejar de ser mendigos. Y ahí es donde se ve la inmensa grieta que les separa de nuestros flamencos. 

En fin, que si no es por unas cosas es por otras, pero el paraíso siempre se nos escapa por entre las junturas de los dedos como cuando en la playa cogemos un puñado de arena. 

martes, 20 de octubre de 2015

¡Asco de circunstancias!

Acabo de leer que Patrimonio Nacional ha puesto en subasta un par de ferraris procedentes de los regalos que los jeques árabes le hacían al Rey Juan Carlos. Bueno, todos los estadistas se intercambian regalos cuyo valor siempre es más simbólico que real. Por ejemplo, el ministro español de Exteriores le acaba de regalar a su homónimo estadounidense una guitarra clásica salida de un taller de Madrid. Es seguro que el ministro americano, que es guitarrista aficionado, aprecia lo que vale un peine y de paso un montón de americanos se enteran de que aquí se hacen unas guitarras macanudas. Una forma de hacer política digamos que civilizada. Sin embargo lo de los ferraris, ¿qué quieren que les diga?

Tenía yo, 
cuando vivía en Cataluña, un conocido musulmán con el que solía conversar en la medida de lo posible que, por cierto, era bien poco. Era un marroquí con muy buena facha que vivía de chulear a la hija de unos granadinos que tenían su segunda vivienda en el municipio en el que por aquel entonces tenía aposentados mis reales. Me decía el chaval que con una sola noche que dejaran abierta la frontera de su país con España sería suficiente para que no quedase un solo marroquí en Marruecos. Tal era el desprecio que el desgraciado sentía hacia su país de origen. ¡Dios nos libre de otro Conde Don Julián!, pensaba yo. Pero, ¡ay!, no le insinuases que la miseria que les expulsaba hacia el norte quizá tuviese que ver con ciertos preceptos islámicos que impiden el desarrollo social. Entonces, el tipo se soliviantaba y contaba anécdotas que para él dejaban clara la superioridad moral de su correligionarios. Por ejemplo, la generosidad de aquel jeque árabe que cuando abandonaba el hotel de Marbella en el que había veraneado dejaba una propina de un millón de pesetas. En definitiva, el mito del ladrón generoso que es, sin duda, la piedra angular de toda la cultura musulmana. Alibabá y todas aquellas historias de palacios y huríes con las que se distrae el hambre de los miserables.

Yo no he estado en Tierra Santa ni creo que lo vaya a estar nunca, ¡Dios me lo conceda!, pero eso no quita para que procure estar informado de lo que por aquellos lares se ha cocido y se cuece. Vayan ustedes allí y busquen una ciudad moderna como pocas en el mundo y la encontrarán en Tel-Aviv. Por contra, busquen un barrio de Las Mil y Una Noches y tendrán que traspasar el muro para llegar a Ramala. En Ramala viven los mandamases palestinos que, para ser respetados por sus súbditos, se ven forzados a quedarse con todas las ayudas que recibe su querido pueblo, que son por cierto monumentales, y construir con ellas esos descabellados palacios por los que se supone corretean semidesnudas las huríes.

Es así como lo quiere Alá y Alá te libre de ponerlo en cuestión. Pero la procesión va por dentro y hay que canalizarla por donde más fácil sea para que no se lo lleve todo por delante. Y para fácil nada como echar la culpa de tu malestar al vecino que te supera con su esfuerzo. Cualquiera que se haya parado un poco a observar el mundo sabe que no hay constante que se repita con mayor tozudez. Lo que es en principio envidia al que te supera pasa por constatación de impotencia para imitarle a resentimiento. Resentimiento que solo necesita para convertirse en odio asesino el ser sazonado con 
unas cuantas gotas de demagogia propaladas desde cualquier púlpito.  

Supongo que se habrán fijado que he dicho "supera con el esfuerzo", porque ahí es donde reside todo el quid de la cuestión. Si alguien te superara gracias a su jeta o cara dura la envidia inicial en vez de a resentimiento derivaría hacia admiración. Y es fácil entenderlo, porque cualquiera se siente capacitado para ser un sinvergüenza pero muy pocos para esforzarse. Es por lo mismo que todo el mundo admira a toreros y futbolistas y prácticamente nadie a los premios nobel de física. Son las cosas del ser humano que le resulta infinitamente más fácil y divertido ponerse a acuchillar judíos por las calles que sentarse en una mesa y dedicarse a resolver ecuaciones. Y no creo que eso vaya a cambiar nunca porque la naturaleza no solo es diversa sino también injusta. Y cada uno es uno y sus circunstancias. Y a algunos les toca en suerte algunas que son un verdadero asco. 

En fin, uno trata de explicarse el porqué de las cosas que pasan y sólo se le ocurren tonterías. 

lunes, 19 de octubre de 2015

Bipartidismo

Siempre que leo alguna noticia referente a los socialistas no puedo pensar en otra cosa que ¡Dios mío, qué habremos hecho para merecer esto! Se les nota a la legua que dan mucha más importancia a ser majo y bien parecido que a tener estudios y, así, luego, pasa lo que pasa y dicen lo que dicen. Fíjense lo que piensan hacer si ganan las elecciones. 

1º.- Van a extender la educación obligatoria hasta los 18 años. 
2º.- Van a hacer reformas radicales en el sistema fiscal.
3º.- Van a quitar poder y bienes a la Iglesia. 

O sea, van a agilizar el reparto de mariguana en las aulas. Porque hay una cosa que sabe hasta el más tonto de la clase, que los que no están en las aulas a los 18 años es porque se les da mejor el camelleo y coger olas que calcular derivadas. 

O sea, van a quitar dinero a los ricos para dárselo a los pobres, lo cual, en definitiva, es aplicar por la vía expeditiva la doctrina social de la Iglesia. 

Osea, van a levantar el velo a las novicias para hacerlas madres y así regenerar la especie.

Esta gente está más acabada que yo. Pero la historia no se para por eso. Simplemente se adapta a la realidad. Es decir, se hace americana. Y en vez de derechas e izquierdas tendremos republicanos y demócratas. Que quiere decir, más o menos, conservadores y liberales. Perfectamente representados aquí por el Partido Popular y Ciudadanos. Ese será el nuevo bipartidismo o, de lo contrario, mejor va a ser no verlo. En fin.

viernes, 16 de octubre de 2015

Baloney

Baloney quiere decir chorradas o chuminadas, como más les guste. Así es como Feynman denominaba a todas esas cosas que se escriben y dicen sobre los temas que siempre serán controvertidos porque no hay forma de encuadrarlos en un sistema de ecuaciones matemáticas. Desde niño quiso razonar con elementos medibles que sólo pudiesen dar una respuesta: la exacta. O sea, comprender las leyes por las que se rige la naturaleza. Ir a lo esencial.

Lo esencial, el átomo. Un átomo, como supongo que saben, groso modo está formado por un núcleo compuesto de protones y neutrones que está rodeado de una corona de electrones. Como si fuese un sol y sus planetas. El caso es que esa combinación de protones y neutrones mantienen su estabilidad gracias a su inestabilidad. Siempre hay un protón que se está convirtiendo en neutrón y viceversa. Por ejemplo, un neutrón pierde un electrón y se convierte en protón. Y entonces lo que era carbono se convierte en nitrógeno. El caso es que los físicos se pusieron a pesar las cosas después de un cambio de esos y no les salían las cuentas. Tenía que haber algo que acompañaba al electrón en su fuga para que todo cuadrase. Y se inventaron el neutrino. Y no sé, de vez en cuando nos dicen que han conseguido encontrar uno, pero no sé cómo andará la cosa de verdad, aunque por el medio han construido todo eso del CERN  y yo qué sé cuantas cosas más para tratar de cazarlo. Es quizá la historia más apasionante de la humanidad, pero, ya ven, pasa casi desapercibida.

Pasa desapercibida porque su comprensión exige esfuerzo. Las cosas son como son y aunque no haya forma de medirlo si que se puede intuir que no hay verdad que más rehuya el común de los mortales que aquella que vi un día escrita en la fachada de un bar del Camino: NO PAIN/ NO GLORY. 



Y así son las cosas y nadie va a poder cambiarlas. El común de los mortales siempre ha querido, quiere y querrá gloria a cambio de juerga. La cuadratura del círculo. La independencia sin armas por usar una metáfora muy de moda.  

jueves, 15 de octubre de 2015

El despiporre

                                        Julio Romero de Torres

Un miércoles de mediados de octubre a las ocho y media de la tarde y el centro de Madrid está a rebosar de turistas. Por el barrio de Las Letras da la impresión de que es imposible encontrar mesa para cenar en cualquiera de entre sus miles de restaurantes. Las terrazas de las plazas también están llenas a pesar de que a esas horas ya hace frío. Pero da igual, tienen calefacción. Es el despiporre. Porque, además, todo es tentador. Limpio, ordenado, de indiscutible buen gusto por lo general. Incluso han camuflado bajo un cartel promocional el cuadro de cerámica que adorna la fachada de España Cañi. Pintaba un poco guarro, la verdad. Como de animalismo o así. Me digo que de seguir así esto va a morir de éxito.

Desde luego que es un fenómeno curioso. Por todas partes se oye el tintinear de las monedas que sin duda es el sonido que más apacigua a los espíritus. Y por eso debe ser que en medio de la barahunda no se aprecie ni un mal gesto. La impresión de seguridad es total aunque uno, eso sí, sospeche la presencia de los habituales pickpockets

Hace días leía en no recuerdo qué periódico el siguiente titular: El turismo es más letal para el medio ambiente que las catástrofes naturales. Bueno, me dije, es una forma de ver las cosas. Otra es pensar lo que pudiera pasar si los millones de personas a las que el turismo ocupa se las viesen mal para sobrevivir. A lo mejor, entonces, podría ser el estropicio de la guerra. 

Ahora que para despiporre lo del Ayuntamiento de Sevilla. Según leo va a comprar 7000 dosis de lubricante vaginal y anal para distribuirlas entre los estudiantes de los institutos. El objetivo declarado es que con ello se pretende mejorar la salud afectivo sexual de los sevillanos. Bueno, me he quedado un tanto confuso porque si los estudiantes necesitan lubricantes para fornicar quiere decir que algo grave de lo que no teníamos noticia está pasando en esa ciudad. La salud afectivo sexual, claro. Uno nunca acaba de aprender cosas cuando gobiernan los socialistas. 

lunes, 12 de octubre de 2015

Ser español

Ayer leí en un periódico lo que una cuantas personas, más o menos famosas, opinaban sobre lo que significaba para ellos ser español. Desde luego que ninguno dijo cosa parecida a aquello de José Antonio de que era la cosa más importante que se podía ser en el mundo. Claro, eso suena ridículo, pero a lo mejor en su contesto no lo era tanto. Como si hoy día muchos vascos o catalanes no pensasen cosa parecida sobre su inmenso privilegio por haber venido al mundo en sus respectivas patrias chicas. Son sin duda opiniones coyunturales emitidas desde la necesidad de apuntalar algo que se siente frágil o, simplemente, que va a menos. Cuando uno se siente razonablemente seguro supongo que lo normal es tomar distancia para ver las cosas con perspectiva, es decir con sus pros y contras que, por cierto, nunca dejarán de variar en función del estado de ánimo de cada momento. 

Sea como sea, la mayoría de los entrevistados dijeron cosas que parecían razonables, un pelín pedantes a veces, como forzando la originalidad de su pensamiento, pero en fin, ya digo, evitando siempre la boutade, claro que en ningún caso pregutaron al Gran Wyoming y frikis por el estilo. La cosa tenía vocación de ser seria. Y así, de tal tenor, voy a intentar que sea mi personal opinión al respecto.

Para mí ser español es fundamentalmente un chollo que me ha caído en suerte. No hay nada más que mirar alrededor para darse cuenta de que es así. Podría haber sido algo mejor, bien sure, pero no mucho más. Así que es algo por lo que me siento muy contento y, sobre todo, agradecido a los dioses omnipotentes que quisieron concedérmelo. Lo que nunca podría, como les pasa a algunos, es sentirme orgulloso porque me haya tocado una lotería de la que ni siquiera tuve que molestarme en comprar el boleto. Pero, en fin, ya saben que hay gente para todo, sobre todo para las tonterías. 

Lo que pasa es que, también, por haber nacido español he podido leer en su lengua original, y así entenderle mejor, El Criticón de Gracián, lo cual no es cosa baladí. Para empezar me ha puesto en guardia contra los chollos que caen del cielo. Como bien dice Critilo, al que más favorece para mayores trabajos le guarda. No, desde luego, no es fácil ser español, como tampoco lo debe ser nacer alto y guapo o cualquiera de las otras bicocas que generan desmesuradas expectativas sin tener en cuenta la exigencia que conllevan. Así, si naces aquí y te tumbas a la bartola es mucho peor que si hicieses lo mismo en Somalia porque, allí, por mucho que curres, poco te vas a diferenciar de los demás, mientras que aquí, si no curras de lo lindo te quedas colgado a kilómetros de distancia de la mayoría y ya sólo puedes recurrir al alivio del resentimiento: primero te haces socialista y si la dosis no basta pues las pastillas Podemos. 

Por tanto, eternamente agradecido por haber nacido en España. Y más todavía por haberlo hecho en un medio que desde los primeros pasos me obligó a pagar el precio de lo recibido. Ya saben, si te enseñan a pagar desde pequeño lo tomas como la cosa más natural del mundo y, en lo sucesivo, no te cuesta nada.

domingo, 11 de octubre de 2015

La gloria

Muchas veces les he traído a colación aquí uno de los asuntos que más controversia, y guerras, ha suscitado a lo largo de la historia de la humanidad, el de la transustanciación del padre en el hijo. Los coreanos del norte o los sirios de Al-Asad, por poner dos ejemplos muy actuales, no parecen tener la menor duda al respecto: si retuerces la nariz al hijo al que más le duele es al padre, luego Dios existe y se transustancia en Cristo. 

Es el tema de la herencia, lo que es del padre le corresponde por derecho al hijo, incluso las culpas. Los judíos, según leí en no sé donde, cargan con los errores que cometieron sus antepasados. Esa es su concepción del infierno, si haces algo mal vives sabiendo que tu descendencia estará por ello estigmatizada socialmente hasta que pasen siete generaciones. Un infierno seguramente más efectivo que el que nos gastamos los católicos. Pero, bueno, judíos o no, que casi seguro que sí, también tenemos esos multimillonarios americanos que deciden que a sus hijos no les corresponde heredar su fortuna. Les dejan una buena educación, unas relaciones privilegiadas y, es de suponer, unos genes de categoría superior. Así, piensan esos progenitores, se las pueden apañar divinamente y, si no, allá ellos. En cualquier caso no les habremos privado de la oportunidad de ser algo por si mismos, la mayor fuente sin duda de autoestima de la que dispone el ser humano. 

Los genes de categoría superior y su hipotétitica transmisión a la descendencia. ¡Casi na! Los franceses suelen llamar cadavres exquis a los hijos de artistas famosos. Chavales condenados a ser sombra de sus padres. A no poder matarlos nunca en definitiva. Lo peor que le puede pasar a cualquiera. No es raro, por eso, que tantos acaben en adicciones fatales. Sí, la verdad es que es muy problemático valorar esa transmisión y más cuando vemos que de tantas personas anodinas surgen cabezas privilegiadas.

Y aquí es a donde quería llegar, al milagro del surgimiento de una cabeza privilegiada. Cabeza privilegiada que, por así decirlo, fructifica. Y le dan un Premio Nobel, o cosa parecida, por la cual se hace merecedor de un escrutinio minucioso de todos los pasos que le condujeron a tan altas instancias: a la gloria que sólo procura el mérito personal, es decir, que no viene por herencia. Y sin embargo, en ese escrutinio minucioso que hacen los biógrafos siempre jugará un papel esclarecedor el de dónde se viene desde varias generaciones atrás. Los pequeños detalles educativos de los abuelos a los padres y de los padres al genio. 

Y ese es el caso, que en esas biografías de los genios se suele insistir mucho en esos pequeños detalles, como si hubiesen tenido una importancia decisiva en lo por venir. Es como si en el voluntarismo educativo estuviese la madre del cordero. Bueno, hay que reconocer que, a toro pasado, es muy fácil encajar esas piezas en el puzzle y, así, realzar más si cabe la belleza literaria del relato. Pero, no sé, porque si me apuran diría que rara es la persona por delante de cuya puerta no pasaron trenes que ni siquiera vio. Y también apostaría porque raro es el buen alumno que no acaba por encontrar un buen profesor. 

Les traigo estas referencias a cuento de la biografía de Feynman que ando leyendo. Sus abuelos, sus padres, no parece que fueran gente vulgar. Algunos de sus profesores tampoco. Pero fueron los mismos de tantos otros alumnos que no llegaron a nada. Sólo Feynman se dio cuenta de su valía. Anyway, es un placer leer el relato de los sucesivos descubrimientos de un genio. Y es que, con un poco de esfuerzo, se puede compartir su gloria. La gloria de alcanzar a comprender el porqué de las cosas que están en el origen de todo lo que es. 

sábado, 10 de octubre de 2015

Familias

Ayer al atardecer me fui a dar una vuelta por el centro de Madrid. La impresión que recibí fue que una persona más y todo quedaría estancado. O mejor, petrificado. Física de fluidos, ya saben. Nunca vi cosa igual, ni siquiera cuando hay concentraciones organizadas por el poder. El rosario en familia y todo eso. Las tiendas, las terrazas, rebosaban de negocio. En el centro de la Puerta del Sol había una minúscula concentración de saharauis gritando que los guionistas son los terroristas. A saber. Pero lo que más me llamó la atención fue la cantidad de familias con hijos adolescentes que había por todas partes. Venga a hacerse fotos, por supuesto, por lo que deduje que eran venidos de afuera. Del resto de España, por el puente del Pilar. Mogollón hablaban catalán. O Valenciano, que no distingo. 

Yo con la familia nunca hice viajes salvo una vez de niño que me llevaron a ver la catedral de Burgos. Lo único que recuerdo es que el viaje se pospuso varias veces por la lluvia. Santander tenía que ser, faltaría más. Como otro a Covadonga que nunca se llevó a cabo. Eran otros tiempos, claro, y también otras familias. Se guardaban las distancias y también las responsabilidades. Si la hacías, la pagabas. Anyway, lo que creo recordar es que yo nunca me encontré completamente a gusto con la compañía de mis padres como me parece que lo están estos jóvenes de ahora. Siempre había un punto de tensión por algún temor más o menos fundado. Aunque, también es verdad que las apariencias engañan y ni Edipo muere nunca ni tampoco Electra, así que será mejor no aventurar opiniones. 

Lo que sí me parece evidente en cualquier caso es que la familia es un asunto puramente biológico. O sea, de perpetuación de la especie. Un hombre y una mujer se juntan para tener descendencia y luego permanecen unidos para poner a esa descendencia en disposición de volar por su cuenta. El resto, como dicen algunos, es cuestión de amor, aunque yo no estoy seguro de que tengan más razón que los que dicen que lo es de aguante. Demasiados papeles firmados en comandita. Lo que sea, en fin, que lo que cuenta sobre todo lo demás es que las crías vuelen y, así, nos puedan pagar las pensiones cuando seamos viejos. 

En el fondo a eso se reduce toda la política, a hacer crecer la conciencia de la responsabilidad respecto al vuelo de los hijos. Esa conciencia ligada, sin duda, al grado de desarrollo de una sociedad. Así, una sociedad de burgueses viejos no necesita para nada que el Estado se ocupe de la educación. Para eso se bastan los padres. Un padre viejoburgués sabe que su mayor liberación le viene dada por el vuelo de los hijos. Y por eso no le importa emplear esfuerzos de todo tipo en conseguirlo. Y por eso en los países con mucho viejoburgués proliferan los centros educativos de excelencia que es donde mejor enseñan a volar. Lo que cuesten es lo de menos que no hay dinero mejor empleado.

En fin, ya digo, cuestiones biológicas, entre las cuales nunca se puede descartar tampoco la desgana por perpetuarse con todas sus literarias consecuencias.     

viernes, 9 de octubre de 2015

Metáforas

Como dice Sostres, que el obispo homosexual, funcionario de la Inquisición por cierto, recién salido del armario en Roma tenga un novio catalán es toda una metáfora difícilmente superable. Y sí, la verdad es que esa coincidencia me ha dado para entretener el pensamiento un rato. Si "tenim de tot i a mas a mas tenim" por qué nos íbamos a privar de un obispo gay e independentista por demás. En fin.

Pero si nos metemos en metáforas, qué me dicen de la que representa el interés que suscita en todo el territorio nacional, incluidos los territorios históricos, la conocida como La Nietísima, Dña. Carmen Martínez-Bordiu. Personalmente no la he visto nunca, pero cuando estoy en Santander me suelo sentar a tomar el aire frente al mar en el Paseo García Lago que es, como todo el mundo por lo visto sabe, donde tiene un piso la susodicha. Pues bien, raro es el paseante con pinta foránea que al pasar por delante de dicho piso no le señale con el dedo y haga un comentario por lo general de cariz admirativo, y no por nada sino porque, entre otras cosas, el piso tiene muy buena pinta... aunque eso, francamente, no creo que sea lo principal. 

Lo principal es lo que esa señora representa en el imaginario colectivo del país. No sé, pero mi impresión es que ni siquiera los talibanes de la memoria histórica se atreven con ese símbolo de la evolución de las especies. ¡Madre mía, con lo que era su abuelo y cómo es ella! Para que luego digan que de tal palo tal astilla. La nieta del tirano sanguinario ha dado en convertirse en algo así como la novia de España. Simpática, atractiva, desacomplejada, inteligente, su procedencia más que rémora parece activo en su cuenta de resultados. Así, todo es anunciar que la van a entrevistar por televisión y las calles se quedan más desiertas que si hubiese un partido Madrid-Barça, por no hablar, claro está, de la cola mediática y tertuliera que tal entrevista trae. Ya no sé las veces que he oído comentar que la tal tiene las paredes de su casa, no sé si la del Sardinero, llenas de cuadros que representan culos y que, muy señaladamente, justo bajo uno de esos culos, tiene una foto de su abuelo. Todo el mundo, por supuesto, ha entendido la indirecta. ¡Ya te digo! 

Desde luego que hay que ver lo que dan de sí las metáforas. Interpretaciones para todos los gustos y todas ajustadas a razón. Quién sabe lo que podemos llegar a escuchar con el tiempo, hasta, quizá, que viniendo de donde viene no es extraño que sea como es. Porque, convendrán conmigo, que si hay en este país un personaje desdibujado por la historia de un lado y otro del espectro ese es su abuelo. Y esto, estoy casi seguro, el pueblo llano lo capta porque, al fin y al cabo, ni tan mal nos fue con él.

jueves, 8 de octubre de 2015

Retiradas fatales

Escribe Pessoa: "Soy un estratega sombrío que,/ habiendo perdido todas las batallas,/ traza ya,/ en el papel de sus planes,/ disfrutando de su esquema,/ los pormenores de su retirada fatal,/ en la víspera de cada una de sus nuevas batallas."

No tuve que llegar a viejo para comprender toda la sabiduría que encierran esas palabras. Batallas, las he perdido todas, exactamente igual que cualquiera de las personas que conozco. La única diferencia que veo entre unas y otras es la prontitud para convertirse en un estratega sombrío que sabe trazar los pormenores de sus retiradas fatales. 

Cuánto sufrimiento, cuánta frustración, cuánta mala leche, no se evitarían en el mundo si se supiese planificar la retirada de todas esas batallas inútiles a las que la tramposa fatalidad parece abocarnos. ¿Por qué nos resistimos a claudicar tantas veces? ¿Para dar gusto a quién? ¿En pos de qué imposibles victorias? 

Uno observa el mundo desde la conveniente distancia y se percata de que casi nadie conoce a los verdaderos artífices de su armónico girar. Encerrados en sus ergástulas amontonan papeles que esconden verdades desconocidas. El placer de descubrir es su incalculable sueldo. El resto, las migajas, las dejan para las ratas de plató y hotel de cinco estrellas. 

Sí, en cualquier caso, mejor leer a Pessoa que afanarse en ser alguien para los demás. 

miércoles, 7 de octubre de 2015

La Lideresa

En la Plaza de la Independencia que, para el que no lo sepa, es donde está la Puerta de Alcalá, ha tenido lugar un hecho curioso que ha suscitado no pocos comentarios la mar de interesantes. Por su concavidad norte, o sea, por donde le da el sol, la plaza es un puro despliegue de terrazas que en los momentos de cierta afluencia obliga a los viandantes a una más que molesta o gozosa, según se mire, promiscuidad. Téngase en cuenta de que aparte de terrazas hay el habitual despliegue de cachivaches en forma de kioscos, farolas, bancos, árboles, bolardos, etc..

Pues bien, la cosa va de que el Ayuntamiento ha conminado a una de esas terrazas a que se atenga a lo pactado y retire sus estaribeles un metro o así hacia atrás. Dicho y hecho. Y entonces la primera en reaccionar a sido la Lideresa, una señora de oximorónica textura ya que compagina sin el menor problema su condición aristocrática con la de chusma en estado puro. Mucha gente a eso le llama casticismo y le gusta una barbaridad. El caso es que la Lideresa ha dicho que, total, por diez centímetros no se puede armar tal revuelo. Porque es que, comprendan, los puestos de trabajo y todo lo demás que se pone en peligro. Y qué es la ley frente a eso: cualquier castizo sabe que papel mojado. 

Lo que es evidente, incluso lo podría ser para la Lideresa si pasease la ciudad sin complejos castizos, es que la oferta de terrazas de la capital está un pelín sacada de quicio. Las hay en sitios inverosímiles donde, aparte de obstruir gravemente el paso de peatones y soportar una proximidad escalofriante con el tráfico que pasa a toda leche por la calzada, es de suponer que las consumiciones serán asquerosamente sazonadas por los humos de los motores de combustión y el polvo que levantan las masas que deambulan. Realmente incomprensible que tengan tanto éxito porque, entre otras cosas, tiene que ser de todo punto imposible mantener una conversación en ellas. Por el ruido, ya me entienden. 

A lo que iba, que la Lideresa y todo su coro de frikicarcas han puesto el grito en el cielo por el metro de retirada que ha sufrido la terraza de marras. Terraza que pertenece a un local que es lo más de lo más de la capital. Por lo visto conseguir mesa en él tiene una demora de meses. Antes de ayer pasé por delante y la música que salía por la puerta era cutre y atronadora a más no poder. Así son las cosas, caro, difícil y zafio, pero por lo que sea está de moda y eso basta para que el dinero fácil se amontone allí y, no por nada, sino porque se supone que es el mejor sitio para ligues de altura.  

En fin, en definitiva, para que nos entendamos, dinero fácil y ligues de altura, ese ha sido, es y será por los siglos de los siglos, el motor del mundo y el que nos cuente otra historia es que nos quiere enredar. A Dios Gracias tenemos a la Lideresa para desenmascarar a los impostores.  

lunes, 5 de octubre de 2015

KAOS

Una de las cosas más curiosas de la vida es la facilidad con la que uno se adapta al caos. El otro día vine en el tren con la bicicleta y todo el rato me inquietaba la idea de tener que ir desde la estación hasta casa. Pensaba ir por las alamedas que hay en el centro de la Castellana y otras veces por las aceras. Ya para salir de Chamartín tuve que preguntar porque aquello me parecía un laberinto. Pues bien, me metí por una calle que me indicaron y ya luego fui todo el rato por la calzada, sorteando coches, autobuses, lo que hiciese falta que como era una rush hour, pues ya saben, igual que si tuvieses que nadar en una piscina de mermelada como dicen los ingleses. El caso es que no tardé ni dos minutos en darme cuenta de que aquello era tremendamente divertido y, sobre todo, estimulante. Así es que llegué a casa en un visto y no visto con un subidón considerable y la correspondiente sequedad de mucosas. Como si me hubiese metido cuatro rallas. 

Están bien este tipo de experiencias porque, no sé, pero apostaría algo a que ayudan mucho a entender el mundo que nos rodea. Porque no puede ser que sea por nada que el caos, ya sea real ya aparente, se instale en el mundo con tanta facilidad y no haya forma de someterle a una cierta racionalidad. Es como si el caos tuviese que ver con la vida y el orden con la muerte. Bueno, de esto ya hay toneladas de teoría escrita así que paro de especular. Pero una cosa sí que quiero decir y es que a nivel personal todo lo mejor que me ha proporcionado la vida ha sido la consecuencia de actitudes percibidas por los que me rodeaban como caóticas. ¡La de avisos que habré recibido, madre mía, y aquí estoy tocando la guitarra!  

Sea como sea, lo que quiero señalar es que no hay cosa más tonta que todas esas conversaciones que tenemos con el tema de fondo dedicado al sometimiento del caos al orden. Y eso a pesar de todo lo que nos llegamos a reír en su día viendo aquella serie de titulo "Get smart". CONTROL contra KAOS. Parece como si no hubiésemos sabido entender de qué nos estábamos riendo. Porque la realidad parece ser que cuanto más tontos sean los agentes de Control mejor se combate a Kaos. Por eso, entre otras cosas, no nos debe preocupar en absoluto quién llegue al poder con tal de que no sea un cerebrito. Tampoco es que haga falta uno muy tonto, pero bueno, con tal de que deje correr ya se encargara la vida de ir por el mejor sitio, o sea, para que nos entendamos, por donde más facilidades hay para que la gente con energía fornique todo lo que quiera y así se le vayan por donde es debido las ganas de fastidiar a los demás . 

Sí, no se lo tomen a broma, porque ¿a qué se creen que es debido todo ese infierno que hay montado en el Oriente Medio? Pues al estricto Orden que querían mantener sus clases dirigentes. Así ha sido que los jóvenes y las jóvenas de por allí no han tenido otra salida para poder satisfacer las necesidades propias de su condición que montar una guerra. Al final, fornican. Ya verán qué pronto se apacigua aquello. 

En fin.   

  

sábado, 3 de octubre de 2015

Yonkys

 «Querida X: No lo entiendo. No puedo comprenderlo. Usted tiene una gran cultura. Es inteligente. Habla catalán. Vive en Barcelona. ¿Cómo puede dar su voto a los ciudadanos? El partido C's fue fundado en Madrid por miembros de Fuerza Nueva, falangistas y otros franquistas. Con un solo objetivo: hundir la economía catalana, aniquilar la cultura catalana y hacer desaparecer la lengua catalana. No tienen otro objetivo. De Madrid nos obligaron a hacer recortes y a implantar la austeridad. ¿Y ahora usted les da la gracias con su voto? No es momento de frivolidades. ¿Por qué no ama a Cataluña? Reflexione y sea consciente de su voto. No crucifique a su país, que quiera o no es Cataluña.

Un cordial saludo
Esta es la carta que un catalán mandó a una catalana tras la pasadas elecciones en las que Ciudadanos obtuvo unos resultados notables. Es lo más parecido a la que hubiese escrito un yonky cultivado que se ve en riesgo de perder el suministro de heroína. Yo, la verdad, no sé, pero creo que de haber tenido un hijo adicto a algo hubiese preferido mil veces que lo fuese a la heroína que no a una determinada ideología. Y no por nada, desde luego, sino porque con la heroína, después de un chute, hubiese podido hablar con una persona normal e incluso inteligente, pero con la adicción a la ideología tendría que resignarme a tener de por vida un idiota al lado. 
Ideología, lo que se dice ideología, todos tenemos en mayor o menor medida alguna en la que sustentamos nuestro discurso de andar por casa o salir a pasear. Pero comprenderán que no es lo mismo hacerlo con un bastoncito de adorno perfectamente prescindible que con unas indispensables muletas o, incluso, una silla de ruedas cual es el caso del catalán de la carta. Porque, sí, la ideología, en llegando a ciertos niveles en sangre, produce una de las peores discapacidades que se puedan concebir, la idiocia profunda disfrazada de elevación moral.

¡Qué desgracia, Dios mío, ver a sociedades enteras carcomidas por esa adicción asesina! Esa renuncia a lo que nos hace humanos, la capacidad de razonar. En fin, lo único que le consuela a uno es pensar que cuando los dioses quieren que así sea será por algún designio del que no podemos alcanzar la intencionalidad... nos tenemos que contentar con saber que escriben recto con renglones torcidos. 

viernes, 2 de octubre de 2015

Feynman

Santi no desaprovecha ocasión para traspasarme su devoción por Feynman, cosa, por otra parte, que nunca le agradeceré lo suficiente. En su última visita me regaló una nueva biografía que voy leyendo poco a poco porque sería un crimen ir a toda mecha sin mirar hacia los lados. Por así decirlo, el libro es una máquina de hacer pensar en lo esencial. Muchos libros lo son, desde luego, pero éste me abre vías por las que nunca suelo transitar. O por las que transito con desgana por no ser muy consciente de los inmensos regalos que me ha hecho la vida. Mi relación con la ciencia propiamente dicha siempre fue un tanto despectiva, incluso cuando le estaba dedicando considerables esfuerzos. Siempre me pareció que eran mucho más interesantes y rentables las especulaciones en el vacío que son todas esas pseudociencias, o ciencias blandas como también se las suele llamar. Especular con conjeturas y suposiciones para llegar a veces a conclusiones brillantes... a las que se les va el brillo en dos días. Observar los comportamientos del ser humano no niego que es una de las cosas más entretenidas que se pueden hacer en la vida, pero sirve para muy poco porque a la hora de la verdad todo queda reducido a alfa, beta y gamma. Lo de aquel pepino de mar que un día nos explicaba aquella guapa científica sueca: lo mismo que los humanos, comer y reproducirse. 

La ciencia es otra cosa. Es indagar en hechos concretos, medir, calcular y, sólo después, extraer conclusiones que deben ser confirmadas por la realidad, si no por los siglos de los siglos, sí hasta que un nuevo hallazgo más sofisticado venga a desmentirlo. Es cosa, en definitiva, para la aristocracia del pensamiento. O, dicho de otra manera, para los que más se acercan a la condición de dioses. Descubrir el número e y sus prodigiosas propiedades se me antoja algo poco humano, desde luego. De humanos en todo caso será llegar a comprender por medio del más sublime de los esfuerzos la esencia de ese prodigio que un casi dios desveló para nosotros. 

El caso es que el otro día paseando por El Sardinero en compañía de Pedro M. nos topamos con un colega que yo no hubiese reconocido. ¡Tantos años han pasado ya desde que me fui de Valdecilla! El hombre se mostró muy afable conmigo y en medio de la conversación recordó que yo había sido el que les había descubierto el mundo de los gases en la sangre. Vaya, me dije, a lo mejor mi paso por este mundo no ha sido tan estéril como tiendo a pensar. No es que tuviese entonces un subidón, pero sí que me atreví a considerar el esfuerzo que había tenido que hacer para llegar a tener una idea bastante aproximada de lo que son los pulmones y de como interreaccionan  con el resto del organismo. Bien es verdad que tuve la inmensa suerte de tener un gran maestro, pero ya saben que eso de nada sirve si no se es un buen alumno, permítanme la inmodestia. 

Lo de los gases en la sangre es una cosa que, no se vayan a creer, tiene una importancia decisiva tanto para conocer con exactitud el estado de muchos pacientes como para saber cual es la terapia adecuada que hay que aplicarles. Hasta principios de los años setenta en España casi nadie sabía una palabra del asunto. Sin embargo, no era algo nuevo. Lo sé porque durante los años que estuve en Oviedo solíamos recibir en verano en el departamento de fisiología en el que trabajaba la visita de Grande Covian que andaba por la ciudad de vacaciones y se debía aburrir. Se tiraba el hombre allí toda la mañana contándonos historias de cuando en los años veinte estaba en un centro de investigación en Copenhague donde se dedicaban a estudiar precisamente lo que nosotros ya hacíamos de rutina. O sea que en los años veinte había en Europa gente que sabía medir la difusión del oxigeno y del anhídrido carbónico a través de la membrana alveolo-capilar. Y lo hacían con monóxido de carbono, exactamente igual que nosotros cincuenta años después. Sí, efectivamente, en los años setenta la ciencia todavía estaba muy atrasada en España y seguramente el régimen político imperante tenía algo que ver en ello, aunque, por otra parte, esa relación causa efecto convendría tomársela con el debido distanciamiento porque por más probable que sea nunca podrá pasar de ser una mera conjetura. 

En fin, no les cuento más batallitas y eso que con lo de los gases y demás tuve que librar muchas para vencer las reticencias de los viejos del lugar que, precisamente, porque no sabían nada del asunto estaban convencidos de que sabían todo lo que había que saber al respecto. Pelillos a la mar en definitiva. 

Resumiendo, en lo sucesivo me voy a dejar de mandangas y voy a dedicar lo que me queda a aprender lo que pueda sobre lo que se puede demostrar con números. Porque es lo más divertido de todo, créanme. Y miren vídeos de Feynman en youtube que verán que entretenidos son.  

jueves, 1 de octubre de 2015

Mondragón´s fall down

A Poirot los fuegos de artificio le parecían una cosa un peu monotone. Por eso era que mientras las gentes vulgares a su alrededor se extasiaban contemplándolos el seguía imperturbable con sus indagaciones para descubrir al malo de la película. Pues bien, a mi nada modesto juicio, estamos asistiendo a una estragante utilización de los fuegos de artificio que, sí, tienen muy entretenido al populacho, lo cual es de agradecer, claro, pero que nadie se engañe porque hay por ahí montones de poirots que pasan del aburrido espectáculo y se centran en hacer que las cosas cotidianas de la vida funcionen. ¡Y vaya que si funcionan! Y que dure.

En realidad, todo este rimbomborio que distrae a los aburridos no es sino la repetición de la historia en forma de sainete. Solo hay que recordar cuando los carlistas tenían copado todo el campo español y ni una sola de las ciudades. Los carlistas, o carlines, o mejor si quieren para que todo el mundo lo entienda, los pueblerinos, siempre y cuando no haya un régimen dictatorial en la nación volverán a la carga. A los pueblerinos por genética les va la marcha caciquil. Que mande uno y allá cuidados... como en Casa Terete con los corderos asados. En los pueblos lo único que quieren es que no venga uno de la ciudad y les diga que tienen que recoger la mierda. Me los conozco al dedillo porque nací en uno y después piqué un par de veces impulsado por la melancolía. 

Recuerden lo tranquilas que estaban cuando mandaba Franco las zonas que habían sido más fervientemente carlistas durante el siglo anterior. Estaban dedicadas en cuerpo y alma a ganar dinero a espuertas por el sencillo procedimiento de quedarse con toda la mierda que genera el desarrollo. Las fábricas más contaminantes, las granjas de chones, en fin, esas cosas que los señoritos de la ciudad quieren tener cuanto más lejos mejor. Y es que Franco no se metía para nada en si los chones había que criarlos en mitad del pueblo o a tres kilómetros de distancia. Lo tenía claro, que lo hagan donde quieran, pero que lo hagan. Luego, murió Franco y los señoritos de la ciudad quisieron que les limpiasen los pueblos para poder ir a descansar en ellos los fines de semana. Y empezó el lío porque si los del pueblo se tenían que llevar las granjas a tres kilómetros de distancia no les iba a quedar dinero para ir de putas a Barcelona en sus flamantes mercedes. Y ya no digo de las fábricas, que si tenían que descontaminar mejor llevárselas a China. No, concluyeron los pueblerinos, lo mejor va a ser volver a las andadas. Y se hicieron independentistas. Los pobres no se dan cuenta de lo poco que pintan ya esas cosas en este mundo sin fronteras. 

Así que, señores y señoras, no se dejen embaucar. Limítense a observar cómo le va al icono carlista por antonomasia, la Corporación Mondragón. En un mundo cada vez más urbano no hay lugar para la mierda. Ni, por tanto, para carlistas.