Porque no es fácil. Si ustedes se fijan en los tres pilares de la civilización universal, Sócrates, Buda y Confucio, descubrirán que en nada están tan de acuerdo como en que siempre llega antes la tortuga que la liebre. Es decir, llega antes a donde merece la pena llegar. A donde no merece la pena, e incluso un poco más allá, por supuesto se llega antes cuanto más rápido vas.
Es lo que le debió pasar al desventurado Juan Ángel que iba de Palencia a Astudillo en su moto pinturera y los hados dispusieron que no pasase de aquella recta con visibilidad ad infinitun. Luego sus allegados creyeron conveniente lanzar dardos al cielo para vengarle. ¿Dioses injustos? ¡Que ingenuidad! O estulticia acaso. Siempre lo dijo mi madre: Dios castiga y no da voces. Y esta vez le tocó a Juan Ángel. A dónde, o para qué, iba a toda mecha. ¿Acaso iba a salvar una vida? O, en su defecto, ¿iba a intentar crear otra? En ambos casos hubiese tenido un atenuante, pero me temo que sólo iba a tomar copas. O venía de tomarlas. Conjeturas sólo en cualquier caso. Pero existen las probabilidades. Y en este caso, por una carretera tan llana, tan lisa, tan recta... ¿qué habríamos de pensar?
Lo dicho, pocas excusas tiene la prisa, pero menos que ninguna para ir de Palencia a Astudillo. Afortunadamente, cada vez hay más gente que lo comprende.
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