En la Plaza de la Independencia que, para el que no lo sepa, es donde está la Puerta de Alcalá, ha tenido lugar un hecho curioso que ha suscitado no pocos comentarios la mar de interesantes. Por su concavidad norte, o sea, por donde le da el sol, la plaza es un puro despliegue de terrazas que en los momentos de cierta afluencia obliga a los viandantes a una más que molesta o gozosa, según se mire, promiscuidad. Téngase en cuenta de que aparte de terrazas hay el habitual despliegue de cachivaches en forma de kioscos, farolas, bancos, árboles, bolardos, etc..
Pues bien, la cosa va de que el Ayuntamiento ha conminado a una de esas terrazas a que se atenga a lo pactado y retire sus estaribeles un metro o así hacia atrás. Dicho y hecho. Y entonces la primera en reaccionar a sido la Lideresa, una señora de oximorónica textura ya que compagina sin el menor problema su condición aristocrática con la de chusma en estado puro. Mucha gente a eso le llama casticismo y le gusta una barbaridad. El caso es que la Lideresa ha dicho que, total, por diez centímetros no se puede armar tal revuelo. Porque es que, comprendan, los puestos de trabajo y todo lo demás que se pone en peligro. Y qué es la ley frente a eso: cualquier castizo sabe que papel mojado.
Lo que es evidente, incluso lo podría ser para la Lideresa si pasease la ciudad sin complejos castizos, es que la oferta de terrazas de la capital está un pelín sacada de quicio. Las hay en sitios inverosímiles donde, aparte de obstruir gravemente el paso de peatones y soportar una proximidad escalofriante con el tráfico que pasa a toda leche por la calzada, es de suponer que las consumiciones serán asquerosamente sazonadas por los humos de los motores de combustión y el polvo que levantan las masas que deambulan. Realmente incomprensible que tengan tanto éxito porque, entre otras cosas, tiene que ser de todo punto imposible mantener una conversación en ellas. Por el ruido, ya me entienden.
A lo que iba, que la Lideresa y todo su coro de frikicarcas han puesto el grito en el cielo por el metro de retirada que ha sufrido la terraza de marras. Terraza que pertenece a un local que es lo más de lo más de la capital. Por lo visto conseguir mesa en él tiene una demora de meses. Antes de ayer pasé por delante y la música que salía por la puerta era cutre y atronadora a más no poder. Así son las cosas, caro, difícil y zafio, pero por lo que sea está de moda y eso basta para que el dinero fácil se amontone allí y, no por nada, sino porque se supone que es el mejor sitio para ligues de altura.
En fin, en definitiva, para que nos entendamos, dinero fácil y ligues de altura, ese ha sido, es y será por los siglos de los siglos, el motor del mundo y el que nos cuente otra historia es que nos quiere enredar. A Dios Gracias tenemos a la Lideresa para desenmascarar a los impostores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario