viernes, 23 de octubre de 2015

Barrer para casa

Barrer para casa es una expresión de difícil entender. En principio, cuando se barre es para deshacerse de la porquería. Si lo haces para casa, la estás metiendo dentro. Sin embargo, la interpretación popular, creo, es de aprovechamiento personal en detrimento de los demás. Algo parecido a eso de que el que parte y bien reparte se lleva la mejor parte.

Pensaba en esto porque hoy he visto dos noticias que me lo han sugerido. La primera es a propósito del premio Princesa de Asturias que han dado a un conocido filósofo y que el tal ha aprovechado para acercar descaradamente el ascua a su sardina. La segunda es sobre las declaraciones que han hecho unos exitosos taberneros del centro de Madrid en relación con las intenciones del Ayuntamiento de la ciudad de cerrar al tráfico el distrito Centro. 

Pues bien, el conocido filósofo, así, sin matices, que es lo que se supone es lo suyo, se ha despachado contra la nueva ley de enseñanza que parece ser no presta según él la debida atención a la filosofía. Si se obvia la filosofía se acaba el mundo o cosa parecida ha venido a asegurar. Y haciéndole coro, en Cataluña, claro, una asociación de profesores de filosofía mostraban su indignación. Por lo que se desprende de tales actitudes, aparte de lo de asegurarse un sueldo fácil, es que lo que estos señores están haciendo es arrogarse la exclusiva en la facultad de enseñar a pensar. ¡Ahí es nada! Recuerdo que hace unos años un escritor noruego escribió un libro titulado El mundo de Sofía que tuvo un éxito remarcable que diría un anglófono. Era una especie de historia de la filosofía novelada, con adolescente, su profesor de la cosa y noche de San Juan por medio. Lo leí y como tengo unas tragaderas de aquí te espero hasta me gusto. No recuerdo si llegué a regalárselo a mis hijas, adolescentes a la sazón. Pero luego, con el tiempo, pensándolo un poco, llegué a la conclusión de que era la típica basura que metes para casa. Nombres y más nombres asociados a ideas de difícil distinción unas de otras para un profano. Y no te digo nada si el profano, además, es adolescente. Erudición para pedantes en definitiva. Quizá por eso tuvo tanta repercusión en Francia en donde a la generación de jóvenes que leyeron ese libro la calificaron de "generación Sofía". Pues sí, señores, si me apuran les diré que no hay cosa que me parezca más pretenciosa que el que alguien se arrogue el derecho en exclusiva de enseñar a pensar. Y más enseñar a pensar a esas personas en edad tierna que, como sabe todo el mundo que ha pasado por ello y ha evolucionado lo suficiente como para recordar sin ira, sólo se puede pensar en una cosa que es la cosa. En fin, comprendo que los que viven de algo quieran que al menos se mantenga el status quo, pero qué le vamos a hacer si la primera ley de la naturaleza es que todo evoluciona para sobrevivir. ¡Pena de Darwin! Con la lengua, matemáticas y, sobre todo, con la suerte de unos padres y entorno sensato, también se aprende a pensar... y se evitan de paso adoctrinamientos que, anda que no he conocido yo a cada profre de filosofía que... 

Sobre los mentados taberneros del centro de Madrid, pues qué quieren que les diga. Siempre me ha parecido dérisoir dar palabra a los iletrados en las cuestiones complejas. Y me parece a mí que se debiera empezar por dar a las raciones y cazuelitas la importancia que realmente tienen. O sea, ninguna. Se puede vivir perfectamente, e incluso mejor, sin ellas. Que cerrasen las tres cuartas partes de los bares del centro de Madrid se me antoja que sería una bendición del cielo. Con el tercio restante y sin tráfico... doble bendición.

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