Un cordial saludo
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Esta es la carta que un catalán mandó a una catalana tras la pasadas elecciones en las que Ciudadanos obtuvo unos resultados notables. Es lo más parecido a la que hubiese escrito un yonky cultivado que se ve en riesgo de perder el suministro de heroína. Yo, la verdad, no sé, pero creo que de haber tenido un hijo adicto a algo hubiese preferido mil veces que lo fuese a la heroína que no a una determinada ideología. Y no por nada, desde luego, sino porque con la heroína, después de un chute, hubiese podido hablar con una persona normal e incluso inteligente, pero con la adicción a la ideología tendría que resignarme a tener de por vida un idiota al lado.
Ideología, lo que se dice ideología, todos tenemos en mayor o menor medida alguna en la que sustentamos nuestro discurso de andar por casa o salir a pasear. Pero comprenderán que no es lo mismo hacerlo con un bastoncito de adorno perfectamente prescindible que con unas indispensables muletas o, incluso, una silla de ruedas cual es el caso del catalán de la carta. Porque, sí, la ideología, en llegando a ciertos niveles en sangre, produce una de las peores discapacidades que se puedan concebir, la idiocia profunda disfrazada de elevación moral.
¡Qué desgracia, Dios mío, ver a sociedades enteras carcomidas por esa adicción asesina! Esa renuncia a lo que nos hace humanos, la capacidad de razonar. En fin, lo único que le consuela a uno es pensar que cuando los dioses quieren que así sea será por algún designio del que no podemos alcanzar la intencionalidad... nos tenemos que contentar con saber que escriben recto con renglones torcidos.
¡Qué desgracia, Dios mío, ver a sociedades enteras carcomidas por esa adicción asesina! Esa renuncia a lo que nos hace humanos, la capacidad de razonar. En fin, lo único que le consuela a uno es pensar que cuando los dioses quieren que así sea será por algún designio del que no podemos alcanzar la intencionalidad... nos tenemos que contentar con saber que escriben recto con renglones torcidos.
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