Quizá sea más amable de ver lo de Babette, pero es lo que tiene la amabilidad, que si te descuidas no te enteras. Lo del candelabra es diferente. Meridianamente claro: sin exceso no hay arte. Exceso y arte, quizá un pleonasmo.
Bueno, supongo que en la vida hay de todo, incluso artistas que madrugan para ir a misa. Pero eso no es lo corriente. Los artistas, por lo general, fuman, beben, esnifan, follan, despilfarran, no se privan de nada, porque para estar en vena, para crear, necesitan sentirse lo más parecido posible a Dios. O Dios mismo.
Luego está esa realidad que imita el arte. Todos esos artesanos que dan el pego. Que entretienen a las masas. Ganan pasta gansa y la tiran por el retrete. Cualquier cosa es buena para que hablen de ellos y se mantenga el embuste.
Es muy difícil saber lo que es realmente arte. Suponiendo por tal lo que ensancha nuestro universo. ¿Era Babette una artista? Ella suponía que sí y por eso no se sentía pobre a pesar de no tener nada. Lo mismo que lo debe suponer hoy día el Sr. Ferrán Adriá que como es catalá te de tot. ¿Era un artista Liberace, el protagonista de "Behind the candelabra? Él estaba convencido de que no había otro que se le pudiese igualar.
En cualquier caso, da igual. Lo que haga el artista es cosa suya. Si te produce emociones, si te hace pensar, si te amplía horizontes, entonces, supongo que sirve. Pero, claro, hay que andarse con ojo porque a ver quién es el guapo que distingue los fetiches de lo que realmente vale. Todos estamos condicionados por la propaganda que no cesa. Y la lista de genios que no mantuvieron el tipo más allá de su generación es inmensa.
Por lo demás, respecto al arte supremo, el del vivir, ¿cómo concebirlo sin excesos? Menudo muermo si no. No, si hasta el mismo Séneca recomendaba agarrar una buena tajada de vez en cuando.
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