Ponen en You Tube la sigilosa caza de un cocodrilo por parte de un jaguar y en dos días tiene 25 millones de visitas. ¿Porque una acción tan anodina que se repite miles de millones de veces al día suscita tanto interés? Es como si el personal todavía anduviese sorprendiéndose porque los seres vivos tengan una irreprimible tendencia a hacer cualquier cosa que sea necesaria para perpetuar la especie a la que pertenecen. Reconozco que la sensación de brutalidad que produce la lucha entre dos animales grandes tiene atractivo, pero no mayor que la que tiene la lucha entre dos microscópicos si les miras con lente de aumento. El jaguar es ágil, sí, pero bastante menos que la lengua de un camaleón. Las variedades son infinitas, y puede que llamativas, lo reconozco, pero no nos engañemos, vista una, vistas todas. Y digo más, si algo hay verdaderamente sorprendente es la facilidad que tiene el ser humano para reproducirlas todas por medio de artilugios de su invención.
También puede que esa admiración tenga algo que ver con la fascinación que produce el constatar que siempre es el pez grande el que se come al chico. Es lo natural y por tanto nadie está excluido de esa suerte. Toda una filosofía de vida. Me cuido de los grandes y me como a todos los chicos que pueda sin experimentar la menor mala conciencia por ello porque, al fin y al cabo, es lo natural. ¡Con el prestigio que tiene todo lo natural, por Dios bendito! Bueno, también es natural que muchos chicos se unan para comerse al grande. Es lo que les contaba ayer que quería el poeta y ensayista Benjamín Prado, que muchos pequeños se uniesen para comerse a los pocos que se lo llevan todo. Sin duda Benjamín ha visto muchos documentales de Nacional Geographic y ha sacado conclusiones.
Yo, que blasono de no parecerme gran cosa a Benjamín apenas he visto documentales de animales ni mucho menos he viajado al Seregueti o como se diga, pero, así y todo, con lo poco que he visto, he extraído mis conclusiones. Y la primera de ellas es que si algo enseñan esos documentales es el arte de la prolijidad simplista o la simplicidad prolija, que me cuesta distinguir en este caso entre lo que es nombre y lo que es adjetivo. Te enseñan unos hechos que siempre son los mismos y hablan por sí solos. Un león se tira a una leona y de postre se pasa media hora lanzando sonoros suspiros. Pues bien, un tipo de voz bien templada se empeña en explicártelo con todo lujo de detalles. ¿Me toman por tonto 0 qué? Como si yo no hubiese hecho unas cuantas veces lo mismo que el león. Y así todo.
Les seré sincero, a mí a los animales solo me gusta verles en la cazuela o realizando tareas complementarias a las del hombre cuando no se ha inventado el aparato que las supla con ventaja. Por lo demás mis admiraciones van dirigidas hacia todos esos logros de la mente humana cuya principal función es la de alejarnos de los animales y acercarnos a los dioses. Por cierto, logros y milagros. Demasiadas similitudes lingüísticas.
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