Hace unos meses compré un apartamento en la que se pudiera considerar la parte más pera de Santander. No llega a los sesenta metros cuadrados y entre pitos y flautas me "importó", que diría Ángel el Proscrito, unos 200000 €. No entiendo mucho del asunto, pero juraría que es precio de barrio de lujo de ciudad importante. Por lo demás, en lo que llevo habitándolo ya he tenido unos cuantos contratiempos de fugas y demás. Demás, que quiere decir estar hasta el gorro de los ladridos y cagadas de perro así como de una vecindad que, si por lo general es amable, en lo particular, sus niños, ya me han hecho algunas picias como pincharme la bicicleta y gracias por el estilo. Así que no es de extrañar que de vez en cuando me vea haciendo un pensamiento, como dicen los catalanes. Ya he abierto un par de veces la página de Idealista con intenciones aviesas, pero luego me he arrepentido y lo he dejado correr.
Sabido es que desde que la Comunidad Europea se extendió hacia el este la media de ingresos por habitante descendió drásticamente. Así fue que España en su conjunto, de buenas a primeras, se vio por encima de esa media y algunas regiones muy por encima. Luego ha pasado lo que ha pasado y en algunas regiones la decadencia es más patente que en otras, como aquí en Cantabria, por poner un ejemplo. Claro está que con eso de la renta per cápita hay que tener ciertos reparos antes de darle un valor absoluto. No es lo mismo lo que cuesta vivir en Madrid que en Badajoz. Lo que no sé es en que proporción la relación precios/ ingresos tiende a equilibrar la calidad de vida en ambas ciudades.
Calidad de vida. Otra vez con la semántica hemos topado. Si hablas con un santanderino estandar seguramente te dirá que aquí es el no va más. Puedes coger olas, jugar al golf, a los bolos y tal, cosa que no esta mal, claro, pero... los perinquinosos peros que decía el clásico, que si prácticamente ninguno de los hijos de mis conocidos ha encontrado aquí la menor oportunidad para desarrollar su currículum profesional, entonces, a quoi bon, hablar de calidad de vida.
Por lo demás, donde vivo, hay un entorno flanboyant siempre y cuando sepas dirigir la mirada. Por el este tengo unas vistas y unos parques y unos paseos como pocas ciudades podrán presumir, pero si voy un poco al oeste, en este mismo barrio pera, hay inmundicia para dar y tomar. Los soportales justo aquí al lado tienen tantos orines, cagadas y chicles que procuro evitarlos en la medida de lo posible para no caer en depresión. Pero si vas un poco más allá, donde le dicen Cueto, donde "la Chona", hacia la costa norte, es imposible imaginar zonas más desarrapadas en toda la comunidad Europea. No sé, quizá por la Rumanía o Bulgaria gitana haya algo por el estilo, pero lo dudo. Y mira que el lugar es geográficamente afortunado. Pero la ciudadanía local lo ha convertido en un monumento a la desidia y mal gusto.
Bueno, si voy un poco más al oeste, mejor no hablar. Ya hace tiempo que ideé el slogan que creo mejor le va a Santander: la ciudad más fea en el enclave más privilegiado. Sin duda han hecho falta cantidades ingentes de necedad para conseguir tal desmadre urbanístico. Tanto querer sacar rendimiento al solar que nos legó el abuelo ha traído nefastas consecuencias. Y unas autoridades palurdas a más no poder, porque, si no, no se explica que en una ciudad prácticamente nueva no se haya pensado que hay vida más allá del automovil.
En fin, aquí vivo porque aquí están mis amigos del alma. Con eso y frecuentar Madrid donde mis allegados me desasnan en la medida de lo posible me voy apañando. Pero me da pena que esto sea tan provincia. Y cada vez más, mucho me temo. Por eso nada extraña lo que dicen las cifras. Si se va el talento, lo demás por añadidura.
Calidad de vida. Otra vez con la semántica hemos topado. Si hablas con un santanderino estandar seguramente te dirá que aquí es el no va más. Puedes coger olas, jugar al golf, a los bolos y tal, cosa que no esta mal, claro, pero... los perinquinosos peros que decía el clásico, que si prácticamente ninguno de los hijos de mis conocidos ha encontrado aquí la menor oportunidad para desarrollar su currículum profesional, entonces, a quoi bon, hablar de calidad de vida.
Por lo demás, donde vivo, hay un entorno flanboyant siempre y cuando sepas dirigir la mirada. Por el este tengo unas vistas y unos parques y unos paseos como pocas ciudades podrán presumir, pero si voy un poco al oeste, en este mismo barrio pera, hay inmundicia para dar y tomar. Los soportales justo aquí al lado tienen tantos orines, cagadas y chicles que procuro evitarlos en la medida de lo posible para no caer en depresión. Pero si vas un poco más allá, donde le dicen Cueto, donde "la Chona", hacia la costa norte, es imposible imaginar zonas más desarrapadas en toda la comunidad Europea. No sé, quizá por la Rumanía o Bulgaria gitana haya algo por el estilo, pero lo dudo. Y mira que el lugar es geográficamente afortunado. Pero la ciudadanía local lo ha convertido en un monumento a la desidia y mal gusto.
Bueno, si voy un poco más al oeste, mejor no hablar. Ya hace tiempo que ideé el slogan que creo mejor le va a Santander: la ciudad más fea en el enclave más privilegiado. Sin duda han hecho falta cantidades ingentes de necedad para conseguir tal desmadre urbanístico. Tanto querer sacar rendimiento al solar que nos legó el abuelo ha traído nefastas consecuencias. Y unas autoridades palurdas a más no poder, porque, si no, no se explica que en una ciudad prácticamente nueva no se haya pensado que hay vida más allá del automovil.
En fin, aquí vivo porque aquí están mis amigos del alma. Con eso y frecuentar Madrid donde mis allegados me desasnan en la medida de lo posible me voy apañando. Pero me da pena que esto sea tan provincia. Y cada vez más, mucho me temo. Por eso nada extraña lo que dicen las cifras. Si se va el talento, lo demás por añadidura.