viernes, 28 de febrero de 2014

Lo que dicen las cifras



Dice un periódico local que Cantabria volvió a alejarse en 2011 del poder adquisitivo medio de los ciudadanos de la Unión Europea. En concreto en el 2011, ultimo año testado, se quedó en un 94% de la media. En este 2014, a saber dónde quedará. Desde luego que la cosa da para pensar un poco. 

Hace unos meses compré un apartamento en la que se pudiera considerar la parte más pera de Santander. No llega a los sesenta metros cuadrados y entre pitos y flautas me "importó", que diría Ángel el Proscrito, unos 200000 €. No entiendo mucho del asunto, pero juraría que es precio de barrio de lujo de ciudad importante. Por lo demás, en lo que llevo habitándolo ya he tenido unos cuantos contratiempos de fugas y demás. Demás, que quiere decir estar hasta el gorro de los ladridos y cagadas de perro así como de una vecindad que, si por lo general es amable, en lo particular, sus niños, ya me han hecho algunas picias como pincharme la bicicleta y gracias por el estilo. Así que no es de extrañar que de vez en cuando me vea haciendo un pensamiento, como dicen los catalanes. Ya he abierto un par de veces la página de Idealista con intenciones aviesas, pero luego me he arrepentido y lo he dejado correr. 

Sabido es que desde que la Comunidad Europea se extendió hacia el este la media de ingresos por habitante descendió drásticamente. Así fue que España en su conjunto, de buenas a primeras, se vio por encima de esa media y algunas regiones muy por encima. Luego ha pasado lo que ha pasado y en algunas regiones la decadencia es más patente que en otras, como aquí en Cantabria, por poner un ejemplo. Claro está que con eso de la renta per cápita hay que tener ciertos reparos antes de darle un valor absoluto. No es lo mismo lo que cuesta vivir en Madrid que en Badajoz. Lo que no sé es en que proporción la relación precios/ ingresos tiende a equilibrar la calidad de vida en ambas ciudades. 

Calidad de vida. Otra vez con la semántica hemos topado. Si hablas con un santanderino estandar seguramente te dirá que aquí es el no va más. Puedes coger olas, jugar al golf, a los bolos y tal, cosa que no esta mal, claro, pero... los perinquinosos peros que decía el clásico, que si prácticamente ninguno de los hijos de mis conocidos ha encontrado aquí la menor oportunidad para desarrollar su currículum profesional, entonces, a quoi bon, hablar de calidad de vida. 

Por lo demás, donde vivo, hay un entorno flanboyant siempre y cuando sepas dirigir la mirada. Por el este tengo unas vistas y unos parques y unos paseos como pocas ciudades podrán presumir, pero si voy un poco al oeste, en este mismo barrio pera, hay inmundicia para dar y tomar. Los soportales justo aquí al lado tienen tantos orines, cagadas y chicles que procuro evitarlos en la medida de lo posible para no caer en depresión. Pero si vas un poco más allá, donde le dicen Cueto, donde "la Chona", hacia la costa norte, es imposible imaginar zonas más desarrapadas en toda la comunidad Europea. No sé, quizá por la Rumanía o Bulgaria gitana haya algo por el estilo, pero lo dudo. Y mira que el lugar es geográficamente afortunado. Pero la ciudadanía local lo ha convertido en un monumento a la desidia y mal gusto. 

Bueno, si voy un poco más al oeste, mejor no hablar. Ya hace tiempo que ideé el slogan que creo mejor le va a Santander: la ciudad más fea en el enclave más privilegiado. Sin duda han hecho falta cantidades ingentes de necedad para conseguir tal desmadre urbanístico. Tanto querer sacar rendimiento al solar que nos legó el abuelo ha traído nefastas consecuencias. Y unas autoridades palurdas a más no poder, porque, si no, no se explica que en una ciudad prácticamente nueva no se haya pensado que hay vida más allá del automovil. 

En fin, aquí vivo porque aquí están mis amigos del alma. Con eso y frecuentar Madrid donde mis allegados me desasnan en la medida de lo posible me voy apañando. Pero me da pena que esto sea tan provincia. Y cada vez más, mucho me temo. Por eso nada extraña lo que dicen las cifras. Si se va el talento, lo demás por añadidura.  

jueves, 27 de febrero de 2014

Dios lo quiere



<<Tras escapar de sus dueños, los perros se echaron encima de los niños que volvían de la escuela del campo. Mataron a tres en el mismo instante. Los guardias enterraron vivos a los otros dos, que respiraban a duras penas. Los guardias, en lugar de sacrificar a los canes, los recompensaron con comida especial al día siguiente>>, asegura Ahn. Ahn había sido guardian del campo de marras y, por miedo, había escapado a China. Su padre, que también era guardian, había hecho chistes sobre el régimen en el curso de una borrachera y, eso, le había costado caro a toda la familia. Ahn sabía que de seguir allí sus días estaban contados.

Yo, cuando leo estas cosas, dudo que pueda ser verdad. Se lo que es la propaganda y me consta que a Corea de Norte se la tiene medio mundo jurada. Lo más seguro es que sea con toda la razón, pero ese mínimo resquicio de duda que nos queda debemos tenerlo en cuenta porque han sido muchas las veces que se ha metido la pata todos a una. Imaginemos por un instante que tuviese algo de cierto la maravillosa realidad que nos pintan las autoridades de aquel país. En tal caso se tambalearían muchas convicciones y las multitudes propensas a los comunitarismos tendrían la coartada que les falta para su lucha final. Es una remota posibilidad, pero no está de más contemplarla. Y para eso está la propaganda. 

Aunque, la verdad, personalmente estoy convencido de que esa gente son un atajo de psicópatas desquiciados. Que, incluso, puede que las hagan más gordas de lo que nos cuenta la contrapropaganda. En cualquier caso, dada la hostilidad que manifiesta casi todo el mundo hacia esas conductas bárbaras, sólo puede haber una razón para que ocurra: que Dios quiere. Dios escribe recto con renglones torcidos aunque, desde luego, hay que reconocer que a veces se pasa un pelín. Pero sus razones tendrá que se nos escapan a los mortales. Porque eso de enterrar vivos a niños que casi no pueden respirar... ¡jo!, uno se dice que con su divina omnipotencia bien que nos podría ahorrar el trago. 

Creerán que estoy de broma, pero les puedo asegurar que no. Y si no me creen, denme alguna razón que me pueda convencer de lo contrario. Una monarquía comunista, en principio parece un oximorón, pero luego resulta que funciona como si fuese un pleonasmo. Claro que allí los perros, de recoger caquitas nada, allí vuelven a su función primigenia, la depredadora, tan indispensable al parecer para que el ecosistema no se tambalee. ¡Hay tantos niños...! Y el monarca tiene tantos tíos aprovechados...* 

 *El otro día, recordarán ustedes, los perros se comieron al tío del monarca. 

  

miércoles, 26 de febrero de 2014

Los cogotes del Iribar



Los flamencos, para coordinar el tono, nunca dicen en La o en Sol, no, su lenguaje es primera por abajo, tercera por arriba. Ellos aprendieron siempre así y no les fue mal, aunque los tiempos cambian y hoy prefieren mandar a los niños al conservatorio. Después, con cada por abajo y por arriba hay una escala que es preciso aprender a puntear a toda velocidad. Cuando Paco de Lucía era niño jugaba con sus hermanos a ver quién era más rápido punteando. Al que ganaba el abuelo le daba una peseta. Y así era que por amor a las pesetas se pasaba ocho horas al día punteando. Las consecuencias de todo ello ya las conocen ustedes.

Paco es de los pocos mitos que nunca se me tambaleó lo suficiente como para caerse del pedestal. Aunque reconozco que estuvo a punto de hacerlo cuando hizo unas declaraciones exculpatorias de la incalificable actitud de Farruquito cuando pilló a un transeúnte con el coche y le dejo morir como un perro sobre el asfalto por ver si así se libraba de los problemas inherentes al caso. No sé si Paco dijo aquellas patochadas por solidaridad inter genius o por fuerte sentido de pertenencia étnica, pero, en cualquier caso, no fueron apropiadas se mire como se mire. 

Cuentan que Paco era tan bueno con la guitarra a los doce años que los capos del flamenco de aquí decidieron llevarlo a New York para que le escuchase Sabicas que era el capo supremo del mundo mundial. Sabicas, por lo visto, quedó bastante favorablemente impresionado y recomendó que el chaval se quedase por allí porque consideraba que era el sitio apropiado para que aprendiese las tres o cuatro cosas que le faltaban. Así es que Paco anduvo toda su adolescencia de aquí para allá en solitario por todo los EEUU, con la guitarra al hombro, dando recitales donde su agente decidía. Como escuela de vida no debió ser poca cosa aquello. 

Y claro, como en esta vida todo se pega, del contacto con las músicas folkloricas americanas le salió a Paco un flamenco original que dio no poco qué hablar a los puristas de la cosa. Dio entrada en sus armonías, por poner un ejemplo, a las disminuidas o tritonos de los blues con lo que sus rumbas y bulerías ganaron considerablemente en sensualidad... que era, por cierto, lo que más apreciábamos el personal bastante desquiciado de aquellos  maravillosos años. Recuerdo perfectamente el ir con los amigos de gira por aquellas carreteras interminables, fumando porros y escuchando "Entre dos aguas" y todo era como si nos hubiesen teletransportado a las esferas celestes.

La última vez que le vi en directo fue tan delirante que casi no lo recuerdo. Fue en aquellas escapadas que hacíamos toda la peña a los festivales de jazz de San Sebastián. Tomábamos al asalto el Hotel Arana y a partir de ahí todo era ya un sin vivir. Los cogotes del Iribar de Guetaria o las cocochas de La Hermandad de Fuenterrabía se echaban a temblar tan pronto se enteraban de que andábamos por allí. Aquella noche, Paco compartía escenario con John Mclaughin y Al Di Meola. En el recinto del velódromo de Anoeta había tanto humo cannabíco que, de no llevar escafandra, era imposible escapar al coloque. Aquello fue casi una eternidad en la gloria. Imposible recordar con mayor precisión. 

Y así es que la vida pasa, tan callando y, de pronto, un día tal como hoy vas, enciendes el ordenador y de lo primero que te enteras es de que Paco nos ha dejado. Se ha ido pronto, pero así son los genios. Deja tras de sí tanta vida que probablemente le haya parecido que continuar hubiese sido un abuso. En fin, cosas que pasan. 



martes, 25 de febrero de 2014

Tu mentira, mi verdad


 

Anda por aquí la gente  muy revolucionada con lo del fraking. Por lo que he podido saber el fraking es un procedimiento para extraer gas de las entrañas de la tierra que conlleva algunos riesgos. Hay que inyectar agua y ciertos productos a presión para que el gas se desprenda y eso en algunos lugares ha provocado temblores de tierra y contaminación de las capas freáticas. Lo que no he escuchado en ninguno de los documentales sobre el tema que he visto es en qué proporción se producen esos efectos adversos y cual es su intensidad. La verdad es que no comprendo como a estas alturas de la fiesta no se hace mayor incapié en esos porcentajes de riesgo porque sabido es de antiguo la irreprimible tendencia de las gentes de buena voluntad al razonamiento sinecdótico: porque mató un perro le llamaban mataperros. 

Por otra parte, también he podido saber otras dos cosas relacionadas con el tema. Una, que gracias a esta técnica los EEUU de América han conseguido ser autosuficientes energéticamente hablando, lo cual no ha sido beneficio baladí para el resto del mundo. Dos, que como todas las técnicas muy utilizadas su perfeccionamiento avanza a buen paso. 

Por lo que a mí respecta, lo dicho son todos los hechos de que dispongo para emitir un juicio sobre el tema. La verdad, son tan pocos y pobres que por nada del mundo osaría pronunciarme. Quizá, sí, plantearme interrogantes. Por ejemplo: en que medida los indudables beneficios que se derivarían de no tener que importar tanto gas pueden justificar la asunción de los inciertos riesgos para unos y muy seguros para otros. Habría que aclarar ambos conceptos al respecto, beneficios y riesgos, y no desde luego por ecolos y opinadores de barra de bar sino por gente con estudios al respecto. ¡Gente con estudios, por favor! Podrán ser corruptos, pero no más que los que no los tienen y por lo menos saben de qué hablan. 

La otra cuestión que ha contribuido a exacerbar las susceptibilidades aquí en Cantabria es el ser los conocidos como Valles Pasiegos los lugares en los que el dichoso fraking podría ser viable. ¡Que no nos toquen esos valles! Como si fuesen el no va más. Pues bien, como yo he nacido por allí y conozco bien el percal, les puedo asegurar que nada podría ser más beneficioso para los habitantes de aquellos lugares que cualquier actividad industrial que trajese gentes de afuera con alguna formación. Lo están necesitando mucho más que el agua de mayo. El bucolismo ese de fin de semana tan preciado por los ahítos de cosmópolis casa mal con el desarrollo humano. En un siglo donde las granjas disponen de laboratorio de genética suena chusco querer seguir con la recría de ganado en las veranizas. Eso es condenar a la miseria, o a servir cocidos los domingos, lo que viene a ser lo mismo, a los habitantes de esos valles. En fin, cuestión de criterios en cualquier caso. 

Les cuento estas cosas que, confieso, me importan una higa, porque ayer me mando Pedro el enlace a un vídeo titulado "No al fraking". Se trata de una canción compuesta e interpretada por Inés Fonseca. Como se da la circunstancia de que conozco a Inés porque es la mujer de un viejo amigo me fastidia decir lo que voy a decir: Inés, no tienes derecho a poner tu voz y tu talento al servicio de una causa tan dudosa. La canción protesta es por definición sectaria porque necesita emitir sentencia antes de haberse celebrado el juicio. Convierte al autor e interprete en juez y parte. Tu mentira, mi verdad, eso no se puede decir antes de haberlo demostrado. Demostrarlo con hechos. Todos los hechos, desde la tierra que tiembla hasta el avión que se levanta para llevarnos de vacaciones. Porque, desgraciadamente, el avión no es como mi polla que se levanta con el pensamiento. El avión, ¡ay!, necesita toneladas de queroseno. Justo lo que hay en las entrañas de los Valles Pasiegos, es un decir.   

lunes, 24 de febrero de 2014

Blood simple



A un pobre desgraciado de un pueblo de Cantabria se le ha escapado la rotaflex y se ha cortado la arteria femoral. De resultas, ha muerto. Tenía 74 años lo que me hace suponer que, simplemente, se estaba entreteniendo. Entreteniendo y, sobre todo, metiendo un ruido infernal. Lo de que estuviese o no molestando a los vecinos, eso, ya, es otro cantar. Porque sabido es que para la gente de baja condición, o sea, casi todos, el ruido de la rotaflex es música celestial. Y ya, si levanta polvo, como los efectos especiales de Robocop, una pasada. 

Esto de la condición, baja, alta o mediopensionista, es algo con lo hay que andarse con cuidado antes de mencionarlo so pena de incurrir en graves reconvenciones. Porque a mucha gente le molesta que le mientes los intestinos. Ello no quita para que sea de las clasificaciones que más están en el ánimo de cualquiera. En nuestro fuero interno nos pasamos la vida clasificando a los demás. Supongo que es porque necesitamos saber con quién nos las hemos de ver. Y, sigo suponiendo, por eso debe de ser que intentamos por todos los medios a nuestro alcance dar el pego. Nos emperifollamos con la ilusión de que así ascendemos unos cuantos centímetros en las diversas escalas sociales. De hecho, si no fuese por esa ilusión, cantidades ingentes del sistema productivo se irían al garete. 

Ya nos lo advierte el clásico: donde falta conocimiento el hábito califica, pero engaña de ordinario que debajo de mala capa suele haber buen vividor. Donde falta conocimiento, a qué vamos a negarlo, es en casi todos los sitios, y en mi casa donde más. Por eso califico de baja condición a la primera de cambio al que usa rotaflex para entretenerse. La baja condición que, todo hay que decirlo, es muy probable que esté condicionada por la escasa inteligencia. Escasa inteligencia que, como dijo el sabio Salomón, es la condición sine qua non para poder disfrutar el ruido de la rotaflex. 

En fin, el caso es que al leer lo del pobre viejo de la rotaflex me he acordado de aquello que cantábamos de niños: allá arriba en la montaña/ hay un hombre haciendo botas/ se le escapó la cuchilla/ y se cortó las pelotas. Tampoco es que tenga gracia, pero de niño, ya se sabe, gusta todo lo que tenga rima. 

domingo, 23 de febrero de 2014

Noticias de Ucrania



Noticias de Ucrania de primera mano, la primera vez que las tuve fue a través de un Torrente que había andando por allí cuando la era soviética estudiando filología rusa. El chaval contaba historias para no dormir acerca de las miserias de todo tipo que acechaban a las gentes del común. Decía que al régimen le habían tumbado las cocinas comunitarias que había en los bloques de apartamentos. Aunque en todas había un comisario político que vigilaba, al final, o habían sido ganados para la causa, o como necesitaban ir de vez en cuando al retrete se aprovechaban esos momentos para conspirar. En cualquier caso los finales del impero soviético parece ser que fueron sobre todo humorísticos como quedó demostrado cuando Gorvachov nada más ser elegido presidente firmó la ley que devolvía la libertad a los dos millones de personas que estaban presas por haber contado chistes que desdoraban a la autoridad en curso. 

Luego, cuando anduve por la Cataluña interior conocí a una ucraniana que ejercía de camarera en un restaurante de La Panadella que solía frecuentar. Era una mujer de esas que se dice de bandera. La típica femme fatale que alegraba la vista y los pensamientos de los camioneros y campesinos que recalaban por allí. Por lo que pude saber era una mujer casada con varios hijos y formal a carta cabal. En realidad no me sorprendió nada porque no hacía mucho había leído un librito de Camille Paglia que trataba el tema de ese tipo de mujeres. Según aseguraba, no las hay más fieles y dedicadas de por vida al hombre que han elegido. 

Después, el verano pasado, con motivo de haber contratado a una empresa para que arreglasen el piso en el que ahora vivo, conocí a un padre e hijo de aquella procedencia. En realidad fueron ellos los que hicieron todo. Por lo menos todo lo que quedó medianamente bien. De los autóctonos, como en el tango, mejor no hay que hablar. El caso es que a la par que eficaces eran francamente agradables. Nunca pusieron una mala cara cuando les hice alguna sugerencia de las que exigen trabajo suplementario. Eran increíbles, hacían de todo y lo hacían bien por sueldos que cualquier manazas español hubiese despreciado. El padre cobraba 1300 al mes y el hijo no llegaba a los 1000. En realidad fueron ellos los que me hicieron cambiar de opinión respecto a ese casi tabú que es lo de meterse en obras. 

Viene a cuento lo dicho por haber estado ayer escuchando el discurso lanzado por una tal Timoshenko a los ucranianos congregados en una plaza de Kiev. Por lo visto ha habido allí estos días más que palabras. Como setenta muertos o así ha sido el peaje pagado por intentar resolver sus querellas, que ya digo, después de escuchar el citado discurso llegué a la conclusión de que no las han resuelto en absoluto. Porque es que la tal Timoshenko, que por cierto nunca me ha gustado a causa de esa trenza con la que toca su cabeza, más que liberada y vencedora parecía cautiva y derrotada a juzgar por la vehemencia y constancia con la que pedía venganza. Así, pensé, no se llega a ningún lado. Y, luego, toda la puesta en escena. Como para remachar aún más la maldad de los presuntos derrotados, venía de la cárcel la tal en silla de ruedas. Por la energía desplegada en su discurso de horas, juraría que no la necesitaba para nada. Esa gente, o esos dirigentes, no hay forma de que aprendan. Quizá sea debido a que algo en el ambiente condiciona irremisiblemente su forma de razonar. Malthous hubiese dicho que era el exceso de población: la necesidad imperiosa de matarse unos a otros para hacer sitio. Pero con lo grande y rica que es Ucrania y la buena gente que parece haber allí... no sé, para mí que tiene que ser otra cosa. Algún tipo de patología de cariz sentimental que es el que hace ir a la Timoshenko a todas partes con la trenza alrededor de la cabeza. ¡Ménudo curre cada mañana! Y bueno, eso por no hablar de la dacha que se ha hecho construir la segunda parte de la parte contratante, el tal Yanukovich, que es que sólo para limpiar eso y tenerlo medianamente adobado necesitas a medio ejercito rojo y una buena parte de los cosacos del Don. No sé, ya digo, como Dios no quiera remediarlo tendremos Ucrania para rato en las pantallas.  

sábado, 22 de febrero de 2014

Precarios



Anoche pasaron por ARTE una película alemana titulada "Tres habitaciones, cocina y baño". No es que le prestase excesiva atención, pero sirvió para confirmarme en la idea de hasta qué punto esta Europa en la que vivo es homogénea. Los ocho jóvenes, por la veintena, que arrastran su desorientación por Berlín son exactamente los mismos que la arrastran por cualquier ciudad europea. Hacen y deshacen parejas a un ritmo frenético que es el mismo con el que cambian de ocupación precaria o de vivienda, no menos precaria, con todos sus trastos a cuestas. Porque esa si que es una constante de todos los jóvenes precarizados que conozco y he conocido, el profundo attachment que tienen o todas las porquerías que han ido cayendo en sus manos. El mismo que tienen, por cierto, a satisfacer todos sus caprichos sentimentales que, si por un lado, tanta autoestima les procura, por otro, les trufa la vida de no pocos quebraderos de cabeza en principio perfectamente prescindibles. En definitiva, un baile ininterrumpido de subidones y angustias sin cuento que si no fuese porque están en posesión de una fisiología exuberante sería letal por necesidad.

Jóvenes desorientados como un subproducto natural de padres consentidores que, por otra parte, bastante tienen con intentar poner remedio a su propia desorientación. Supongo que todo ello no es sino la adolescentización de la sociedad en su conjunto como una de las consecuencias inevitables de la opulencia, o del Estado del bienestar si mejor quieren. Eso es al menos lo que le escuché decir el otro día a un intelectual francés de esos que es casi imposible que no estén en lo cierto dada la vehemencia con la que exponen sus argumentos. Una sociedad que no madura porque para qué va a hacerlo si se vive divinamente estando verde. Ya lo dijo el nefando poeta que ponía voz a la incipiente socialdemocracia: verde que te quiero verde. 

Y así corre Europa, cansada ya de tantas responsabilidades como se echó a sus espaldas a lo largo de los siglos. Tanto mandar sellos y papel de plata a los chinos y a los negritos. Tanta fiesta de la banderita. ¡Ya está bien! Ahora tocan otros ámbitos de responsabilidad: la de romper tabúes, por ejemplo, que eso sí que pone. Mientras dura la ilusión por lo menos. En fin. 

viernes, 21 de febrero de 2014

El rabo de las moscas



Sabido es que cuando andamos ociosos, o sea, tirando a aburridos, nos dedicamos a atar moscas por el rabo o cosa por el estilo. Tendemos a criticar realidades que, si fuesen de otra forma, aseguramos, nos facilitarían la vida. Establecemos comparaciones entre entidades para resaltar las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas dando así muestra y señal de nuestras preferencias o desagrados. Vamos dando, en definitiva, pinceladas sobre nuestro retrato con la intención de que los que nos contemplan modifiquen su percepción de nosotros en el sentido que creemos más nos conviene. Como casi todo, por no decir todo, es una ilusión. Castillos en el aire que se lleva el viento. 

Así es que uno de los rabos de mosca que más nos gusta atar es el las ciudades y su particular calidad de vida. ¡Fíjense, calidad de vida! Es que puede haber un rabo de mosca más escurridizo. Tan ligado como está dicho concepto a los estados de ánimo que propician los diversos caprichos del azar. Pero, así y todo, por más que lo sepamos, para poder sobrevivir al escepticismo asesino, tenemos que hacer el paripé de la objetividad. Por eso hablamos de las características de esta ciudad o aquella como si fuesen verdades incontrovertibles que, por ser tal, admiten fácil comparación. Concretamente, aquí en España, es deporte nacional donde les haya comparar las dos grandes metrópolis, Barcelona y Madrid, que, qué duda cabe, tienen sus diferencias, pero sólo si se las mira muy de cerca, es decir, como quien se mira el ombligo. Vistas a cierta distancia, se lo digo con la perspectiva a la que tengo derecho por haberlas gozado y sufrido con profusión, son tan parecidas que sólo las circunstancias momentáneas de cada lugar dan base al cansino negocio de las pequeñas preferencias. 

Les cuento esto porque han llegado a mi conocimiento los resultados de un ranking más, el de las ciudades con mejor calidad de vida, elaborado por una empresa especializada en tan controvertida cuestión. Bien, pues Madrid está en el puesto 50 y a Barcelona ni la cita el artículo, pero seguro que está en el 51 o el 52 porque no podría ser de otra forma. Las mejores, hasta los tontos lo sabían ya, son las de habla alemana. Y algunas anglófonas, pero, claro, en Canadá y Nueva Zelanda. 

¿Cuáles serán los criterios que han sido elegidos para elaborar el mentado ranking? Desde luego que el clima o la geografía no han debido de ser porque en ninguna de las ganadoras te puedes quitar el abrigo a la primera de cambio para ponerte el bañador. El ¡¿Vamos a la playa?! de Santander, por poner un ejemplo, ha debido pasar desapercibido para los elaboradores de la encuesta. Más probable, pienso, que hayan tenido en cuenta los elementos que, en vez de con el azar, tienen que ver con el desarrollo humano. El civismo y todo eso. 

En realidad el civismo, si no ando equivocado, es la conciencia inequívoca de que el otro existe. Parece una perogrullada, pero hay que ver lo que cuesta aceptarlo. El otro, ese infierno del casi siempre se quiere escapar por la puerta equivocada, o sea, por medio de la negación de su existencia. Porque si le aceptas ya puedes ir reprimiendo tus impulsos más primarios, es decir, todos esos que, por decirlo al hispánico modo, te salen de la punta el nabo. En fin.

El caso es que lo de las ciudades alemanas yo ya me lo suponía porque como no hay semana que no me dé una vuelta por alguna de ellas ya sé de que pie cojean. Para empezar, no se ven apenas coches. Claro, desde la perspectiva de un español es alucinante. Tener que prescindir de media alma casi. O más de media. Y sin embargo no parece que aquella gente lo lleve mal. Como lo de ir a divertirse, tomar copas y así, a lugares donde no se moleste a nadie. Para un español parece casi un oximorón, un imposible, lo de divertirse sin molestar al vecindario, pero para un alemán es condición sine qua non... porque ¿cómo te vas a divertir si sabes que estás molestando? Desde luego que los alemanes no, porque, entre otras cosas, el miedo a lo se les puede venir encima se lo impide. Bueno, para qué seguir si todo el mundo conoce las enormes diferencias que se producen a causa de un mejor o peor uso de la cabeza. Porque, no nos engañemos y hablemos claro de una vez, si una ciudades son más bellas y vivibles que otras no es por otra cosa que por la calidad de las cabezas de sus habitantes. Están más cultivados, son más inteligentes, lo que quieran, pero son mejores y no hay más que hablar. ¡Ay, las cabezas, qué caro nos sale no saber distinguirlas!

miércoles, 19 de febrero de 2014

Output gap



Vaya por delante que mi patrimonio material es casi de risa. Cualquier obrero o similares de mi edad de los que he tratado tiene por lo menos diez veces más que yo. A veces pienso en ello y me cuesta comprenderlo, pero, luego, pienso un poco más, y me doy cuenta de que lo sorprendente es que tenga lo que tengo, incluso la vida, porque he sido un cabeza loca donde les haya. Anyway, los hechos son lo que cuentan y los hechos son que tengo unos eurillos a mi nombre, lo cual, entre otras cosas, como proporcionarme una cierta sensación de seguridad, me permite entrar a formar parte de los buitres carroñeros que, como todos ustedes saben, tan imprescindibles son para que la vida sobre el planeta sea posible. Así es que desde mi buitrera levanto el vuelo cada mañana hasta alcanzar cierta altura donde las corrientes de aire me permiten planear sobre las vastas planicies de los mercados. A la busca de carroña, claro está. Allá donde la diviso, me lanzo, trinco lo que puedo y me retiro. A veces, no obstante, es tanta la competencia, que vuelvo a la buitrera malparado. Resumiendo, juego con cierto riesgo lo que, si no otra cosa, me ayuda a sentir la vida, algo que, no se crean, suele ser más más raro de lo que se presume. 

Estando así las cosas, y en mitad de la partida, voy y me entero que el output gap se está poniendo feo, lo cual me lleva de inmediato a dejar el sobrevuelo y volver a mi buitrera a la espera de mejores tiempos. Se veía venir. Uno va a cualquier gran superficie y lo que más maravilla es que cuanto más compra la gente más atiborrados de bienes están  los estantes. Es de todo punto imposible absorber tanta oferta. Ya no nos cabe más ni en el estómago ni en casa. Quizá haya por ahí algunos a los que todavía les quede hueco por rellenar, pero como es por lo general gente de pocos recursos habrá que bajar los precios si queremos que los rellenen. Bajar precios, lo que llaman deflación, el detonante que pone en marcha un encadenamiento de desgracias del que no se ve el fin.

Así es la vida, cuando parece que estás saliendo de una ya estás metido en otra. Tiras por un lado de la manta y se encoge por el otro. Siempre queda algo a la intemperie para que nos podamos entretener fabricándole una cubierta.  

En fin, que habrá que buscar nuevos ámbitos de expansión si queremos seguir sintiendo la vida. En cualquier caso, sea lo que sea, que sea arriesgado porque si no... ¡menudo aburrimiento!

martes, 18 de febrero de 2014

Homus ingerens



Me escribe Jacobus que al hombre que se ingiere le podríamos llamar homus ingerens. Bien, anyway, la tendencia a meternos en todo sin antes pararnos a medir las consecuencias parece consustancial a nuestra especie.  En realidad no es nada que no sepamos ya desde que Prometeo hizo lo que hizo y luego le pasó lo que le pasó. Y, desde luego, su experiencia parece que no nos ha servido para nada. Seguimos haciendo las mismas tonterías como si ignoráramos que hay rocas en el Caucaso con cadenas, águilas en cielo aficionadas a comer hígados humanos, y hermosas Pandoras dispuestas a seducir al hermano tonto que todos tenemos. 

Viene a cuento lo dicho con el más que menudeo de catástrofes naturales que se van sucediendo en el planeta en los últimos meses. Temporales y sequías, fríos y calores, todo ello batiendo records sin parar. Y claro, como siempre que algo asusta surgen como hongos los falsos profetas sacándose respuestas de la manga. Y sabido es con cuanto entusiasmo les suelen secundar las masas. 

Así es que estaba ayer viendo el programa 28´que trataba sobre el controvertido asunto en cuestión. Bueno, quiero decirles que ya sólo por observar el savoir faire de Elisabeth Quin merece y mucho la pena ese programa. Pero esto es otra historia. A lo que iba es a que ayer se trataba lo del calentamiento, o mejor desarreglo, global y sus causas y consecuencias. Había tres intervinientes, expertos en el tema por así decirlo, y dos iban de profetas y uno de analista crítico de la ciencia. Y como suele pasar en estos casos, donde estén los convencidos que se quiten los vacilantes. Al pobre crítico, pese a los buenos oficios de Elisabeth, casi no le dejaron hablar. No por nada sino porque así corre el mundo. 

Hay, de todas formas, un hecho incontrovertible: el nivel de los mares sube de un tiempo acá 33 mm al año. Ni 32 ni 34, 33. Dicen que es porque se derriten los hielos polares a causa de la subida de las temperaturas que a su vez es consecuencia de la mierda que los humanos echamos a la atmósfera. Bien, es probable, pero no seguro, dice el crítico. Conviene ser prudentes a la hora de sacar conclusiones. Sin embargo, añade, como hay lo que hay, se pueden ir tomando unas cuantas medidas que son de puro sentido común. 

De momento, como medida más urgente a tomar, limitar la población humana y los animales domésticos, sobre todo bóvidos. Porque, por mucho efecto invernadero que produzcan los gases que emiten coches y fábricas, es pecata minuta si lo comparamos con el producido por los pedos de 9.000.000.000 de personas y un parecido o mayor número de animales domésticos. Esta es una cuestión que nos pasa desapercibida porque estamos hechos al olor. Como nos pasaba hasta hace poco con el tabaco. Pero, no se hagan ilusiones que si por casualidad nos llegasen visitas extraterrestres lo primero que harían sería taparse las narices porque esto huele a pedo que tira para atrás. 40 litros diarios de metano por persona, lo multiplicas por 9000 millones y te da una bolsa de gas mayor que Saturno. Con que háganse una idea. 

Segunda medida a nuestro fácil alcance es poner nuestras ciudades y viviendas en lugares en donde, si por un lado, no tenemos la playa o el río tan a nuestro alcance, por otro, la playa y el río no nos tienen al suyo, porque es que hay que ver como se ponen de desagradables de vez en cuando la playa y el río. A quoi bon, un suponerconstruir una ciudad gigantesca a la orilla del mar y por debajo de su nivel. Qué sentido puede tener sino es el de demostrar lo idiota que eres. Luego, claro, viene un Catarina cualquiera, se lo lleva todo por delante y quieren que los demás sean compasivos. Pues sí, tío, siento compasión de ti por lo idiota que eres, pero no por lo que te ha pasado porque ya te lo advertí.

Tercera medida, mejorar la calidad de vida. Hacerse ricos de una vez por todas. Una vez le preguntaron a Tomatito que qué haría si fuese rico. Lo que hago ahora porque yo ya soy rico. Tomatito tiene sus necesidades básicas cubiertas y la guitarra. Es decir, el espíritu. Disfrutar de las cosas del espíritu que es la única manera posible de ser rico. Puedes dar siete mil vueltas al mundo buscando paraísos perdidos, puedes tener un palacio sobre una colina que domina el mar, puedes conducir un bugati, pero si no tienes una guitarra te estará vedada la riqueza. Convéncete y deja de una vez de perseguir quimeras.  

En fin, que no será porque no sepamos, pero, luego, a la hora de la verdad, lo que más parece molarnos es estar encadenados a una roca para que venga el águila todas las mañanas a roernos los hígados. Y, encima, para más inri, a Pandora se la tira el hermano tonto que, como digo, todos tenemos.  
  

lunes, 17 de febrero de 2014

Carroñas



El pasado sábado hubo velada en casa de Isi. Cuando nos retirábamos, en la calle ya, comprobamos que llovía lo suficiente como para hacernos desistir de ese paseo hasta casa que tan bien viene para metabolizar las copillas de más que nunca faltan en tales ocasiones. Así que pedimos un taxi. Primero se bajaron unos, luego otros hasta que me quedé solo con el taxista. Por la radio no paraban de decir cosas de un tal Neimar que se intercalaban con los mensajes que iban de taxi a taxi para una mejor atención de la demanda. Lo que me llamó la atención fue que a uno de los taxistas intercomunicados todos le llamaban "Carroñas". Carroñas para arriba, Carroñas para abajo, y Carroñas como si tal cosa, haciendo caso omiso de su ominoso alias. Ninguna connotación detestable según todos los indicios. Por la dicción concluí que Carroñas y sus interlocutores debían de ser casi todos sudamericanos. Quizá por aquellas tierras, pensé, sea un apelativo normal o, incluso, cariñoso. 

Reconozco que al ROTO alguna vez le he encontrado algo de chispa, pero por lo general sus chistes son del estilo de éste que les muestro. No comprendo qué es lo que han podido ver en él los redactores del periódico para publicarlo. Me parece de un simple que raya la estulticia. Por no hablar de la odiosa demagogia que subyace en el mensaje. Así que nada más verlo por casualidad, inmediatamente me he acordado de Carroñas y he pensado. ¿Por qué El Roto y no El Carroñas? Francamente, para alguien con esa insidia tan fácil y peligrosa me parece mucho más apropiado El Carroñas. Los ricos, los pobres, los que se quedan con todo... ¡joder, que rollo más estúpido! Cuándo van a terminar con eso, por lo menos la gente a la que se le supone dos dedos de frente. 

 Anyway, si en vez de codiciosus hubiese dicho, yo qué sé, por ejemplo ingerentibus... bueno, esto debiera consultarlo con Jacobo, porque no tengo ni idea de como se debería denominar a esa pasión que tienen algunos por ingerirse en las cosas de los demás... pues eso, que me hubiese parecido de alguna ocurrencia y oportunidad porque, al presente, no menos que en el pasado como sería de esperar, hay por el mundo una auténtica avalancha de situaciones insostenibles a causa de la injerencia de los unos en los asuntos privados de los otros. Así por ejemplo, aquí en España vuelven los políticos a la carga sobre como tienen que abortar las mujeres. Y en Francia tienen montada una buena a causa de Tous a poil et on s´caresse, un libro obligatorio en las escuelas que les indica a los niños como tienen que relacionarse con los compañeros. Pero todo eso son pelillos a la mar comparado con esas leyes que hay por medio mundo que condenan a muerte o a cadena perpétua a los homosexuales. ¿Cómo se puede seguir manteniendo relaciones diplomáticas normales con semejantes países? Rusia por ejemplo. ¿A qué van allí los deportistas y todo su séquito de vampiros? ¿Por qué traga el mundo con tal facilidad con semejantes desmanes?  

Sería de lo más interesante saber algo de los mecanismos mentales que incitan a la humanidad a inmiscuirse de forma tan violenta en cosas que no le incumben en absoluto. Ilustres doctores tiene la psicología que apuntan a esto o aquello como más probables causas de la inapropiada conducta, no sé, mucha palabrería en definitiva que no soluciona nada. Para mí que no es si no más de lo mismo, es decir, hacer el mal como más fácil y asequible forma de encontrar consuelo para quien se siente desgraciado... sobre todo, supongo, si no es capaz de reconocerse como tal.  

viernes, 14 de febrero de 2014

Una simple sugerencia



No me digan que no apestan ya un poco más de lo que es canónicamente soportable. El caso es que uno a veces tiende a pensar que el mundo está lleno de idiotas a más no poder, pero, luego, considerándolo con calma, caigo en la cuenta de que debe de haber demasiadas claves de la vida que no controlo, así que mejor será transmutar mis frecuentes indignaciones en simples maravillamientos, si es que así se puede decir. 

Venía lo anterior a cuento de que me acabo de enterar de que están en proceso de subasta dos de los abrigos que llevaban los Beatles cuando se hiceron la foto para la portada de un disco. Bien, pues lo que me sorprende, y me es imposible entender, es que haya gente que esté dispuesta a pagar 60000 € por cada uno de ellos. Por semejante regla de tres, pienso, valdrán mucho más las cosas que pertenecieron en algún momento a los Beatles que el producto interior bruto de un país de grueso calibre. Y menos mal que no las ponen todas a la venta de golpe porque sería peor para los mercados que cuando la guerra del Yom Kipur.

Claro, estas cosas deben de tener que ver con eso que llaman fetichismo. Es lo de adosar a objetos comunes características casi sobrenaturales por haberse dado la circunstancia de un simple contacto con alguien famoso, o hecho histórico, antigüedad y tal. Pongamos a Picasso como ejemplo paradigmático. ¿Es que todos, los millones de cuadros que pintó, son extraordinarios? Ni pa Dios. Habrá miles y miles que son una verdadera porquería, pero da igual porque lo que cuenta es que los pintó Picasso. Es decir, pura y dura superchería que será mejor no cuestionarse públicamente so pena de ser arrojado a las fieras. 

La superchería, esa cosa sin la cual parece difícil vivir y yo el primero. Por ahí tengo ya arrumbado y a punto de contenedor un cartón al que pegué un mapa en el que venían señalados los itinerarios que hizo Anacarsis por la antigua Grecia. Lo he llevado durante muchos años de aquí para allá y siempre lo he tenido colocado en donde vivía como si fuese el altar con los dioses penates. Tendía a considerarlo como una representación del faro que viene iluminando a la humanidad desde que tenemos memoria histórica. Desde luego que la cosa suena elegante, pero es una chorrada, porque faros ha habido muchos y a quoi bon tener apego a uno y no a los otros. Sin embargo, yo lo miraba y como que sentía reconfortamiento. Era como una referencia a la que necesitaba estar agarrado so pena de caer a no se sabe donde. Últimamente, superado ya ese complejo de Anacarsis, arrastro en mis traslados un cuadro con la identidad de Euler en grandes caracteres. Pero ya no le coloco en lugar preferente. Como en el chiste de las monjas, me tengo que subir al armario para verlo. Qué duda cabe que es de una gran belleza y que representa una de las cumbres de la espiritualidad. Quizá, pienso, necesito verlo para ayudarme a vencer la pereza que se opone a que arranque a estudiar matemáticas. Porque me cuesta arrancar, pero cuando llevo un rato, se lo juro, ya estoy como si me hubiese fumado todo el seto de hortensias del rico pensil. 

Es evidente que nadie, o muy pocos, se libran, porque seguramente los fetiches son referencias que estabilizan el ánimo. Pero, ¡caray!, hay fetiches y fetiches y ese mercadeo que el mundo desde que es mundo tiene montado con ellos necesita, a mi entender, un Jesús que expulse a los mercaderes a latigazos. Porque en el fondo de todo el asunto quizá no haya otra cosa que la inseguridad que proporciona la ignorancia. Simple incapacidad para desentrañar las diversas formas del lenguaje que no sean las literales... por falta de inteligencia, por pereza mental, por lo que sea que tan bien saben explotar los vivos que se han propuesto vivir de los cadávares vivientes, que no otra cosa puede ser el que se gasta 60000 € en un abrigo que se puso un Beatle para hacerse una fotografía promocional. 

En resumidas cuentas, que quizá haya una cierta relación, directamente proporcional, entre necesidad de fetiche y putrefacción cadavérica. Una simple sugerencia.

jueves, 13 de febrero de 2014

Mirant al cel



Quedé ayer a tomar el café con Pedro y Jesús. El café, una excusa para pasar la tarde paseando la ciudad. El tiempo, frío y soleado, acompañaba. Nos despedimos con las últimas luces en un  callejón del Sardinero, haciendo chistes a propósito de un gran falo que orna el frontal de un transfomador que hay allí encastrado entre escaleras. Tal parece que está pintado como para indicar una dirección más que nada. En cualquier caso, nadie se ha molestado en borrarle a lo largo de los años. Como si fuese por respeto al culto de Priapo, el más universal y arcaico de todos los cultos por otra parte. 

El caso es que Jesús me trajo un disco con el documental que hizo hace tiempo sobre los bombardeos de Barcelona cuando la ya lejana última guerra civil española. Así que, después de tomar algo, ver la entrevista y el debate  de 28´ en ARTE, a cual más interesante por cierto, me puse a ver "Mirant al Cel", que así es como se titula el citado documental.

Como decían en Salamanca, está "bien traído" lo de Mirando al Cielo porque es casi seguro que nunca le mira tanto y con tanta atención la gente como cuando escucha unos aviones que se sabe que vienen a bombardear. Y en eso si que puede presumir de pionera Barcelona, porque por razones técnicas nunca antes se había bombardeado una gran ciudad desde el cielo. Y por ser la primera también fue que no estuviese preparada para lo que se le venía encima. Como dice uno de los entrevistados, un artillero, las cuatro baterías antiaéreas que había sólo tenían una función propagandístisca para calmar los ánimos de la ciudadanía. Así, tras cada toque de sirena aununciando principio y fin de los bombardeos, el slogan político: "Catalans, la Generalitat vetlla per vosoltres". Siempre fue igual de artera la Generalitat. 

El hilo argumental, si así se puede decir, del relato es la relación entre una periodista, nieta de republicano, y un viejo especialista en "La Divina Comedia" que de joven había sido uno de los aviadores italianos encargados de arrojar las bombas. Una perdedora y un ganador se podría decir a primera vista. ¿Pero por qué?, le pregunta la periodista. Eran otros tiempos y yo era otra persona, responde el viejo profesor. Pero no para mi abuelo, concluye la nietísima... porque no de otra forma se puede calificar a quién todavía anda buscando respuestas a lo que hasta un niño sabría responder. Era la guerra, hija mía, y estaban en juego modelos de vida resueltamente antagónicos. Y que no eran precisamente la democracia contra la tiranía. Ni mucho menos. Eran dos modelos de tiranía, a cual más estúpido. Aunque uno más que otro según los gustos de cada cual. 

"El día más feliz de mi vida fue cuando entraron los nacionales", se sincera, cosa extraña, una de las entrevistadas. Es la única que no se anda con remilgos y dice lo que debieron sentir la inmensa mayoría de los habitantes de la ciudad. El fin definitivo de los bombardeos. ¿Qué otra cosa podía interesar más a aquella gente?  Claro, hoy dicen otra cosa porque tienen que blasonar de lo que todos sabemos so pena de exclusión, pero en aquellas circunstancias no había elección posible. Por otra parte, los ilustrados consultados, hacen valoraciones digamos que de cientifismo histórico. Fue un ensayo para lo que estaba a punto de venir, dice el que fuera jefe de los servicios de urgencia del Hospital Clinic. Efectivamente, es una opinión impecable que sólo un necio confrontaría. 

La catarsis nos llega cuando el viejo profesor, antiguo piloto de bombarderos, lee los versos del primer círculo del infierno de La Divina Comedia a los asistentes, entre los que está la periodista, a un congreso sobre Dante que se está celebrando en Barcelona:

Per mi entrareu a la ciutat sofrent,
per mi entrareu cap a l´etern dolor,
per mi entrareu a la perduta gent.

Agua pasada en definitiva menos para la periodista que culmina su periplo a los orígenes arrojando con gran ceremonia las cenizas de su abuelo sobre la ciudad donde la gent ni parece sofrent ni menos aún perduta y donde el eterno dolor se ha trasmutado como por arte de birlibirloque en una eterna sucesión de efímeros placeres... su seña de identidad por antonomasia podríamos decir, que no por otra cosa tiene tantos visitantes. Las cenizas del abuelo sobre la ciudad, ¿para qué? Como si fuese un hechizo para que perdure en el recuerdo que hubo perdedores. Y ganadores, claro. La verdad, me quedo con lo del viejo profesor: eran otros tiempos, era otra gente. ¿Perdedores o ganadores? Todos fueron de todo, qué duda cabe: se sufrió mucho, pero ahora se vive mucho mejor.

Concluyendo: ¿Atacantes y defensores? Y por qué no liberadores y opresores. En cualquier caso lo importante es, como decía el clásico y tanto me gusta recordar, que de las zancadillas que continuamente nos estamos entreponiendo los humanos caigamos con más escarmiento que daño y no al revés, como parece que le pasa a la periodista de marras que todavía como que anda por ahí intentando sacar leche de una ubre ya largo ha más seca que la pata un santo. 


martes, 11 de febrero de 2014

Carencias afectivas



Me han contado que un juez español ha ordenado la detención del exprimer ministro chino por no sé qué de los derechos humanos. ¿Se imaginan? También me han dicho que ante semejante dislate el gobierno del Sr. Rajoy se ha apresurado a cambiar la ley para que cosas semejantes no vuelvan a ocurrir y de paso cortar en seco las previsibles desagradables consecuencias que la majadería pudiera ocasionar. 

Uno, en principio, tiende a pensar que una persona que ha sido capaz de superar todas las pruebas necesarias para llegar a juez tiene que tener por fuerza una buena cabeza. Pero visto lo visto, va a ser que no, como se dice ahora. Una persona puede sacar con brillantez las oposiciones a juez, que es como escalar ocho ochomiles y, sin embargo, ser un perfecto imbécil. Y eso es lo sorprendente y maravilloso de la condición humana. Y lo que nos iguala a todos, que el que es bueno para una cosa es malo para otra y viceversa, procurando guardar siempre un equilibrio que facilita el entendimiento. 

Esto, no sé, pero apostaría que es algo que viene de la era Zapatero. De cuando las ansias infinitas de paz y justicia. Paz y justicia, no sé si las dos podrán ser infinitas a la vez. En cualquier caso, apostaría, encajan bien en la cabeza de quien tiene mal asumidas sus carencias afectivas. O sea, las inmensas legiones de parias de la tierra. Bueno, menos mal que ahora parece que el personal se resarce de esas carencias recogiendo las caquitas de su perro que si no... quizá mañana pedían la detención de Bush, y acaso de Obama, por lo de Gantanamera.

No se rían que es una cuestión muy seria. Lo de las carencias afectivas quiero decir. Y que levante la mano el que esté limpio de esa peste. Nadie como quien dice. Fíjense, un tipo que acaba de ganar un premio en la cosa del cine, en la euforia del momento ha dicho que vayamos a Cataluña y digamos a los catalanes que les queremos. Supone por tanto el laureado cineasta que lo de las chorradas inaguantables de los catalanes es todo debido a que tienen carencias afectivas. Es que nadie se libra, quién lo iba a decir, los catalanes...

Y por qué será eso, digo yo, si hasta el más lerdo historiador te asegurará que nunca hubo en el mundo mayores cuotas de todo gratis que en la actualidad. Pues no sé, quizá sea que de unos años a esta parte se les viene dando demasiados besos y agasajos a los niños de manera tal que, luego, cuando les toca madurar, no ven la forma porque se lo impide el mono. Y se sienten fatal y piensan, como Zapatero, que lo que hace falta es más amor, más paz, más justicia y, entonces, desesperados ante la inoperancia,  agarran el perro y se van a la calle a recoger caquitas... porque eso es lo único que calma su desazón.

En fin, perdonen mis desvaríos, pero es que uno se esfuerza por comprender un poco este mundo y a la vista está cuales son los resultados que obtengo. 

lunes, 10 de febrero de 2014

El "soma"



De la pereza, de la ociosidad, muchos son los que han hecho su elogio. Bertrand Russell, Thoreau, me he tomado el trabajo de leerlos. Sí, claro, son dos de las mejores cabezas, pero se nota que no sospecharon lo pequeño y superpoblado que iba a ser el mundo en poco tiempo y, por otra parte, parecen hacer caso omiso de la coriácea condición humana. Así es que dan muchos chispazos de clarividencia cuya luz se diluye en una penumbra generalizada. Soñar utopías es divertido, pero siempre acaba siendo una tontería, lo haga Agamenón o lo haga su porquero, como se suele decir sin saber por qué se dice. 

El caso es que el otro día estuve viendo un programa sobre ese azote que es el paro. O sea, pereza y ociosidad. Como el programa era francoalemán, ya se pueden imaginar, era un prodigio de intelectualidades. Y erudiciones. Recitaron poemas enteros de Maiakovsky a propósito de la pereza que es, según él, el verdadero motor de todas las revoluciones. Porque, es que vamos a ver, para qué se hacen las revoluciones si no es para que los obreros puedan pasarse largas temporadas tumbados al sol en una playa del sur.  

Todo eso es muy factible, claro, con las máquinas, la planificación centralizada de la producción, etc., etc., pero qué podemos inferir que pasará, de hecho eso es lo que está pasando ya, cuando los obreros tengan que afrontar largas horas de exposición al sol. ¿Se pondrán a fornicar unos con otros, o con otras, como hacen ahora algunos avanzados en Cap d´Adge? O acaso jugarán al voleibol y leerán novelas. Habrá que educarles para el ocio, dice Bertrand Russel en uno de esos destellos clarividentes que les decía. ¿Educar para el ocio? No sé, pero se me antoja que si es difícil educar para el trabajo, para el ocio debe ser casi imposible. Porque la ociosidad es la madre de todos los vicios y de todas las molestias a los vecinos y eso si que tiene imposible enmienda. Aldous Huxley, que ese sí que era un lince, proponía como solución el "soma", que es algo así como la metamfetamina de Breaking Bad, pero sin efectos secundarios. Uno, por poner un ejemplo, está con todas sus necesidades cubiertas y tocándose las bolas, entonces, toma una píldora de "soma" y se le quitan todas las ganas de ponerse, un suponer, a recortar el seto del jardín y los vecinos pueden seguir con su siesta. Pero sin "soma" y con ocio, ya te digo, todos chusma. 

Bueno, todos no, que siempre hubo y habrá por el querer de los dioses espíritus aristocráticos. Esos elegidos que empeñaron y empeñan sus ocios en el desenmascaramiento de los entresijos de la naturaleza. Arquímides, Newton... ¿qué sería hoy el mundo si no hubiesen existido? Quizá seguiríamos subiendo a las ramas de los árboles a la puesta del sol. Ellos son los que abrieron los caminos que han conducido a este vivir sin vivir en mí que es el tenerlo casi todo resuelto, menos la cosa de los papeles, por el simple esfuerzo que supone levantarse por la mañana. 

En fin, no sé, pero tiendo a pensar como ese otro espíritu aristocrático que le dicen Houellebecq, que en lo esencial nunca va a cambiar nada. Si antes los seres humanos se molestaban unos a otros por la causa del trabajo, ahora se molestan por la del ocio que, para el perezoso sin trampa ni cartón, es el más penoso de todos los trabajos... porque hay que ver lo que somos capaces de hacer con tal de no sentir como se pasa la vida/ como se viene la muerte/ tan callando. 

Cuenta Russel que un viajero vio en Nápoles a doce mendigos tumbados al sol y ofreció una moneda al que fuese el más perezoso de todos. Once de ellos se levantaron de un salto para reclamarla, así que se la dio al duodécimo. Así es que corre el mundo, de cada doce ociosos, once no hacen otra cosa que dar la lata con sus saltos. Y eso nunca va a cambiar en tanto no se invente el "soma" 

viernes, 7 de febrero de 2014

El Pato



Hoy ya casi se ha olvidado, pero hace tres días, y dos, que resonaba con furia: la ONU instaba al Vaticano a entregar a la justicia secular a los curas pedófilos. La ONU, esa institución que de tanto tiene que avergonzarse, supongo que buscaba con su instancia redorar un poco sus oxidados blasones. En fin, yo los comprendo, porque cuando lo esencial se pone imposible por lo caro y complicado que es, lo lógico es dedicarse a lo superfluo que no cuesta un duro y agrada a las masas. Lo podríamos llamar la doctrina Rodriguez Zapatero, que en esas lides fue maestro de maestros.

De cuestiones pedofílicas uno sabe lo suyo porque ha sido niño y ha ido al colegio. A colegios de curas concretamente. Dio igual que fuesen lasalianos o salesianos, en todos había entre los docentes elementos a los que dominaba la pulsión pedófila. Claro, cualquiera lo puede comprender, si lo que te atrae sexualmente son los niños pues procuras instalarte donde les tienes a mano, un colegio, con internado al ser posible para poder ir por la noche a ver si están bien tapados no se vayan a enfriar.

Entonces, resulta que tienes diez años, estás interno, eres delicado, sensible, coleccionas sellos y "El Pato" está al quite. Trae los sellos después de clase y yo te ayudo a clasificarlos, te dice. Vas, notas que te acarician, te gusta, lo agradeces, no ves nada raro. Pero alguien ha tomado nota, otro interno ya adolescente. Te escarnece en el recreo, te llama cualquier cosa fea, la novia de El Pato y así, caes en la cuenta, dejas de coleccionar sellos y escuchas. Pronto compruebas que no hay tema de conversación en el patio que supere en frecuencia al de los curas piporros y sus favoritos. Todo el mundo se cree con derecho a humillar a los favoritos. Son como quien dice la hez del colegio. Y hay mucha hez. Las envidias, los resentimientos naturales entre semejantes, promueven la maledicencia. Y esos niños del Sardinero, con sus pantaloncitos a la última moda, por encima del medio muslo, y el pedófilo que apenas puede disimular la salivación que se le desborda por las comisuras. No, desde luego, otra cosa no, pero habladurías en el patio...

Eran otros tiempos, pero no tan lejanos. Gide contaba en sus diarios cómo se tiraba niños en el Magreb y, luego, por la noche, De Gaulle le invitaba a cenar en el Elíseo. No parecía haber la menor contraposición entre las dos cosas. Al fin y al cabo los suecos habían leído los diarios y no por ello habían dejado de otorgarle el Premio Nobel. Eran otros tiempos, no muy lejanos, cuando nuestros padres no parecían concederle la menor importancia al asunto. Porque saber tenían que saber. Lo contrario es impensable. Ellos mismos, la mayoría, habían vivido la experiencia en sus colegios. Era lo normal. Venía de muy lejos.

Hasta que llegó Nosequién Nosecuando y mandó parar. Parar de considerarlo tolerable porque lo que es de practicarlo... eso, el día del juicio final... a no ser que Dios cambie de opinión y deje de fabricar pedófilos. Y, así todo, menos mal que siempre nos quedará Filipinas.

Deconstruyendo



Me envía Pedro por correo la siguiente frase extraída de un libro escrito por uno de los grandes: "...los pobres que asocian por un oscuro instinto de consuelo el mal con la riqueza..."

Bien, un cocinero se dedica a deconstruir garbanzos y en dos semanas se gana un efímero reino en este mundo, por contra hay otras gentes sin oficio definido que tienen a bien pasarse la vida deconstruyendo el alma, la psique, el espíritu, sistema nervioso o como quieran llamar a eso que nos hace ser conscientes de que vivimos, sin por ello ganar otra cosa que un cierto placer estético de vez en cuando. Es como un chispazo de genio del que brota una secuencia de palabras que te hacen pensar que has dado en el clavo a efectos de explicar la interrelacion de sentimientos y emociones que nos hacen actuar o pensar de determinada forma ante determinadas situaciones. Es, digamos, el placer, o el consuelo, que es un placer agridulce, de pensar que, a partir de ese momento, conoces un poco mejor la condición humana y, por tanto, a ti mismo, lo cual no es cosa baladí si nos atenemos a lo que pensaba el más sabio de todos los sabios que en el mundo han sido: Sócrates.

Oscuro instinto de consuelo, dardo certero donde los haya. Instinto, o sea, algo grabado a fuego en nuestro sistema nervioso de lo que es imposible desprenderse y, acaso, con mucho tesón, domesticar un poco. Pero muy poco porque el animal que llevamos dentro tira más que cien carretas de bueyes. Así, si andamos dolientes, lo que para nuestra desgracia es harto frecuente, como por un resorte que salta se pondrán los doscientos bueyes a tirar en busca alivio, que no otra cosa es el consuelo. Instinto de consuelo por tanto, pero además oscuro porque ya saben como son los bueyes: tiran hacia delante ciegos, espoleados por el chirrido de las ruedas de la carreta que arrastran y guiados por el palo del gañan que les alimenta. El chirrido que es emoción, el palo del gañan que es sentimiento. La emoción que es la frustración del deseo no cumplido, o el resentimiento por la envidia de lo que otros tienen, o la rabia por la soberbia humillada. Son los tropezones propios de la ceguera que te dejan lleno de moratones. Necesitas analgésicos. Consuelo en definitiva. Y entonces te acuerdas de que una vez escuchaste a alguien decir que los ricos son ricos porque son malos y lo das por cierto porque te viene como de molde. Lo cual, por simple deducción, te lleva a pensar que si eres pobre no es por otra causa que porque eres bueno. Y, como por ensalmo, te duelen un poco menos los moratones. 

En fin, deconstruir, ese pasatiempo que consiste en buscar la razón de la sinrazón que a mi razón es dada, como diría D. Quixote.                  

miércoles, 5 de febrero de 2014

Sostiene Avelina



Están estos días muy mohínos algunos portugueses porque su gobierno, que anda como tres con un zapato, quiere deshacerse de unos cuantos cuadros de Miró que valen una pasta. Y los periodistas, claro, encantados, porque ya tienen de qué hablar sin exprimirse un ápice el coco. ¡Fíjense, qué barbaridad, unos cuadros de Miró! Por cierto que un sobrino mío, cuando de niño le llevaron a un museo y vio un cuadro de ese señor, dijo: como ese hago yo todos los que quiera. 

En Salamanca, un artista local de ideología bien definida, o sea, un oximorón en toda regla, ha visto como el ayuntamiento retiraba sus obras de una exposición. Las obras en cuestión no eran otra cosa que retratos de Rajoy y la Infanta Cristina con excrementos sobre su cabeza. En definitiva, una mezcla de mal gusto y falta de imaginación que es a donde por necesidad está condenado a llegar cualquier persona de ideología bien definida, y más, bien sur, si va de artista.

A mí no me duelen prendas confesar que de arte no entiendo gran cosa, por no decir nada. Pero tengo mi corazoncito y por ello creo intuir si me están tomando el pelo o no cuando me intentan vender algo como si fuera arte. Que un artista asturiano, por poner un ejemplo, sea invitado por una institución financiera local para que haga una performance consistente en comerse los propios excrementos me parece que no es sino el anticipo de lo que estaba por llegar, o sea, el derrumbe de esa institución financiera. O entre idiotas anda el juego, si mejor quieren.

Ya les he comentado alguna vez que para mí todo esto de lo que se conoce como arte contemporáneo no es más que una burbuja que se mantiene en el aire gracias al aburrimiento de los turistas que visitan ciudades en las que no se les ha perdido nada. Los pobrecillos, entre el desayuno y la comida se ven compelidos, so pena de crever d´ennui, a visitar cualquier museo local en donde, entre ventajas como la de la calefacción en invierno y el aire acondicionado en verano se encuentra la de tener urinarios a mano que, a la postre, es lo que más agradece cualquier turista que no vaya por el mundo de viajero intrépido. Museos locales, esa es la clave. Señálenme un sólo museo local en el mundo en que no exhiban como  joya suprema un cuadro de Picasso o acaso de Dalí. Como churros los hacían. 

Les cuento estas cosas porque, siendo esta noche víctima de un ataque de insomnio, me he puesto a escorcollar por entre la prensa digital y he ido a dar con una entrevista que le hacían a la crítica de arte mexicana Avelina Lésper. Y bien, sostiene Avelina sobre el arte contemporáneo:



-Explíquese…
-Carece de valores estéticos y se sustenta en irrealidades. Por un lado, pretende a través de la palabra cambiar la realidad de un objeto, lo que es imposible, otorgándoles características que son invisibles y valores que no son comprobables. Además, se supone que tenemos que aceptarlos y asimilarlos como arte. Es como un dogma religioso.
-¿Y por otro lado?
-También es un fraude porque está sostenido nada más que en el mercado, que es fluctuante y artificial en la mayoría de los casos. Se otorgan a las obras valores artificiales para que pienses: “si cuesta 90.000 euros es porque debe ser arte”. Estos precios son una burbuja, como existió la burbuja inmobiliaria.

-¿Y pinchará?
-Se tiene que pinchar. Una torre de papel sanitario de Martin Creed cuesta 90.000 euros. El objeto no es lo importante, sino lo que tú puedes demostrar económicamente a través de su compra.