Precarios
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCYd1ULfBrZiMtAY-Gz1_C0cOlpnm9RsQROq3RPFu03CU0KQ-X6qYKF3qwkZJwk4BwyfWJodGAf5J-pbgRP0nqrqli8EINn6TEDfVbMc0u_Efrq9i5bCxSrRe7e-DOOian92OtkoDIsQ/s1600/044638-000_zimmerkueche_08.jpg)
Anoche pasaron por ARTE una película alemana titulada "Tres habitaciones, cocina y baño". No es que le prestase excesiva atención, pero sirvió para confirmarme en la idea de hasta qué punto esta Europa en la que vivo es homogénea. Los ocho jóvenes, por la veintena, que arrastran su desorientación por Berlín son exactamente los mismos que la arrastran por cualquier ciudad europea. Hacen y deshacen parejas a un ritmo frenético que es el mismo con el que cambian de ocupación precaria o de vivienda, no menos precaria, con todos sus trastos a cuestas. Porque esa si que es una constante de todos los jóvenes precarizados que conozco y he conocido, el profundo attachment que tienen o todas las porquerías que han ido cayendo en sus manos. El mismo que tienen, por cierto, a satisfacer todos sus caprichos sentimentales que, si por un lado, tanta autoestima les procura, por otro, les trufa la vida de no pocos quebraderos de cabeza en principio perfectamente prescindibles. En definitiva, un baile ininterrumpido de subidones y angustias sin cuento que si no fuese porque están en posesión de una fisiología exuberante sería letal por necesidad.
Jóvenes desorientados como un subproducto natural de padres consentidores que, por otra parte, bastante tienen con intentar poner remedio a su propia desorientación. Supongo que todo ello no es sino la adolescentización de la sociedad en su conjunto como una de las consecuencias inevitables de la opulencia, o del Estado del bienestar si mejor quieren. Eso es al menos lo que le escuché decir el otro día a un intelectual francés de esos que es casi imposible que no estén en lo cierto dada la vehemencia con la que exponen sus argumentos. Una sociedad que no madura porque para qué va a hacerlo si se vive divinamente estando verde. Ya lo dijo el nefando poeta que ponía voz a la incipiente socialdemocracia: verde que te quiero verde.
Y así corre Europa, cansada ya de tantas responsabilidades como se echó a sus espaldas a lo largo de los siglos. Tanto mandar sellos y papel de plata a los chinos y a los negritos. Tanta fiesta de la banderita. ¡Ya está bien! Ahora tocan otros ámbitos de responsabilidad: la de romper tabúes, por ejemplo, que eso sí que pone. Mientras dura la ilusión por lo menos. En fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario