lunes, 10 de febrero de 2014

El "soma"



De la pereza, de la ociosidad, muchos son los que han hecho su elogio. Bertrand Russell, Thoreau, me he tomado el trabajo de leerlos. Sí, claro, son dos de las mejores cabezas, pero se nota que no sospecharon lo pequeño y superpoblado que iba a ser el mundo en poco tiempo y, por otra parte, parecen hacer caso omiso de la coriácea condición humana. Así es que dan muchos chispazos de clarividencia cuya luz se diluye en una penumbra generalizada. Soñar utopías es divertido, pero siempre acaba siendo una tontería, lo haga Agamenón o lo haga su porquero, como se suele decir sin saber por qué se dice. 

El caso es que el otro día estuve viendo un programa sobre ese azote que es el paro. O sea, pereza y ociosidad. Como el programa era francoalemán, ya se pueden imaginar, era un prodigio de intelectualidades. Y erudiciones. Recitaron poemas enteros de Maiakovsky a propósito de la pereza que es, según él, el verdadero motor de todas las revoluciones. Porque, es que vamos a ver, para qué se hacen las revoluciones si no es para que los obreros puedan pasarse largas temporadas tumbados al sol en una playa del sur.  

Todo eso es muy factible, claro, con las máquinas, la planificación centralizada de la producción, etc., etc., pero qué podemos inferir que pasará, de hecho eso es lo que está pasando ya, cuando los obreros tengan que afrontar largas horas de exposición al sol. ¿Se pondrán a fornicar unos con otros, o con otras, como hacen ahora algunos avanzados en Cap d´Adge? O acaso jugarán al voleibol y leerán novelas. Habrá que educarles para el ocio, dice Bertrand Russel en uno de esos destellos clarividentes que les decía. ¿Educar para el ocio? No sé, pero se me antoja que si es difícil educar para el trabajo, para el ocio debe ser casi imposible. Porque la ociosidad es la madre de todos los vicios y de todas las molestias a los vecinos y eso si que tiene imposible enmienda. Aldous Huxley, que ese sí que era un lince, proponía como solución el "soma", que es algo así como la metamfetamina de Breaking Bad, pero sin efectos secundarios. Uno, por poner un ejemplo, está con todas sus necesidades cubiertas y tocándose las bolas, entonces, toma una píldora de "soma" y se le quitan todas las ganas de ponerse, un suponer, a recortar el seto del jardín y los vecinos pueden seguir con su siesta. Pero sin "soma" y con ocio, ya te digo, todos chusma. 

Bueno, todos no, que siempre hubo y habrá por el querer de los dioses espíritus aristocráticos. Esos elegidos que empeñaron y empeñan sus ocios en el desenmascaramiento de los entresijos de la naturaleza. Arquímides, Newton... ¿qué sería hoy el mundo si no hubiesen existido? Quizá seguiríamos subiendo a las ramas de los árboles a la puesta del sol. Ellos son los que abrieron los caminos que han conducido a este vivir sin vivir en mí que es el tenerlo casi todo resuelto, menos la cosa de los papeles, por el simple esfuerzo que supone levantarse por la mañana. 

En fin, no sé, pero tiendo a pensar como ese otro espíritu aristocrático que le dicen Houellebecq, que en lo esencial nunca va a cambiar nada. Si antes los seres humanos se molestaban unos a otros por la causa del trabajo, ahora se molestan por la del ocio que, para el perezoso sin trampa ni cartón, es el más penoso de todos los trabajos... porque hay que ver lo que somos capaces de hacer con tal de no sentir como se pasa la vida/ como se viene la muerte/ tan callando. 

Cuenta Russel que un viajero vio en Nápoles a doce mendigos tumbados al sol y ofreció una moneda al que fuese el más perezoso de todos. Once de ellos se levantaron de un salto para reclamarla, así que se la dio al duodécimo. Así es que corre el mundo, de cada doce ociosos, once no hacen otra cosa que dar la lata con sus saltos. Y eso nunca va a cambiar en tanto no se invente el "soma" 

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