El caso es que Jesús me trajo un disco con el documental que hizo hace tiempo sobre los bombardeos de Barcelona cuando la ya lejana última guerra civil española. Así que, después de tomar algo, ver la entrevista y el debate de 28´ en ARTE, a cual más interesante por cierto, me puse a ver "Mirant al Cel", que así es como se titula el citado documental.
Como decían en Salamanca, está "bien traído" lo de Mirando al Cielo porque es casi seguro que nunca le mira tanto y con tanta atención la gente como cuando escucha unos aviones que se sabe que vienen a bombardear. Y en eso si que puede presumir de pionera Barcelona, porque por razones técnicas nunca antes se había bombardeado una gran ciudad desde el cielo. Y por ser la primera también fue que no estuviese preparada para lo que se le venía encima. Como dice uno de los entrevistados, un artillero, las cuatro baterías antiaéreas que había sólo tenían una función propagandístisca para calmar los ánimos de la ciudadanía. Así, tras cada toque de sirena aununciando principio y fin de los bombardeos, el slogan político: "Catalans, la Generalitat vetlla per vosoltres". Siempre fue igual de artera la Generalitat.
El hilo argumental, si así se puede decir, del relato es la relación entre una periodista, nieta de republicano, y un viejo especialista en "La Divina Comedia" que de joven había sido uno de los aviadores italianos encargados de arrojar las bombas. Una perdedora y un ganador se podría decir a primera vista. ¿Pero por qué?, le pregunta la periodista. Eran otros tiempos y yo era otra persona, responde el viejo profesor. Pero no para mi abuelo, concluye la nietísima... porque no de otra forma se puede calificar a quién todavía anda buscando respuestas a lo que hasta un niño sabría responder. Era la guerra, hija mía, y estaban en juego modelos de vida resueltamente antagónicos. Y que no eran precisamente la democracia contra la tiranía. Ni mucho menos. Eran dos modelos de tiranía, a cual más estúpido. Aunque uno más que otro según los gustos de cada cual.
"El día más feliz de mi vida fue cuando entraron los nacionales", se sincera, cosa extraña, una de las entrevistadas. Es la única que no se anda con remilgos y dice lo que debieron sentir la inmensa mayoría de los habitantes de la ciudad. El fin definitivo de los bombardeos. ¿Qué otra cosa podía interesar más a aquella gente? Claro, hoy dicen otra cosa porque tienen que blasonar de lo que todos sabemos so pena de exclusión, pero en aquellas circunstancias no había elección posible. Por otra parte, los ilustrados consultados, hacen valoraciones digamos que de cientifismo histórico. Fue un ensayo para lo que estaba a punto de venir, dice el que fuera jefe de los servicios de urgencia del Hospital Clinic. Efectivamente, es una opinión impecable que sólo un necio confrontaría.
La catarsis nos llega cuando el viejo profesor, antiguo piloto de bombarderos, lee los versos del primer círculo del infierno de La Divina Comedia a los asistentes, entre los que está la periodista, a un congreso sobre Dante que se está celebrando en Barcelona:
Per mi entrareu a la ciutat sofrent,
per mi entrareu cap a l´etern dolor,
per mi entrareu a la perduta gent.
Agua pasada en definitiva menos para la periodista que culmina su periplo a los orígenes arrojando con gran ceremonia las cenizas de su abuelo sobre la ciudad donde la gent ni parece sofrent ni menos aún perduta y donde el eterno dolor se ha trasmutado como por arte de birlibirloque en una eterna sucesión de efímeros placeres... su seña de identidad por antonomasia podríamos decir, que no por otra cosa tiene tantos visitantes. Las cenizas del abuelo sobre la ciudad, ¿para qué? Como si fuese un hechizo para que perdure en el recuerdo que hubo perdedores. Y ganadores, claro. La verdad, me quedo con lo del viejo profesor: eran otros tiempos, era otra gente. ¿Perdedores o ganadores? Todos fueron de todo, qué duda cabe: se sufrió mucho, pero ahora se vive mucho mejor.
Concluyendo: ¿Atacantes y defensores? Y por qué no liberadores y opresores. En cualquier caso lo importante es, como decía el clásico y tanto me gusta recordar, que de las zancadillas que continuamente nos estamos entreponiendo los humanos caigamos con más escarmiento que daño y no al revés, como parece que le pasa a la periodista de marras que todavía como que anda por ahí intentando sacar leche de una ubre ya largo ha más seca que la pata un santo.
Si yo tuviera algo de mano en la cosa pública propondría una moratoria en tratar de cosas de la Guerra Civil durante digamos un año o dos. Si no eres historiador profesional, si no hablas en una cátedra o un congreso y te pillan largando sobre la guerra del treinta y seis, te cae una multa de diez mil eurakos como poco. Ayer leí en el Facebook de una amiga que había una cosa que llamaban dinero rojo que habían incautado y que tenía que devolver el Gobierno. Le respondí que me parecía muy bien, pero que antes les devolvieran a los herederos de mi profe de Dialectología, don Antonio Llorente Maldonado lo que le robaron a su ancestro comunero cuando la guerra contra Carlos V. Eso sí que fue una cabronada, con lo buena persona que era don Antonio y lo que disfrutábamos en sus clases. En fin.
ResponderEliminarMira, lo de Franco y tal, es el alibí perfecto que han encontrado para eximirse de culpas todos los que andan encabronados por no haber querido estudiar. Se juntan entre ellos y se dan la razón y cada vez la bola crece más y están más encabronados. No les puedes quitar esa ilusión porque se derrumbarían. Decía el otro día uno en un foro sobre no sé qué de cuando Franco que los sin estudios pedían retirar... lo que tienen que hacer es quitar el retrete en el que cagó el bedel que le abrió la puerta del coche a Fraga Iribarne cuando vino de visita a Bilbao.
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