Output gap
Vaya por delante que mi patrimonio material es casi de risa. Cualquier obrero o similares de mi edad de los que he tratado tiene por lo menos diez veces más que yo. A veces pienso en ello y me cuesta comprenderlo, pero, luego, pienso un poco más, y me doy cuenta de que lo sorprendente es que tenga lo que tengo, incluso la vida, porque he sido un cabeza loca donde les haya. Anyway, los hechos son lo que cuentan y los hechos son que tengo unos eurillos a mi nombre, lo cual, entre otras cosas, como proporcionarme una cierta sensación de seguridad, me permite entrar a formar parte de los buitres carroñeros que, como todos ustedes saben, tan imprescindibles son para que la vida sobre el planeta sea posible. Así es que desde mi buitrera levanto el vuelo cada mañana hasta alcanzar cierta altura donde las corrientes de aire me permiten planear sobre las vastas planicies de los mercados. A la busca de carroña, claro está. Allá donde la diviso, me lanzo, trinco lo que puedo y me retiro. A veces, no obstante, es tanta la competencia, que vuelvo a la buitrera malparado. Resumiendo, juego con cierto riesgo lo que, si no otra cosa, me ayuda a sentir la vida, algo que, no se crean, suele ser más más raro de lo que se presume.
Estando así las cosas, y en mitad de la partida, voy y me entero que el output gap se está poniendo feo, lo cual me lleva de inmediato a dejar el sobrevuelo y volver a mi buitrera a la espera de mejores tiempos. Se veía venir. Uno va a cualquier gran superficie y lo que más maravilla es que cuanto más compra la gente más atiborrados de bienes están los estantes. Es de todo punto imposible absorber tanta oferta. Ya no nos cabe más ni en el estómago ni en casa. Quizá haya por ahí algunos a los que todavía les quede hueco por rellenar, pero como es por lo general gente de pocos recursos habrá que bajar los precios si queremos que los rellenen. Bajar precios, lo que llaman deflación, el detonante que pone en marcha un encadenamiento de desgracias del que no se ve el fin.
Así es la vida, cuando parece que estás saliendo de una ya estás metido en otra. Tiras por un lado de la manta y se encoge por el otro. Siempre queda algo a la intemperie para que nos podamos entretener fabricándole una cubierta.
En fin, que habrá que buscar nuevos ámbitos de expansión si queremos seguir sintiendo la vida. En cualquier caso, sea lo que sea, que sea arriesgado porque si no... ¡menudo aburrimiento!
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