Bueno, grave según para quién. Hay que tener en cuenta que a Rusia y Canadá les viene de perlas el asunto. Cada grado que suba la temperatura ganan millones de hectáreas para el cultivo y demás actividades humanas. Además, para cerrar el círculo, son los dos países con mayores reservas de esas sustancias fósiles que están en el origen de la debacle general. O sea, otra variable de gran envergadura que habrá que tener en cuenta a la hora de llegar a pactos. Un verdadero conundrum como dicen los anglosajones.
A mi edad, como es lógico, lo único a lo que se aspira es a que te dejen terminar la jornada lo más en paz posible, lo cual no quita para que uno trate de comprender lo que le rodea más que nada porque esa actividad mental es un entretenimiento divertido y barato. Y, la verdad, voy a ser franco, no se me alcanzan en absoluto la mayoría de las razones por las que los humanos nos complicamos tanto la vida tratando de facilitárnosla. Les pondré un ejemplo que, al respecto, a mí me parece paradigmático: la jardinería. Cogen ustedes, agarran un libro y dicen, me voy a leer a un banco del Retiro esta bonita mañana de primavera. O de otoño. Pues bien, desistan del empeño porque no llevarán ni cinco minutos sentados cuando se le habrá puesto a menos de veinte metros un jardinero con un aparato que mete un ruido infernal. Es que así va más rápido, rinde más, argumentan los responsables del engendro. Bien, pienso yo, pero no estamos pagando un sueldo a tres o cuatro millones de parados... ¿para qué queremos ir tan rápido? Quizá para tener que pagárselo a cinco o seis dentro de poco. Y, además, yo no estaría tan seguro de que vayan más rápido que he visto mucho segar con dalle y atropar con rastrillo y a poco arte que haya en dos patadas te dejan lista una hectárea. Y mientras tanto a nadie se le impide que siga leyendo que es a buen seguro la actividad más rentable de todas.
Bueno, si quisiera, podría seguir hasta el infinito la lista de actividades y actitudes que me son del todo incomprensibles por lo molestas, inútiles y, ya puestos, para abreviar, sencillamente estúpidas. Los millones y millones de kilómetros que no se harán para hacer exactamente lo mismo que puedes hacer justo al lado de tu casa. Aunque mas exacto sería decir para no hacer, porque todo ese afán de lejanía no es sino la consecuencia del nada tener que hacer con su inevitable secuela de vacío existencial. Caro ansiolítico, desde luego, ese puro alarde de la nada.
No sé, porque cada uno es cada uno y se las apaña como puede para resistir. Pero que no me vengan con milongas ecologistas tratando de parecer bonito. El otro día coincidí por curiosidad con una concentración de ese tipo de gente guay junto al faro de Cabo Mayor y, cosa curiosa, todos, absolutamente todos, habían ido hasta allí en coche. Aquello parecía la romería de San Pantaleón. Ni uno debió sentir el gusanillo de la contradicción. En fin, en cualquier caso, en muchos lugares se han dado cuenta de que es más divertido ir a los recados andando o en bicicleta. Así echas el día, que mira que cuesta a veces, y no emites carbónico que es lo que debería molar si se pretende ser guay.
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