domingo, 28 de diciembre de 2014

El Ángel Caído



Hay cosas a las que resulta complicado encontrarles el verdadero significado. Por ejemplo la obsesiva insistencia con la que las cadenas televisivas informan de los accidentes aéreos. Ayer, por lo visto, hubo uno por el sureste asiático y las dos o tres veces que zappeé a lo largo del día parecía como que con el avión se había venido abajo el mundo. Año desgraciado para la aviación: cuatro aviones se han perdido en vuelo, reza un titular en no recuerdo qué periódico. Desde luego que, una de dos, o es manipulación o es estulticia esta manera de relacionarse con el hecho meramente accidental. Un avión caído cada mil millones de vuelos. Esta debiera ser la verdadera noticia.

Quizá, pienso, con esa insistencia se trate de crear algún tipo de inquietud a los miles de millones de personas que se pasan la vida de aquí para allá por los aires. Te puede tocar, tío. Con las mismas probabilidades más o menos que el gordo de la lotería si compras un décimo. Y hay que ver cómo suelen soñar paraísos los que ya tienen el décimo en bolsillo. Pero no sé si esos sueños serán proporcionales a la inquietud que albergan los que están en trance de volar. Me parece que no. Juraría que la inmensa mayoría se sube a los aviones con la inocencia de Icaro. O de Faetón. Desafían las leyes de la gravedad sin por ello sentir la necesidad de elevar una plegaria a los dioses. 

Si vas andando de un sitio a otro no estás libre de accidentes a pesar de los pocos elementos que pones en juego. Un traspiés lo da cualquiera y si caes mal... No te digo los traspiés que se pueden producir cuando suben los elementos en juego. Los millones de piezas de un avión que se tienen que conjuntar a la perfección a lo que hay que añadir los aleas de la climatología. Un verdadero milagro que se llegue casi siempre a buen puerto. Y, sin embargo, hemos dado en pensar que eso es lo más natural. Y si algo falla, a falta de chivo, clamamos contra los dioses. ¡Hasta dónde llega la soberbia! 

Así que, no nos engañemos, hay accidentes y accidentes. Unas veces porque el diablo las enreda y otras porque desafiamos a los dioses y estos, hartos, nos expulsan del paraíso. La verdad, no comprendo en donde está el interés de la noticia más allá del dolor que puede alcanzar a los loved ones de los expulsados.

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