jueves, 25 de diciembre de 2014

Nochebuena



Paseaba anoche, hacia las diez, por el Sardinero y apenas algún coche apresurado rompía la quietud más absoluta. Sólo algún petardo lejano contrapunteado por ladridos más lejanos todavía. Tenía algo de inquietante. Hasta qué punto, me decía, es homogénea, u obediente, esta sociedad. Todos haciendo lo mismo a la misma hora del mismo día. Luego, de vuelta a casa, tres apóstoles del conservadurismo, los bardos Serrat, Sabina y El Gran Wayoming, en la televisión estatal... bueno, y un cuarto para rematar que más que bardo es placebo, el albañil de San Vicente, que el que tuvo, retuvo.   

A continuación me puse a ver el discurso que había largado el Rey muchacho unas horas antes. La increíble levedad de la previsibilidad. Querer encontrarle los tres pies a ese gato es el ejercicio de voluntarismo más tonto que se pueda concebir. Los del periódico global, antiguo independiente de la mañana, le encontraron un pero sin embargo. Un perinquinoso pero que diría Critilo. No ha dicho nada sobre su hermana, se quejan. ¡Pero hombre de Dios! ¿En qué se creen ustedes que consiste el ejercicio aristocrático del poder? ¿En trapitos sucios acaso? No, para nada. Eso queda para la chusmilla parlamentaria. Y bien está que así sea. 

Por lo demás, no había lío en la casa. Las celebraciones de las familias debieron ser más austeras de lo que venía siendo costumbre. No sé, me pregunto si no estaremos cambiando para mejor. Acaso, quizá, estemos empezando a saber gobernarnos. En cualquier caso, por primera vez en años dormí siete horas seguidas. 

Me voy a la cocina que dentro de un rato vienen los hijos a comer. 

2 comentarios:

  1. A veces me acuerdo de que en época de los RRCC éramos los españoles los que teníamos fama de austeros y reservados y los del norte de jaraneros y borrachos. Con un poco de suerte volvemos otra vez a lo de antes.

    ResponderEliminar
  2. Dios te oiga. Que estas edades nada se agradece tanto como el sosiego.

    ResponderEliminar