Lo qué sí es indudable es que hay más gente respetuosa con el otro en unos países que en otros. De la tolerancia, ni lo miento, porque me paree el concepto más correoso e indefinido de todos los que se suelen tirar a la cabeza los discapacitados intelectuales cuando discuten entre ellos. Así bien, lo que convendría preguntarse es por qué hay gente más respetuosa con el otro y por que hay lugares en los que se concentra mayor proporción de esta gente. Supongo que tendrá que ver con el nivel educativo, pero sólo puede ser una suposición como, por otra parte, todo lo que es difícil si no imposible demostrar. Así que a saber qué otras circunstancias intervendrán en el desarrollo de esa característica de la condición humana. Seguramente daría para un extenso tratado.
Por eso, decir desde esa exquisita equidistancia, de la que suelen hacer gala tantos colaboradores del citado diario global, antiguo independiente de la mañana, que el problema creado por la cosa catalana es debido a la intolerancia y falta de respeto hacia el otro tanto de los unos como de los otros, catalanes y españoles, ya saben, que el buen equidistantizador, Borges sin ir más lejos, es un experto en compartimentos estancos rellenos de una sustancia homogénea perfectamente diferenciable de la del compartimento de al lado. Mandangas de simplificador en definitiva que, por otra parte, es lo que mejor y con más gusto entienden las personas de poca sustancia.
A mí el caso más manifiesto de respeto por el otro es el que me han contado se da en Suiza donde ni siquiera se puede tirar de la cadena del retrete a partir de cierta hora de la tarde. Claro, en Suiza el nivel educativo es bárbaro. A ningún niño, desde hace siglos, le han dejado irse de rositas cuando cierra una puerta de golpe. Y así todo. Pero es que hubo un tipo allí llamado Calvino que a la que te distraías un pelo te quemaba en la plaza pública. Y todavía queda allí un rescoldo muy vivo de esas hogueras. Y que nadie se engañe, es precisamente ese rescoldo el que hace que aquellas tierras encanten a la gente que por motivos diversos les va de perlas en la vida. Desde Chaplin y Polansky a Ana Patricia y el mismo Borges que se educó allí porque era un señorito argentino cuando todavía no había llegado a Argentina la plaga perona.
Es evidente que lo del respeto del otro es cosa sumamente importante a la vez que tremendamente difícil. Exige un autocontrol que sólo se adquiere con la más represiva de todas las educaciones, cosa que ni les cuento lo mal vista que está en estos días que corren. ¡Como si la educación pudiese ser de otra manera! Y así es como a falta de esa necesaria educación la gente se pasa la vida molestándose los unos a los otros generando con ello un malestar al que cada vez más personas tratan de poner remedio por métodos digamos que totalitarios. No sabes autocontrolarte, pues te controlo yo con el garrote.
Ya digo, la tentación totalitaria que no cesa. Siempre está ahí, al acecho, tratando de resaltar los naturales desajustes que por diversos motivos se producen en cualquier sociedad y más si por una pertinaz opulencia se da en el abuso de prácticas festivas aún en ausencia de motivo de celebración. Los desajustes que sólo necesitan de un charlatán que les encuentre causa ajena al propio desmadre generalizado. Un culpable que exima al respetable de su cuota de responsabilidad. Más viejo que los pedos. Y parece que más inevitable también. Siempre, sospecho, se estará en lo mismo mientras no impere la ley de Calvino, es decir, el autocontrol que nace de la educación represiva.
En resumidas cuentas, se me han ocurrido estas reflexiones porque tengo noticia de que mi admirado Houellebecq acaba de publicar nueva novela en la que por lo visto nos vamos a topar con una Francia en la que rige la Sharia. La ley coránica. Me muero de ganas de leerlo. A ver que solución le va a dar esa ley a lo de las playas de Cap d´Agde.
Por lo demás, diga lo diga el periódico global, antiguo indpendiente de la mañana, lo del independentismo catalán es un caso de libro de lo que les vengo comentando, es decir, de tentación totalitarísta. Tots plegats, como les gusta decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario