jueves, 18 de diciembre de 2014

Segunda derivada



"El parque de Cabárceno 'sacrifica' a tiros a todos sus lobos adultos", reza el titular del Órgano Oficial de la Burguesía Catalana. Da una idea de por donde va esa gente. Si hasta yo he leído que primero les han sedado, después les han puesto una inyección letal y cuando ya estaba certificada su muerte se les ha pegado un tiro para descartar posibles errores. La mala baba que destila el resentimiento, sin duda alguna. Los señoritos no se han salido con la suya y ya sólo les queda el consuelo de denigrar con calumnias a los que se lo han impedido. La verdad, sinceramente, creo que estaríamos mejor sin esa gente, pero tenemos que resignarnos porque, además, todo el mundo sabe que junto a lo peor siempre están los reductos de lo mejor y sería muy triste que hiciésemos pagar a los más justos por la rabia de los miserables. ¡Jo! Si es que hasta ese "quinqui de Badalona con aspiraciones vaticanas", que así es como califica Sostres a la pluma estrella del Órgano Mefítico, escribe hoy desde la distancia que a la independencia no se le espera ni para prontro ni, lo más probable, para nunca. Menudo palo, con todo lo que se había apostado a caballo que parecía ganador de todas, todas. Sí o sí, decían. Por lo demás, ¿qué hay de malo en que se 'sacrifique´a tiros a los lobos? Sólo a enfermos de animalismo les puede parecer mal eso. Lo criticable en todo caso es el procedimiento que se ha utilizado. Sedarlos y ponerlos una inyección, ¿para qué? Ahora va a resultar que los animales preven el futuro. No sé, porque entonces, en que nos vamos a diferenciar de ellos. Me parece a mi que a Dios, después de todas las molestias que se tomó para hacernos a su imagen y semejanza, no le va a gustar nada que nos asemejen a los animales porque, al fin y al cabo, es asemejarle a Él.  

Por lo demás, y cambiando de tema, ahora que ya tenemos aquí estas fechas entrañables, quisiera recordarles que bueno sería que consideráramos que también el cerebro es entraña. Sin que ello, claro está, vaya en desdoro de la entraña digestiva que por derecho propio ostenta el liderazgo del alarde entrañeril en estas, ya digo, fechas entrañables. Y digo esto, no por nada sino porque dejar de lado el cerebro me parece poco práctico si se quieren ver cumplidos esos deseos de renovación, renacimiento, o como quieran llamar a ese afán de mejora del mundo en general y de yo mismo en particular, que suelen surgir con motivo de lo que se ha dado en llamar solsticio de invierno que no es más que un punto de inflexión -segunda derivada- en el que la luz que iba a menos pasa a ir a más. 

Más luz en el hemisferio norte y más luz en el cerebro. Lo uno por la propia naturaleza de las cosas y lo otro a ver como lo conseguimos porque nadie regala eso. Ni tampoco se compra, aunque a veces nos hacemos la ilusión de que lo hemos conseguido por el simple procedimiento de vender el alma al diablo. En fin, vamos a ver como nos lo montamos porque si no renovamos el contrato de la luz, chungo.  

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