Diferencias sociales que hay que amortiguar transfiriendo recursos de los que tienen a los que no tienen. En qué medida y de qué forma es la madre de todos los corderos y no por nada sino porque la percepción de la jugada del que da, o al que le quitan si así quieren decirlo, y del que recibe nunca se suele acompasar debidamente. Así, lo que para los unos suele ser exceso o, incluso, expolio, para los otros es insuficiente y en cualquier caso una injusticia. Entramos, por tanto, en el terreno de los sentimientos, es decir, el río revuelto de la política en el que los pescadores de votos utilizan artes diversas que no siempre se ajustan a lo moralmente deseable. O conveniente.
Afortunadamente en nuestro entorno las ideologías políticas dominantes están tan desvaídas que son casi surperponibles. Entre socialdemócratas y demócratacristianos se reparten casi todo el bacalao. Lo que mayormente les diferencia es el nombre y la retórica de sus cabezas visibles. Así, unos se arrogan en exclusiva la solidaridad con los desfavorecidos y la protección de los débiles. Otros, por contra presumen de saber crear riqueza y de defender la vida del nasciturus. O sea, tanto en un caso como en el otro palabrería que no por hueca deja de calar hondo en quienes, por lo que sea, anhelan que les pastoreen.
Y ese es el asunto, y el problema, que la palabrería hueca cala hondo. Yo soy solidario porque tengo corazón, o sea, soy bueno, tengo moral, etc., etc., y los otros están carcomidos por la codicia, la avaricia, la maldad en definitiva, dicen los unos. Y los otros contestan, nosotros sabemos crear riqueza porque somos inteligentes y trabajadores y vosotros que sois torpes y vagos no os conformáis con lo que os damos y queréis exprimirnos todavía más porque pensáis que las cosas nos caen del cielo... o que las robamos. Son los tópicos con los que se pretende dar sólido fundamento a las creencias, o conveniencias, de los unos o los otros y, así, facilitarles el camino de la toma de posición. Un juego, en definitiva, que permite a cada cual sentirse mejor, o más inteligente, que el adversario sin que ello traiga otras consecuencias que ligeros sentimientos de orgullo y soberbia en unos casos o de envidia y resentimiento en otros. Nada de qué preocuparse porque todo el mundo sabe que el juego está concebido para que la risa vaya por barrios.
Concluyendo, que resulta penoso ver como personas mayores siguen entrando al trapo de ese juego. La experiencia de la vida y dos dedos de frente nos debieran llevar a la convicción de que para governar -crear y distribuir- lo mejor un buen currículum. Y amén.
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