Se podría decir que es la Sevilla de Guzmán de Alfarache o de Rinconete y Cortadillo, pero no hace falta irse tan lejos. Es la España de los que pudiendo, no han querido estudiar -lo explica meridianamente claro la hija de Carmina- y por eso sólo tienen dos opciones en la vida: ser un mierda o agenciarse una cabra y apuntarse a la legión. Todo es cuestión de tener o no tener lo que hay que tener para ser novio de la muerte. Y Carmina lo tiene. Un par, la cabra y los míos. ¡A mí la legión!
El caso es que Carmina cae bien aunque quizá no debiera porque es una sinvergüenza. Pero que le vamos a hacer si no podemos dejar de admirar al que arriesga. En este mundo que vivimos lleno de los ya viejos botelloneros que no saben hacer otra cosa que poner la mano mientras se están quejando de lo violenta que es la policía y lo ladrones que son los banqueros, el ver de pronto a una Carmina es como estar respirando sobre un campo abonado con purines de cerdo y recibir en la cara una ráfaga violenta de aire fresco. Se agradece un montón y te invita a pensar que no todo está perdido.
En fin, la cobardía...
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