viernes, 16 de mayo de 2014

Nunca lo veremos



Anoche iba de debates. El de los pretendientes a presidir la Comisión Europea lo resistí unos diez minutos o así. El de los candidatos españoles, al que accedí por casualidad, ni treinta segundos. Lo de los europeos me pareció cosa de cadáveres, pero lo de los españoles de cadáveres idiotas. La candidata dijo que los socialistas estaban por la libertad de las mujeres y del personal en general y que los populares tenían un problema con la libertad y, entonces, va el candidato popular y, en vez de llamarla analfabeta como hubiese sido lo suyo, se pone a defenderse y lloriqueando dice, que no, que ellos también están por la libertad, lo que pasa es que... y entonces apagué la tele y me fui a la cama con la sensación de que los debates habían tenido lugar justo aquí al lado, en la institución para discapacitados Padre Meni. 

Bien, lo que acabo de escribir puede sonar todo lo facha que quieran, pero así lo veo y no pienso desdecirme. Y no es que piense, ni mucho menos, que la política no sirve para nada. Lo que pasa es que después de mucho observar el juego he llegado a la conclusión de que en las democracias sin adjetivar los políticos sólo cuentan para las pequeñas cosas del municipio y el barrio. Para las cuestiones de importancia ya están los consejos de administración de las grandes corporaciones. Por eso es que en las dictaduras los políticos sí mandan, porque toman sus decisiones como si el país fuese una gran corporación. Y, también, en ciertas democracias, como es el caso de Francia, los políticos se obstinan en controlar alguna corporación importante porque saben que ese es el último resquicio de poder que les queda. 

Así es que estos últimos tiempos el único debate político que, a mi juicio, realmente merece el nombre de tal es el que se viene celebrando en Francia a propósito de la corporación de titularidad estatal ALSTON. Titularidad estatal, o sea, competir en el duro mercado mundial con un brazo atado a la espalda. Es la consecuencia inevitable del tener el consejo de administración trufado de políticos y sindicalistas, es decir, gente sentimental y malandrina que son incapaces de ver más allá de las próximas elecciones. Concluyendo, ALSTON va fatal y el Estado, como aquellos padres aristócratas arruinados, ha decidido buscar a la niña un novio rico. Y aquí empieza el baile porque como la niña no está mal no han tardado en salirle dos novios acaudalados: uno alemán, el otro americano. Alemán y americano, ¡vaya por Dios!, y nosotros franceses de toda la vida. Si la cosa fuese de empresarios la elección sería fácil, pero va de políticos. ¿Alemanes?, ¡huy!, ¡vade retro!, la historía... ¿americanos?, imperialistas y tal, ya se sabe que... dan vueltas y vueltas al asunto y no son capaces de ponerse de acuerdo. Y el padre cada vez más arruinado y la niña que ya empieza a amustiarse. Al final la van a tener que regalar. 

Imagínense que anoche en vez de lo que tuvimos hubiésemos visto la discusión ante las cámaras del padre francés arruinado y los pretendientes alemán y americano. Cada uno exponiendo sus razones. Las que no importa exponer, claro está, que cuando las cosas son serias, como es un matrimonio, sólo los tontos se desnudan antes de meterse a la cama. En fin, nunca lo veremos. Al verdadero poder nunca le gustó exhibirse.    

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