El caso es que desde que abrieron "el prodigio" hace aproximadamente un mes no se hacen idea lo que me ha cambiado la vida. Porque es que parece que no, pero hay que ver la importancia que tiene y el tiempo que lleva la cosa de la manduca. Sobre todo cuando te haces mayor y lo de comer fuera de casa plantea serios problemas de tipo sobre todo metabólico. Las digestiones y demás. Pero, ahora, ya digo, not problem, coges, agarras, te acercas al prodigio, cargas el carrito y tienes todo resuelto con entre dos y cinco minutos de microondas por comida. Y no sé a qué será debido, si a los conservantes o a qué, pero todo está esta bueno y, lo mejor, que sienta como un guante. Claro, hay que tener en cuenta que esas grandes empresas tienen unas cocinas que son más laboratorios que otra cosa. Y bien, sí, no se puede descartar que un día alguna meta la pata y produzca un desaguisado, pero será un hecho aislado que tiene las mismas probabilidades de afectarte que el que te toque la lotería si compras un boleto.
Bueno, me he entretenido con esto de la comida porque a mí lo de cocinar no me mola un pelo. Si tengo que hacerlo lo hago y punto. Y no me suele salir mal porque, francamente, por mucho cine que le echen ahora, no es desde luego una ciencia mayor. Con dos dedos de frente y un poco de práctica, todos Savarin. Otra cosa, supongo, será cocinar para muchos que, como cualquier oficio, exigirá aprendizaje. Pero, en fin, lo que les quería comentar es lo que me ha llamado la atención mientras estaba en el trance de cargar el carrito una vez pasado por caja. Y me ha llamado la atención más que nada porque se daba la circunstancia de que anoche estuve viendo el debate 28´de ARTE en el que se vertieron diversas opiniones sobre si era conveniente o no bajar el salario mínimo para aumentar la productividad y crear más empleo. Bien, pues en una cosa parecían estar de acuerdo todos los intervinientes, a saber, que el oficio de cajero de supermercado es ejemplo donde los haya de baja productividad y nulo valor añadido. De hecho, cada vez más van siendo sustituidos por diversos procedimientos electrónicos de muy fácil manejo por parte del cliente. Si sigue habiendo cajeros, o un montón de empleos parecidos, es porque todavía le siguen saliendo a cuenta a la empresa y no sólo porque les pagan el salario mínimo sino que, además, por contratarles el Estado otorga beneficios fiscales.
Abrevio. Lo que me ha llamado la atención es que, mientras cargaba el carrito como les decía, la cajera y un par de colegas, haciendo un inciso en sus quehaceres, mantenían una animada conversación sobre las vacaciones que piensan hacer en el Caribe. Automáticamente he conectado salario mínimo con vacaciones en el Caribe y no he podido por menos que exclamar para mis adentros: ¡ostras Pedrin! Y luego que acababa de leer en un periódico cualquiera que medio millón de niños españoles van a pasar hambre este año. Y no es que una cosa tenga, a primera vista, mucho que ver con la otra, pero este totum revolutum hace que por entre la empanada mental que me señorea se haya colado el recuerdo de "La salamandra" aquella película de Alain Tanner que tanto gustó por los años setenta y que iba precisamente de eso, de una cajera que no soñaba con el Caribe.
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