lunes, 26 de mayo de 2014

La mirada torva


Si te vas a Googel y pones Putin y, después, imágenes, sacarás la conclusión de que es un tipo tirando a pinturero. Se nota a la legua que sus servicios de imagen trabajan duro porque cuando le ves por ahí en acción lo más frecuente es que su mirada tire a entre triste y torva. Es como si estuviese a disgusto consigo mismo, como si no se fiase ni de su sombra, con un punto de resentimiento. La cabeza inclinada ligeramente a un lado y hacia delante obliga a sus pupilas a desplazarse hacia arriba dejando oculta su parte superior bajo los párpados... en fin, le habrán visto mil veces y seguro que en su fuero interno habrán sentido reciprocidad respecto a lo que su imagen destila. Desde luego que ni le compraría un coche usado, ni me iría con él de vinos, ni le prestaría la estilográfica, ni le dejaría que me liase el cigarrillo. 

Esa imagen tan acabada, o tan explicita si mejor quieren, es un problema para todos. Porque las cosas nunca suelen ser lo que parecen, pero vete tú a convencer de ello a la inmensa mayoría. Así, de entrada, nada más verle y a poco que se sepa de su particular curriculum vitae, será difícil desapear a cualquiera de la idea de que todo lo que está pasando en Ucrania es la consecuencia de sus particulares designios. Como si de un dios se tratase. Y así es como numerosos comentaristas le retratan por todas las televisiones del mundo occidental. Un dios maligno que no repara en medios para reconstituir el imperio soviético. 

El caso es que no todos piensan así y es lógico. También en occidente, por muy decadentes que andemos, queda gente capaz de razonar. Lo que pasa es que a los razonadores ya apenas les dejan más opciones de manifestarse que en las cadenas dedicadas en teoría sólo a la economía. Como si la economía no lo impregnase todo, pues anda que no. Así, si la gente viese esas cadenas se habría enterado que en el mundo ya sólo quedan cuatro verdaderas capitales, a saber: Londres, New York, Hong Kong y Singapur. Dos anglosajonas y dos chinas. En ellas se cuece todo, incluido lo que la mirada torva del Sr. Putin esconde. Así ha sido que en Londres le han dicho, adelante con lo de Crimea, pero el resto no me lo toques. Y en esas estamos, apretando el dogal que tiene sobre el cuello: desinversión, caída del rublo, hundimiento de la bolsa rusa... cosillas sin importancia de aquí a mañana, pero tremendamente complicadas a la que pasen unos meses. Y Putin lo sabe y todo parece indicar que ya está aflojando la apuesta. 

Esa idea que nos ha transmitido la historia de naciones soberanas con sus omnipotentes mandatarios no sé si alguna vez habrán existido, pero hoy día es, cuanto menos, ridícula. Hoy día está todo tan interconectado que es imposible tomar cualquier decisión sin contar, por ejemplo, con los que te la financian. Y con los que financian al que se te opone. Que a veces son los mismos. Tan enredado está todo que te pones a buscar y por todas partes encuentras situaciones chuscas. Así, curiosamente, la China continental, vía compra de bonos de los EEUU está financiando los sistemas de defensa de su enemigo Taiwan. Y no puede hacer nada porque si dejase de comprar bonos americanos su economía se vería seriamente amenazada por ser los americanos sus principales clientes. Y así hasta el infinito. 

No sé, en fin, lo que acabará haciendo Putin en Ucrania, porque no ignoro que hay suicidios colectivos, pero todo pasará y Ucrania seguirá siendo codiciada por chinos, indios y árabes por sus tierras negras donde todo lo que plantas crece a toda mecha. Y luego, también, seguirá estando infectada hasta que Dios no disponga lo contrario por esa mezcla letal de orientalismo y cristianismo ortodoxo que corrompe todo lo que toca. Ya digo, en fin, no se crean la mirada torva de Putin que es casi seguro que va de farol.  

2 comentarios:

  1. Cuando el CSK de Moscú gane diez copas de Europa, entonces hablamos.

    ResponderEliminar
  2. Mientras las copas no sean de vodka no hay nada que hacer.

    ResponderEliminar