domingo, 21 de febrero de 2016

Pasar página

Anoche estuve un rato viendo una película curiosa. Las protagonistas eran dos mujeres, digamos que de carácter. Es decir, personas que sabían hacerse sumamente atractivas sin necesitar para ello acercarse a los cánones de belleza al uso. Su oficio era toda una novedad para mí que, de inmediato, al tomar conciencia de él, suscito todo mi respeto y simpatías. Lo más aproximado sería decir que eran psicólogas especializadas en el difícil arte de enseñar a pasar página.

Enseñar, o ayudar, a pasar página a personas atormentadas por problemas relacionales o de cualquier otro tipo. Claro que hay grados y, en la película, que para eso era película, no por ser los problemas los comunes dejaba de sentirse la alta temperatura que producían en quienes los sustentaban. Gente mal educada, supongo, y por ello incapaces de aceptar el propio fracaso como la sal de la vida y por tanto obstinados en sostenella aun a costa de la alta pestilencia que engendraban. Total, que las buenas señoras se las apañaban para encandilarles y así sacarles de su marasmo. El amor, o el encoñe, como terapia. Un vez fuera, ya sólo necesitaban explicarles que ellas no eran sino una ayuda pasajera que tenía continuar su camino en busca de nuevos clientes. En fin, no voy a entrar en cuestiones de material y métodos porque para eso mejor ver la peli. Baste con quedarse con que lo de pasar página es algo que se puede aprender incluso cuando las circunstancias de la vida te han hecho obstinadamente pétreo. 

Y en esas estamos una vez más, intentando pasar página, porque una vida cumplida es un libro y un libro que merezca tal nombre tiene que tener bastantes páginas. Si no, será sólo un librillo. Y eso nadie lo quiere ser.     

sábado, 20 de febrero de 2016

Blood for Sale

Ir lejos, de por sí, ya tiene suficiente prestigio. Llegas allí, echas un vistazo y te vuelves para casa con el conocimiento de una nueva cultura en el bolsillo. Porque esa es la cuestión, que en el mundo, dicen, hay más culturas que clases de hongos. Y luego, eso sí, están las diez clases de hongos que no te puedes perder. De hongos o lo que sea, el caso es que sean diez. Y todos pagando, bien sure.

Hoy he leído la frase que ha dicho una de esas chicas monas que ahora llaman it girl, que no sé lo que quiere decir, pero sospecho que debe ser influyente o cosa por el estilo. Y la verdad, me he quedado encantado porque nunca había visto resumido en cuatro palabras gran parte de la filosofía de la vida en la que me sustento. Le preguntaba un simple a la chica que por qué no explotaba más su físico. "Para qué me voy a fijar en esas cosas teniendo dos carreras. ¡Uf, con lo que se gastaron mis padres en mí!", ha contestado ella. 

Ahí está el quid de la cuestión me he dicho, en el tener dos carreras. El esfuerzo de la inteligencia frente al mero azar. El no necesitar ir lejos para ver cosas sorprendentes porque todas lo son si has aprendido a mirar. A ser libre en definitiva. 

Estos días de atrás se pudo ver en la BBC un documental sobre el gótico. ¡Monumental! En un 90% por lo menos estaba dedicado a la novela de Bram Stoker, Drácula. No sé si la conocen. Aunque películas basadas en ella seguro que han visto porque se han hecho cientos, si no millones. Y es que es difícil encontrar una literatura con semejante carga simbólica. Quién es Drácula. Qué representa. Su casi ilimitada capacidad de seducción. Si te muerde en la yugular para qué quieres dos carreras si ya no te ves en los espejos. Y, por tanto, eres inmortal y con el don de la ubicuidad. 

Así son las cosas. Un gigantesco vampiro se abate sobre el mundo desde que se inventaron las máquinas. Y nunca cesa de susurrarte al oído que hay diez cosas que no te puedes perder si quieres curar las insufribles cuitas de tu alma de ocioso. Diez cosas que no te tienes que preocupar porque estén lejos porque, te recuerdo, desde que te mordí tienes alas. 

No sé, pero quiero imaginar que la cruz y los ajos como escudo antidrácula es la representación simbólica de las dos carreras: el sufrimiento de la cruz y la constancia de los ajos para conseguir ese escudo apolíneo que te defiende de la seducción de las diez cosas que te puedes perder perfectamente porque no son nada. Humo acaso.  

Coda.- http://www.bbc.co.uk/programmes/n3cszssg

jueves, 18 de febrero de 2016

Lo tenemos chungo

Lo sobresaliente de las gestas que llevaron a cabo algunos españoles a lo largo de la historia nadie que no sea nacionalista catalán lo puede poner en duda. Cortés, Pizarro, Magallanes... gente así que, sin embargo, son una laguna en el imaginario popular. Háblale a un "proscrito" de ellos y pensará que le estás tomando el pelo. Tenemos que reconocer, mal que nos pese, que como referencias populares son una birria. Al populus, por lo menos el que yo he conocido, las únicas hazañas con las que siempre ha babeado han sido las del rico local que se fundió la hacienda cerrando el Perico Chicote de Madrid al grito de "todas las putas para mí". Ahí sí que el imaginario se desborda en una especie de hemorragia de satisfacción. Es el mito del señorito calavera como portador de valores eternos, por lo menos mientras no se le acaba la pasta y sigue pagando las rondas. 

Esta realidad tan sumamente importante por omnipresente, que yo sepa, nadie salvo Buñuel se ha parado a analizarla. Y es una verdadera pena porque barrunto que en su comprensión y consecuente relativización de los méritos en que se sustenta su prestigio podrían encontrarse parte de los remedios que necesita la patria para volver al esplendor de su pasado imperial. 

Y no seré yo el que vaya a deshacer semejante nudo gordiano. Considero mis dotes intelectuales enanas para tamaña grandeza. Desmitificar al señorito calavera es como pedir a la gente que no le gusten las canciones de Sabina. Historias de románticos perdedores con un hígado a prueba de bombas etílicas. Lo que, en definitiva, todo el mundo anhela cuando la melancolía del fracaso. O sea, casi todos los días a la caída de la noche. 

Sí, me temo que ahí esta el quid de esta jodienda sin enmienda. La de la corrupción. El diablo lo tiene chupao. A ver qué matao en presentándosele la oportunidad se va a resitir a la tentación. Yo por las putas vendo el alma. Y de fondo, una canción de Sabina para aligerar el peso de la culpa. 

Por cierto, el otro día vi una entrevista que hacían al tánden Sabina, Pérez Reverté. Era en casa de Sabina... toda llena de cosas de buenísimo gusto, como de familia burguesa de varias generaciones. El interior de una pirámide o algo así. Aunque el chaval calavera no perdía ocasión para criticar al PP. ¿Lo cogen? Calavera y de izquierdas. Y forrado, por supuesto. ¿¡A ver quién puede con eso!?

Lo tenemos chungo.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Desgraciados

Andaba ayer por la noche con el zappeo habitual y de pronto me di cuenta de que se me estaba avinagrando por momentos el espíritu. Empecé a sentir algo así como que este mundo es una mierda sin solución posible y, entonces, como todavía no tengo muchas ganas de morirme, pensé una vez más que mi lugar no puede ser otro que uno lo suficientemente apartado de las vanidades del mundo. En medio de la estepa. 

El caso es que apenas había empezado a ver una película y, zas, un tipo picándose en el pie, otro que llega, hostias por aquí y por allá... quita, quita, y le doy al botón. Otra pelí, más de lo mismo, paso. La siguiente, de entrada veo a Binicio del Toro, Catherin Zeta Jones, Michel Douglas. Buena escusa para quedarse. Más drogas. Aguanto un rato, el suficiente para escuchar a Douglas un alegato demoledor. Le han nombrado máximo responsable estatal de la lucha contra las drogas y está dando su discurso inaugural. Tópico sobre tópico, que si es una lucha difícil, pero la vamos a ganar y tal. Hasta que empieza a titubear, a susurrar frases inconexas, silencio... y, de pronto, lo siento, señores, pero no puedo aceptar porque ésta es una lucha contra un enemigo que está en la familia y no sé cómo se lucha contra tales enemigos. Douglas tiene una hija drogadicta que le obliga a llevar una doble vida. 

Ya, antes del zappeo, había estado viendo algún telediario que otro de las generalistas mundiales. La BBC o I24News o CNN, da igual porque todas informan de lo mismo a la misma hora. En este caso del viaje del Papa a México. Andaba el buen Bergoglio diciendo chorradas por la parte de Monterrey, cerca de la frontera con Texas. Debe ser duro vivir en Monterrey sometido a ley de la frontera. Una frontera con ricos infelices a un lado y pobres desesperados al otro. Y la naturaleza como siempre creando nexos entre las partes por más diversas que sean. Carteles violentos de un lado, familias deshechas del otro. Y la vida sigue para el que sigue. 

Yo también le he dado a las drogas, cómo no. Tratando de aliviar mi infelicidad, supongo. Y recuerdo un día en el que un chaval que aparentaba tener muy en cuenta mis opiniones de tipo provecto-guay me preguntó si estaba a favor de la legalización de las drogas. Le di un no rotundo que juraría le dejó descolocado. Y no es que yo estuviese seguro de nada al respecto, pero tuve unas ganas irreprimibles de destruir la imagen de tipo guay que venía dando a los chavales. Es estúpido, pensé quizá por primera vez, traicionarse a si mismo para no quedarse solo. Porque para aquel entonces, yo no tenía formada una idea clara respecto a legalización o no, pero si tenía más claro que el agua que sólo consumen drogas los desgraciados. 

Y ese es el quid de la cuestión, ¿por qué hay tanto desgraciado en el mundo de los ricos como para financiar con su ansia de consuelo a esos carteles que son capaces de eclipsar el poder de los Estados en amplias partes del territorio? Es lo que nadie se pregunta antes de ir a esa guerra contra las drogas. Porque mientras no se alivie la desgracia todo lo demás huelga. Y no parece que estemos en el camino de aliviarla sino todo lo contrario. 

No sé, pero todo esto ya resulta muy cansino. Porque está en nuestra condición humana que lo que empieza siendo comunión de los santos, a nada que te descuides, se acabe convirtiendo en cuatro días en baile de vampiros o noche de muertos vivientes. Sí, la inocente comunión de los santos. Dionisos desencadenado. Buen tema para Tarantino.  

lunes, 15 de febrero de 2016

Los Galipoteros



¿Queréis memoria? Pues tomad memoria. O acaso creéis que sólo vosotros vais a tener derecho. La Peña de los Galipoteros de Santoña ha dado una hermosa lección de historia en clave de humor aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid. Y a ver quién es el guapo que les dice ahora que lo suyo es apología del fascismo. ¡Ah, pero es que los carnavales no son para trasgredir las convenciones! Si queréis, para que no sufráis, el año que viene nos disfrazamos de Lenin parando un taxi. 


Total, que por qué indignarse si así era la España que vivimos de niños los que ahora somos abuelos y no nos va ni tan mal. Que se lo digan si no a los que se hartaron de parar taxis y ahora se tienen que comer los mocos. 

En cualquier caso, Santoña bien merece una parada y fonda. Nunca me arrepentiré de haber pasado allí un año de mi vida. Un año de vida intensa, vive dios. 

Puntales

El secreto reside en la calidad de los puntales. Si son de baja calidad el edificio se desmorona al poco. Y, también, si todos están del mismo lado. Por no hablar de la falta de mantenimiento.

Enkidú se fue a los bosques del Líbano porque le habían contado que allí se encontraba la mejor madera. Gilgamés no le quiso acompañar. Prefirió quedar desconsolado sujetando los gastados puntales de su reino. Enkidú murió en el intento, pero alcanzó la gloria futura. Gilgamés, derrotado ya, intentó recuperar la gloria del pasado bajando a los infiernos. Vano intento. El infierno es el vacío.

Estoy impaciente porque sé que en cualquier momento va a sonar el timbre anunciandome la llegada del nuevo puntal que he comprado en Amazón: un guitalele. Es decir, una guitarra del tamaño y por tanto el sonido, una quinta más arriba, de un ukelele. La gracia del invento va a ser que cuando vaya de gira por las llanuras solitarias lo podré llevar conmigo sin problema. Pararé en cualquier lugar ameno, desenfundaré y me pondré a trastear un giga melancólica, o una sarabanda de Poulenc, o acaso el claro de luna si la ocasión lo pide.

En fin, puntales.

sábado, 13 de febrero de 2016

Chascarrillos

De vez en cuando, sin querer, uno se entera de chascarrillos que tienen su aquel. Por ejemplo, Nati Mistral, una actriz que admiré mucho en mis años de estudiante, ha dicho con la facundia que le da su prolongada condición de diva, que el Sr. Sánchez, posible, pero Dios quiera que no probable, Presidente del Gobierno de España, parece un peluquero de señoras. Una apreciación que comparto y que, por supuesto, no creo que quiera ser peyorativa: los peluqueros de señoras me parecen señores de lo más respetable, pero es indiscutible el abismo que les separa de la prestancia apolínea que debe emanar de un mandatario. Es como aquella foto del bedel Zapatero en una esquina alejada de la mesa, haciendo como que revisaba papeles, mientras sus supuestos colegas mantenían animada charla en el otro extremo de la habitación. Cada uno sirve para lo que sirve y Zapatero hubiese sido un espléndido bedel y el Sr, Sánchez a buen seguro podría llegar muy alto arreglando los pelos de las famosas. 

Pero lo que realmente me ha encantado ha sido leer el alegato que hace la cantante Alaska contra el sentimentalismo y a favor de la razón. A mi nada modesto juicio ahí reside la madre de nuestro mayor problema: la incapacidad de asumir el material del que estamos hechos. Lo he dicho mil veces y lo repetiré por activa y pasiva: este país, mi querida España, no despegara del todo hasta que no desentronice los Sagrados Corazones diseminados por las encrucijadas y altozanos de las ciudades y pueblos. Apelar a los sentimientos, al corazón misericordioso, para socorrer al prójimo en apuros es propio de primates previos a la mutación que les hizo homínidos. O, si quieren, viniendo un poco más acá, de cristianos previos a la revolución renacentista. ¿Han visto ustedes algún sagrado corazón en las ciudades de cultura protestante o calvinista? Y sin embargo en ellas se socorre tanto o más que en las católicas a los desválidos. Porque, señores, lo de socorrer a los desventurados no es cosa de buenos o malos sino de listos o tontos. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que no hay cosa más tóxica que las personas que están mal. Por eso, aliviarlos es la inversión más rentable que se puede concebir. Pura matemática en definitiva. 

En fin, menos mal que de vez en cuando se escucha decir a gente de lo que se ha dado en llamar mundo de cultura, cuando lo es del espectáculo, cosas con sentido común, porque, es que, madre mía, qué gente más elemental... o subdesarrollada, con esa obsesión porque se les tome por buenas personas. Como si eso fuese algo. ¡Pobres idiotas!

viernes, 12 de febrero de 2016

Greedy

Nunca se sabe porque la partida acaba de empezar, pero no me extrañaría nada que acabásemos viendo a Donald Trump de Presidente USA.  Francamente, me importa un rábano quién sea el que salga elegido, pero a lo mejor hasta sería deseable un tipo con dotes tan histriónicas como Donald. En ciertos momentos de la vida de cualquiera, de las naciones también, los revulsivos son la medicina adecuada. 

El otro día le veía en un mitin ante un público arrobado. La palabra que más veces pronunció fue greedy. Yo soy greedy, siempre he sido greedy y nunca lo he ocultado. Y por haber sido greedy ahora soy multimillonario. Y lo que pretendo ahora es dirigir este país para universalizar este sentimiento mío de codicia y avaricia para que volvamos a ser la gran nación que fuimos. 

Así, como les cuento. Un mitín como Dios manda. Sin mentiras. Tocando en la fibra más profunda que, quizá, no sea la mejor, pero sin cuyo reconocimiento no hay nada que hacer. La codicia es un motor inestimable e imprescincible para el avance de la especie. Sin olvidar por ello que, como todos los motores, necesita de continuo reglado y control para que no estalle bajo el culo. 

Comparo esa franqueza de lenguaje, ese desacomplejamiento, con lo que vivimos por estos lares. Aquí, todo es prevención a destiempo. Tierra de impolutos. Como si la pretensión  de pureza no fuera la peor de todas las degeneraciones. Un continuo vivir en la impostura. 

Yo, no es por dármelas, pero si me pusiese ahora a hacerles un recuento de todas las veces que recuerdo que he sido unfair, por decirlo de una forma elegante, no acabaría hasta bien entrada la madrugada. No hay vida medianamente cumplida, y la mía en cierta medida lo es, si uno no se ha jartado a probar de la fruta del mal. Es penoso reconocerlo, pero Dios nos libre de los abstemios. 

Les contaré algo que vi anoche porque me parece que tiene que ver. Estaba mirando el programa de entrevistas Hard Talk, de la BBC, y por primera vez vi a su aguerrido presentador, Stephen Sackur, contra las cuerdas. Su interlocutor, Soren Espersen, chairman del Danish People's Party, le dijo varias veces que sus preguntas eran unfair y stupid. Y Stephen se la tuvo que envainar porque hasta un niño podría comprender que las razones que daba Soren no por impías eras impecables. Si un islamista se refugia tras niños y mujeres, pues hay que disparar porque, si no, ¿para qué has ido a la guerra? ¿Acaso para perderla? Es radicalmente estúpido dárselas de humanitario ante tales dilemas. 

Y así corre el mundo, lleno de gente que nunca se cansa de hablar de la corrupción de los otros en el vano intento de ocultar lo limitado de sus méritos. ¿Qué sería de la naturaleza sin su cuota de corrupción? Todo erial, bien sure

jueves, 11 de febrero de 2016

Folletín

Anoche pasaron por una de esas cadenas raras la película de Wim Wenders "Paris, Texas". La pillé cuando zapeaba de puro aburrimiento. Me había pasado el día viendo vídeos de combinatoria y no me quedaban neuronas para nada de sustancia, así que dar con un folletín fue una fortuna. Porque eso es "Paris, Texas", un folletín de los pies a la cabeza. Como aquellos de Guillermo Sautier Casaseca con los que lloró toda España en los años 50 del siglo pasado. Y, también, supongo, como casi todas las vidas, empezando por la mía. 

Porque así son las cosas, si a una vida como la mía o la tuya, o la de cualquiera, le pones unas inverosímiles fotografías, una música manipuladora a reventar y, para rematar, le añades una versión inteligente de los diálogos que tuviste en alguno de los episodios tensos que pasaste, entonces, ahí tienes un folletín como una casa. Folletín que, si se da la circunstancia de que el director que la realizó es uno de esos considerados como de "culto" que le dicen, pues ya tienes asegurada una crítica favorable en todos los círculos cinéfilos de cariz fetichista. O sea, en casi todos. 

El caso es que recordaba perfectamente haber visto esa película cuando todavía ejercía de rokero que nunca muere. En alguno de esos cines a los que sólo iban fetichistas con pedigree. Pero si alguien me hubiese preguntado de qué iba sólo hubiese podido contestar cuatro vaguedades inconexas. Porque lo tengo que confesar, cuando ejercía de rokero, o de intelectual a la última, a D. G. no me enteraba de nada. Porque imagínense que me hubiese enterado y hubiese dicho  a la ilustre compañía que aquella película era un folletín a la Sautier Casaseca con aires de grandilocuencia. Hubiese sido tanto como llamarles marujas, a ellos, que estaban tan entusiasmados con su altura de miras. ¡Un folletín, por Dios! No tienes ni idea.  

Esas edades en las que los tópicos son sagrados. ¿Como vas a reconocer que tienes gustos parecidos a las porteras? La única diferencia en toda caso es que necesitas un excipiente un poco más sofisticado para tragarlo. La música, la fotografía, la economía del lenguaje, el método actoral, etc.. Pero en esencia, lo mismo: el folletín, el género que nunca cansa por el tipo de emociones que suscita. Las blandas, para que nos entendamos. Las que mejor nos reconcilian con nosotros mismos. 

En fin, fue una gran velada la de anoche.  

miércoles, 10 de febrero de 2016

Oximorones

 La verdad es que nunca me había parado a situar el concepto de riesgo en un lugar preeminente a la hora de teorizar sobre las cuestiones centrales de la vida: la convivencia, el desarrollo individual y colectivo y, en fin, cosas por el estilo. Y así ha sido que, a bote pronto, he caído en la cuenta del difícil encaje que siempre han tenido, tienen y tendrán, en el mundo las diferentes formas de encarar el riesgo. Podríamos simplificar hablando de cobardes y valientes, pero esto, en cualquier caso, sería punto de llegada y nunca de salida. 

Así y todo, el hecho de no haber focalizado en el pasado  mis análisis en el riesgo no fue óbice para que hace ya mucho cayese en la cuenta de que la frase más letal y frecuente de la educación pequeñoburguesa haya sido y siga siendo: "tú, hijo, algo seguro". Es decir, funcionario. 

¿Por qué digo letal? Pues muy sencillo, porque se trata de eliminar el riesgo de raíz. Hay que cavar tan hondo para ello que difícilmente se puede salir después del hoyo. Uno mira para arriba y sólo ve el trocito de cielo que limitan los bordes del hoyo. Y piensa que eso es todo. Parecido a la cueva de Platón. Sombras nada más acariciando tus sueños, como en el bolero.  

Total, que dándole vueltas, he concluido que quizá la mejor manera de definir a los diferentes partidos políticos, ahora que están tan de moda, no sea otra que la valoración de la cantidad de riesgo que obligan a asumir a sus votantes. Del infinito al cero. Apáñatelas como puedas/yo te lo soluciono todo. 

Lo verdaderamente curioso de estas conjeturas a las que he llegado es que, entonces, de haber algo de verosimilitud en ellas, resultaría todavía más prodigiosa la asimilación que la sociedad hace del progreso al todo solucionado. O si quieren, progresismo/seguridad total. ¿Pero es que acaso no nos ha demostrado la realidad hasta la saciedad que cuando los primates lo tienen todo resuelto caen automáticamente en el nefando vicio de la masturbación? Vayan, si no, al zoo y observen a los monos. 

El progreso y seguridad es un oximorón. Igual que izquierda progresista. Y hasta que no se estirpe semejante monstruosidad del lenguaje cotidiano seguiremos acariciando sombras. 

El progreso es hijo de la confrontación con el riesgo y lo demás son mandangas. 

En fin, qué peste de políticos.   

martes, 9 de febrero de 2016

Probabilidades

Desde luego que mi vocación de cenobio se incrementa día a día y no creo que tarde en ponerla en práctica si los dioses omnipotentes me dan fuerzas para ello. Porque el asunto que me corrompe y cansa hasta ya no poder más es sentir la pérdida de tiempo que me supone el ser mundano. Dios mío, la cantidad de basura, de hojas parroquiales, que hay que tragarse para poder convivir sin sobresaltos. 

En realidad lo que me pudre, o alimenta mi mórbido pesimismo, es la cada vez más firme convicción de que son muy pocos los humanos que puede vivir sin sus inquebrantables adscripciones de todo tipo: a un equipo de fútbol, a una ideología, a un terruño, etc., pero, sobre todo, lo más dañino, como digo, a una hoja parroquial. La hoja parroquial es el alma del pueblo: El País, el ABC, La Vanguardia, etc., a cada cual más mierda de toro, como dicen los ingleses. 

El ser humano y su lamentable propensión a encerrar el mundo en su puño. Tenerlo todo atado y bien atado, como dijo el más grande por sibilino de los padres de nuestra patria moderna. Del Madrid o del Barcelona, pero eso sí, a muerte. Sin el menor resquicio para que no se me escapen las esencias y empiece a titubear. Y Descartes que se joda.

El caso es que llevo unos días intentando centrarme en dos objetivos concretos: Against the Gods y The Feynman Lectures on Physics. Dos objetivos, se lo aseguro, de cierta altura. Y que, por tanto, no han tardado en ponerme en el sitio que me corresponde: el de ignorante total de la ciencia básica necesaria para comprender cualquier cosa de enjundia. En realidad no es éste un sentimiento que me sea ajeno: ya lo padecí cuando pretendía hacer de fisiólogo respiratorio con conocimientos párvulos de matemáticas, física y química. Claro, entonces, la imposibilidad de avanzar me mató de aburrimiento. Y escogí el mal camino: el de las hojas parroquiales. Pero ahora, les juro por lo más sagrado que no voy a tropezar en la misma piedra por segunda vez; ahora me voy a poner a cavar bien hondo para cimentar con fundamento. Y en ello estoy, en la ciencia de las probabilidades, la única artillería que permite a la humanidad enfrentarse a los dioses con alguna posibilidad de ganarles terreno. La probabilidad: la cuantificación de la incertidumbre. Y del riesgo, por lo tanto.  

En fin, que no daría yo por tener la voluntad necesaria para no volver a mirar, ni de reojo, una sola hoja parroquial. Ser ignorante total de las estériles querellas que mantienen los humanos en su afán de confirmarse en su pequeñez y vaguería. Dios, con lo flipante que tiene que ser quedarse en suspenso contemplando el universo y comprender una brizna de su sorprendente mecánica. Mecánica cuántica. Acaso probabilidades. Ni zorra idea.  

lunes, 8 de febrero de 2016

Implementación de los Lineamientos

¿Para qué dirían ustedes que sirve una "Comisión para la Implementación de los Lineamientos"? Comprendo su estupefacción, pero las cosas son como son, o sea, que, como dijo el clásico, cuando la gente normal se desentiende de la política siempre acaban mandando los sinvergüenzas. 

Implementación de los Lineamientos es como camuflan en Cuba a lo que en cualquier lugar decente llaman Plan de Desarrollo. Pero Cuba no es decente. Lleva casi sesenta años gobernada por los que han dado sobradas pruebas de ser los sinvergüenzas más avezados del planeta. Me dirán que lo son más los gobernantes de Corea del Norte, pero no, en absoluto, a los de Corea del Norte les falta una de las patas de la trinidad del perfecto hijo de perra, la de saber dar el pego.

Lo de dar el pego, algo de por sí al alcance de cualquiera en primera instancia, se convierte en fascinante cuando adquiere la textura duracell: dura y dura y dura. Sesenta años metiéndola doblada y todavía hay media España que babea de placer, ajena a los desgarros en sus partes bajas. 

Pero estamos de enhorabuena, porque hace cuatro días no era media sino prácticamente entera la que babeaba. La extensa clase media que aquí había iba allí en plan iniciático y no le fallaba el invento: volvía trasfigurada. Es lo que tienen las conquistas de la revolución, que por dos perras "te sacan toda la lichi", como dicen los pasiegos. Recuerdo que en mi ciudad de provincias había una agencia dedicada en exclusiva al ordeño jinetero. O pinguero, que también. 

El caso es que en esta vida es inevitable que unas cosas traigan otras y a la vista está que tanto tomar las cosas por sólo su lado bueno, lo de la "lichi", tiene sus consecuencias: media España vive suspirando por llenar nuestros Malecones de jineteras y pingueros. Podemos hacerlo dicen: sólo hay que implementar los lineamientos, o sea, para que nos entendamos, comprar viagra por internet. Lo demás por añadidura.

domingo, 7 de febrero de 2016

De ninis y frikis

El otro día vi una película curiosa de título "Como cada mañana". Está rodada en Palma de Mallorca y juraría que es el resultado de un proyecto de amiguetes que se han financiado por ese procedimiento que llaman crowdfunding, que es algo así como rascarse todos los bolsillos a ver cuanto sale.

"Como cada mañana" viene a ser una historia de frikis  y ninis, mitad a mitad. Frikis y ninis, un subproducto inevitable de las sociedades opulentas por competitivas. Sociedades, como se dice, de igualdad de oportunidades, cosa que sí, por supuesto que está muy bien y es muy deseable, pero que obvía el hecho incuestionable de las insalvables diferencias que crea la madre naturaleza al repartir sus dones. Lo que natura non da, non presta ni Salamanca ni la igualdad de oportunidades y, entonces, sólo queda el recurso a hacer cosas raras, ir de artista y cosas así, a ver si alguien se fija en ti y llueve algo del cielo. 

Como todo, es una cuestión matemática. De probabilidades. Cuanto más opulenta y sofisticada es una sociedad mayor es la competitividad entre los miembros que la componen y, de ahí, de esa relación directamente proporcional, que se pueda extraer una constante, k, que sirva para calcular el número de fikis y ninis que irán surgiendo con cada punto que crece el Producto Interior Bruto. El PIB, que le dicen.

Y en esas estamos, tan ricos ya que se ha disparado exponencialmente el número de colgados. Si con un punto de PIB se multiplican por dos, con dos puntos lo hacen por cuatro, con tres por ocho y con cuatro por diez y seis. Imagínense por donde andaremos ya con todos los puntos que hemos subido. Hay ninis y frikis hasta en la sopa. Incluso desgobernando las instituciones. Empezando por la familiar que es por donde suelen empezar todos los males. Y siguiendo por las municipales que es donde se consolidan las hecatombes... aunque hay que reconocer que pocas cosas son más entretenidas que una buena hecatombe. 

En fin, Pilarín, así anda la Villa y Corte,  llena de carteles que instan a Abraham a detenerse porque está a punto de pisar mierda. ¡Tanto artista! 

sábado, 6 de febrero de 2016

Blancos de solera

Como dice el señorito Iglesias sin cesar: de alguna manera. Estoy totalmente de acuerdo con él en ese punto: todo lo que es lo es de alguna manera y, si no, no es. Así que me parece muy bien que puntualice para que nadie se llame a engaño. Porque pudiera ser que a la gente le diese por confundir entre alguna y ninguna y ya la tendríamos armada. 

Las muletillas, conviene subrayarlo, resultan imprescindibles para parecer que estás diciendo algo cuando no estás diciendo absolutamente nada. Pautan el discurso, distrayendo de su contenido si es que le tuviera. Recuerdo como si hubiese sido ayer los discursos del Felipe González ya desgastado por los años de poder. Me parecía que estaba en la feria de San Lucas en Hoznayo viendo vender burros teñidos. "Honestamente le digo", y no podía seguir escuchándole porque inmediatamente me ponía a pensar que prevención a destiempo malicia arguye. ¿Qué patraña nos querrá encajar tras esa innecesaria afirmación? Y apenas te habías recuperado y empezado a retomar el hilo cuando te atizaba con un "le voy a ser sincero". ¡Hombre! ¿Qué pasa, que usted por lo general no lo es? Y ya te volvías a perder. Y así todo el rato. Al final decidías que era mejor irse a tomar unos blancos de solera con anchoas al Palacio. Por cierto que el Palacio ya lleva años cerrado y en manifiesta ruina... como Felipe González.

¡Ay, la retórica! El arte de convencer le dicen. Lo mismo que podrían haber dicho de embaucar. Porque esa es la cuestión, que lo mismo sirve para venderte un burro sano que uno teñido. Y de ahí la necesidad de entender de burros. El otro día preguntaba alguien en la tertulia mañanera de La Cañía dónde se podía encontrar algo fiable sobre burros. Yo, por decir algo, que no me puedo callar, apunté hacia Aristóteles. Creí recordar haber leído algo al respecto en alguno de sus ladrillos. Pero, en realidad, daba igual porque podría jurar que cualquiera de los allí sentados había tenido una vida lo suficientemente rica en lo espiritual como para poder, a estas alturas, separar al primer vistazo el grano de la paja en lo que a burros se refiere.

La enjundia de la cuestión: no es lo mismo hilar pensamientos que frases hechas. Es lo que va de dar un margen a la incertidumbre a dejar el futuro niquelado. Para ser claros, digamos, que es lo que va de lo que puede soportar una persona madura a lo que necesita desesperadamente un adolescente. 

Y ahí estamos, en ese trance perverso de la maduración. Que no hay forma de lograrla. Es como esos kiwis que compras duros con la esperanza de que en unos días estén en sazón. Y pasan quince y no sólo están igual de duros sino que también están arrugados. Los franceses, que tanto les gusta largar, han inventado una palabra para ese fenómeno. No el de los kiwis sino el de las personas. Dicen que ésta es una sociedad de adoadults. O algo así. Duros por dentro y arrugados por fuera. 

En fin, allá cada cual con los kiwis que compra. Y los burros. 

viernes, 5 de febrero de 2016

Saltar murallas

"¿Si soy lesbiana? Eso no debería interesar a nadie." Son palabras de una actriz de éxito que acaba de representar el papel de una lesbiana. Personalmente, estoy tan de acuerdo con esas palabras que casi me duele. Me duele, digo, que algo tan radicalmente obvio se convierta en noticia por lo abismalmente alejado que está de la realidad. A la gente en general parece que sólo le interesan hasta la extenuación esas intimidades anodinas de los demás y, ello, sin duda, tiene que ser por algo a lo que sólo se le podría encontrar explicación desde una perspectiva freudiana. O sea, con lo que hay en el inconsciente de cada cual que, para que nos entendamos, sólo Dios lo sabe y hay que estar a muy buenas con Él para que nos desvele alguna cosilla de vez en cuando. Bueno, quizá si vas al psicoanalista, que es su intermediario en la Tierra, las cosas se podrían facilitar un poco, pero no sé cuanto.

La cosa de la sexualidad de los demás. Sus preferencias. ¡Qué aburrimiento! Como si uno no tuviese suficiente con la suya. Pero no, y todo por culpa del monoteismo que vino a elevar la barrera, ya de por si alta, que hay entre nuestro yo interior y exterior. Lo de dentro ni te lo mires: tú, déjalo todo y sígueme. La metáfora del pastor y su rebaño, tan querida. Tan querida por el pastor, pero sobre todo por el rebaño que haciendo chistes de maricones siente colmada su vida. 

El caso es que de entre todo lo que he leído de la antiguedad clásica, que les aseguro que ha sido bastante, nunca hallé menciones a la sexualidad desde un punto de vista valorativo. Allí cada uno se tiraba lo que le apetecía y podía y santas pascuas. Si era un burro, pues un burro, como la millonaria del Asno de Oro. Claro, era gente que andaba muy ocupada con la trisección del ángulo y la decuplicación del cubo. Se exprimían la cabeza con cuestiones que abocaban a una mayor comprensión de la realidad que es lo que realmente hace que vivamos mejor. Luego, para relajarse, la metían donde les rotaba. Ya fuese en vaso idóneo para cumplir con sus obligaciones para con la especie, ya fuese en el intestino de un efebo transido de amor hacia quien le elevaba el espíritu. Nadie, que yo sepa, cuestionó el procedimiento hasta que empezó la decadencia a causa del olvido de una de las partes, la más penosa, la que era por obligación, la del vaso idóneo. 

En fin, tampoco hay que darle muchas vueltas. Ya sabemos lo que cuesta saltar murallas. Y que sólo los valientes lo consiguen. Y que, mientras tanto, el pueblo llano busca pastores que dirijan las obras de elevación de unos cuantos pisos de la dichosa muralla. Y eso nunca va a cambiar.  

jueves, 4 de febrero de 2016

El Pelotudo

Que este Papa es un pelotudo ya me lo venía temiendo desde el mismísimo momento que le escuché por primera vez. Hoy lo confirmo al cien por cien al leer lo que acaba de decir: "Soy servidor de un mundo destrozado". Ni Perón hubiese podido afinar tanto. Está claro, si el uno llegó para destruir Argentina, el otro argentino ha llegado para cargarse lo que queda de la Iglesia Católica que, en esencia, debe de ser bastante poco. 

De todas las formas de ser repugnante, la que más, a mi juicio, es la de dárselas de sufrir una barbaridad viendo el sufrimiento de los demás. Lo de preguntarse por qué sufren ¿para qué? si siempre es por culpa de los de siempre, o sea, los que no se corrieron las clases cuando eran jóvenes. 

De todas formas, comprendo al Pelotudo. Como comprendo la amargura de todos los que van a menos por su puritita estupidez. Por los curas ya ni en las aldeas dan un chavo. Y en los suburbios ni te digo. Y  todo por esa obsesión de ir pregonando a los cuatro vientos que yo soy igual que vosotros. "Trátame de tú, por favor". Su forma de entender la cercanía. Qué poderes sobrenaturales se van a tener así. En fin, cualquier cosa antes de volver a subir el Calvario como aquellos curas de cuando la República que fueron los últimos de Filipinas. Aquel peligroso oficio de intermediarios entre las beatas ricas y los pobres. Afortunadamente hoy día intermedia el Estado vía impuestos y, los curas, arqueología social. Por eso los ayuntamientos ponen unos cuantos por las calles para que les fotografíen los turistas. Ya saben, el parque temático, como el caganer en el nacimiento.  



Por otro lado y cambiando de tema, fíjense ustedes si no es para estar contentos: como demuestra la experiencia más reciente se puede vivir 107 años bebiendo un litro y medio de tintorro en cada comida. Si Antonio Docampo García pudo, por qué no yo. Ya lo decía Celestina: 

"Asentaos vosotros, mis hijos, que harto lugar hay para todos, a Dios gracias. Tanto nos diesen del paraíso cuando allá vamos. Poneos en orden, cada uno cabe la suya; yo, que estoy sola, pondré cabe mí este jarro y taza, que no es más mi vida de cuanto con ello hablo. Después que me fui haciendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa que escanciar, porque quien la miel trata siempre se le pega de ella. Pues de noche, en invierno, no hay tal escalentador de cama. Que con dos jarrillos de éstos que beba, cuando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche. De esto aforro todos mis vestidos cuando viene la Navidad; esto me calienta la sangre; esto me sostiene contino en un ser; esto me hace andar siempre alegre; esto me para fresca; de esto vea yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año, que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días. Esto quita la tristeza del corazón más que el oro ni el coral; esto da esfuerzo al mozo y al viejo fuerza; pone color al descolorido; coraje al cobarde; al flojo diligencia; conforta los celebros; saca el frío del estómago; quita el hedor del anhélito; hace potentes los fríos; hace sufrir los afanes de las labranzas; a los cansados segadores hace sudar toda agua mala; sana el romadizo y las muelas; sostiene sin heder en la mar, lo cual no hace el agua. Más propiedades te diría de ello que todos tenéis cabellos. Así que no sé quién no se goce en mentarlo. No tiene sino una tacha, que lo bueno vale caro y lo malo hace daño. Así que, con lo que sana el hígado, enferma la bolsa. Pero todavía con mi fatiga busco lo mejor para eso poco que bebo, una sola docena de veces a cada comida. No me harán pasar de allí salvo si no soy convidada como ahora."

¡Ay si el Pelotudo se sentase un poco más cabe el jarro!

miércoles, 3 de febrero de 2016

Sight of relief

Ha dicho el Sr. Sánchez, Ilustrísimo, por cierto, según el tratamiento que ayer escuché le daba el Presidente de la Cortes, que España ha suspirado aliviada al enterarse de que el Rey le ha encargado formar gobierno. Ni más ni menos, así, como les digo, un suspiro de alivio, a sight of relief que dicen los ingleses. ¡Macanudo, che! O, por decirlo al estilo de Richard Burton en La Noche de la Iguana: ¡Fantastic!

Yo le vi ayer por la tele cuando dijo: "anuncio con toda la solemnidad que voy a formar gobierno. Creo que ni siquiera dijo que lo iba a intentar. La verdad es que no entendí en absoluto a que demonios venía aquello de la solemnidad, pero el caso es que vino y el tipo se quedó más ancho si cabe. Es lo que tienen los pavos.

Es que con esto de andar fuera de casa uno se tiene que tragar las televisiones nacionales con todos sus indigestos contenidos. Digo yo que por qué la gente, tan culta como es, no se conectará al ASTRA o, por lo menos, a Movistar o Vodafone, para poder ver canales de reducida toxicidad. 

El caso es que he llegado a Madrid, me he subido al taxi y he visto que frente a mis ojos había un cartel con la siguiente leyenda: "si está mal vaya a amargar la vida a otras personas". El taxista me ha preguntado la dirección y a continuación ha puesto una musiquilla country a un volumen razonable. Me ha dejado disfrutar del paseo. Realmente las calles por las que hemos pasado son espléndidas. No sé si la gente que vive en ellas se habrá sumado al gigantesco suspiro nacional que dice Don Pedro. Me temo que no. No es de buen gusto

Total, me apeo, entro en casa y saludo a José Luis, el portero. Le pregunto como ha ido todo y me dice que bien, pero a continuación empieza con la habitual retahila de pequeñas quejas. ¡Qué le vamos a hacer! Seguro que tampoco él suspiró para aliviarse. Es lo que tiene ser portero frente al Retiro que se te pega de los señores lo del buen gusto. Cuando estoy a punto de entrar en el ascensor lanza una exclamación como de caer en la cuenta y me dice que tiene un paquete para mí. Me lo envía Santi. Se trata de "Against de Gods" "Una notable (remarkable) historia del riesgo". Tiene buena pinta. Ya les contaré. 

lunes, 1 de febrero de 2016

La máxima ambición

A veces uno se pregunta si el sentido de la vida no será otra cosa sino saber escoger y mantener un puñado de amigos. En realidad, que nadie se engañe al respecto, nada le define mejor a uno que la calidad de los amigos que tiene y el tiempo que los conserva. Y eso no por otra cosa que por ser la amistad de entre todos los afectos el más interesado. Goethe le decía las afinidades electivas, es decir, que no te habían caído en suerte como, un suponer, la familia o los compañeros de trabajo, no, les habías elegido tú de entre todos los encuentros al azar que te proporciona la vida. Y los habías elegido porque intuiste afinidades que, las más de las veces, con el trato, te resultaron insulsas y, de ahí, los montones de cadáveres que cualquier vida cumplida va dejando en las cunetas.

Pla, en su Cuaderno Gris, le dedica mucha atención al concepto amistad. Y entre lo que recuerdo está que lo que más le horrorizaba era el cariño. Basar una amistad en el haber cogido cariño a alguien le parecía insoportable. La amistad, aseguraba, o es rentable o no dura. Si no es rentable y dura, en tal caso, habrá que llamarla de otra forma, pero nunca amistad. Lo confieso, pocas veces he estado más de acuerdo con algo de lo que he leído a lo largo de la vida. Amistad es sinónimo de rentabilidad. Luego habrá que ver el tipo de riqueza que cada uno persigue. Y en esto consiste la calidad y seguramente su duración.

El caso es que de vez en cuando retorno a Región saturado de soledad e información. Necesito diluir la una y contrastar la otra. Y entonces es cuando enfrento lo que realmente ha sido mi vida y, la verdad, lo confieso con orgullo, porque es por mis méritos, me embarga la satisfacción al constatar la calidad de los espejos en los que tengo la oportunidad de reflejarme.

Ya sea en torno a una mesa con cafés, ya sea paseando, todas las inquietudes acumuladas van siendo desgranadas hasta hacerlas alimento digerible para un espíritu enfermo de exigencia. Esa es la magia, la afinidad electiva: la conversación inteligente con gente que no persiguió otra cosa en la vida que comprender el porqué de las cosas. Y en eso consiste su riqueza, en elevar el espíritu. La máxima ambición posible.

En fin, me voy ya, cargado de nueva energía, al encuentro de las llanuras Castellanas para seguir rumiando lo recientemente ingerido mientras pedaleo sin descanso.

domingo, 31 de enero de 2016

¿El menos malo?

En las últimas elecciones al parlamento de la nación no voté. Y aunque no quiero ser de los de decir nunca jamás, pienso que lo más probable es que no vuelva a votar. Me doy por amortizado. Porque es que, además, me abandonaron ya las simpatías incondicionales por este tipo de sistema político que, según sus apologetas, es el menos malo de todos.

El menos malo de todos, lo dijo, creo, Churchill hace ya va para ochenta años y ahí está el aserto convertido en axioma que se te ocurre cuestionarlo y poco menos que te ahorcan. No sé, pero me parece que por salud mental convendría cuestionar las convenciones incluso cuando funcionan. No te digo ya cuando empieza a dar la sensación de que se sustentan en la mentira. O la ficción, si no queremos ser tan duros.

El caso es que quiso el destino que viese un trocito del combate entre los titulares de las dos opciones políticas en liza. ¿Dos opciones? Aquí empieza el gran engaño. ¿En que se diferencian esas opciones? Se lo diré: una es la de los indecentes y la otra la de los miserables y mezquinos. Esta fue la única conclusión que pude sacar del trocito que escuché. Cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo. Y no hay otra razón. La similitud funcional de unos y otros es tan absoluta que sólo les queda el recurso al insulto para diferenciarse. Porque la única verdad es que es para ellos, y sólo para ellos, que hay mucho en juego: los puestos de trabajo espléndidamente remunerados. Para el común de los mortales la única repercusión está en función de lo diligentes que puedan ser los unos o los otros a la hora de cumplir las órdenes que les llegan de las más altas instancias. Si remolonean, como hacía el tontoelculo Zapatero, al final son dos tazas y de golpe las que tenemos que tragar. A Rajoy en eso nadie le podrá negar haber sido espabilado.

Bueno, pues ahí lo tienes, me dirán, mucho mejor votar para que gane el espabilado en vez del tontoelculo. Si, ya, de acuerdo, pero… para empezar todo esto es muy cansino. Vota y vota y vota y no hay forma de ahuyentar a los ineptos. Al revés, cada vez tienen más cancha por cuestiones elementales: las afinidades electivas que dijo el poeta. Un chusma, por definición, sólo se consuela si ve la ruina colectiva en lontananza. Que les quiten a los ricos todo lo que han robado para que podamos organizar la fiesta. Podemos. Es la esencia de la democracia al uso, que sólo deja el recurso a aprender de los errores.

Y el mayor de todos, se lo diré: una persona un voto. No me da la gana de seguir en ese juego. En la era de los big data hay medios más que de sobra para asignar peso específico a las personas de una manera justa. En un sistema de oportunidades como el actual tiene que haber alguna forma de pedir cuentas a los que las desaprovecharon todas y circulan por la vida sobre la chepa de los esforzados. Impedirles votar sería justo y equitativo.

Por otro lado, y acabo ya, ¿por qué demonios me piden a mí para poder trabajar titulaciones y habilidades que cuestan años conseguir y no les piden más que labia a señores que van a tener responsabilidades inmensamente mayores que las mías? Pues bien, si las cosas van a seguir siendo así no me interesan. Y no voto… por lo menos hasta que no quiten el derecho al voto a los “ninis” y no exijan a los políticos titulación específica y años de práctica como me los exigieron a mí.

jueves, 28 de enero de 2016

Coágulos


Iba ayer de paseo por una acera cuando un coágulo formado por una familia me obligó a detenerme. Sin querer tuve que escuchar lo que hablaban. Al niño, de cinco o seis años, por lo visto le habían regalado una caja de golosinas y, el que parecía su padre, le preguntaba con cierta vehemencia si las había repartido con sus compañeros. Sin duda, con aquella vehemencia, el padre pensaba que estaba contribuyendo a una mejor educación de su hijo.

Ustedes, qué piensan del asunto. ¿Creen que mejora la educación de los niños enseñarles, o forzarles, a repartir todo lo que les cae del cielo? Yo, lo estuve pensando un rato y concluí que quizá ese padre fue de niño más de lo debido a la catequesis de la parroquia de su barrio obrero. Ahí estaba el pobre desgraciado tratando de infiltrar a su querido hijito, con toda su buena intención, eso sí, una de las peores de entre todas las nefastas alienaciones que han lastrado a la humanidad: la comunidad cristiana de bienes.

Se empieza por ahí y se acaba colgando una mugrienta pancarta en la fachada del Palacio Cibeles con la leyenda “WELLCOME REFUGES”. Y qué bueno soy. Sí, pero ahora dime en qué contribuyes a crear esa riqueza que tanto te complace repartir.

Si, así, de entrada, el padre hubiese preguntado: ¿Qué has hecho con las golosinas, hijo? Entonces, en vez de lo de la catequesis quizá hubiese pensado que ese padre a lo mejor hasta había leído a Adam Smith. Porque la caja de golosinas, efectivamente, es un capital que el niño tiene en sus manos y que, por tanto, puede dilapidar, pero, también, ponerle a producir.

Y ahí está el quid de la cuestión, que ese dilapidar que es la comunidad cristiana de bienes da unos réditos tan instantáneos como fugaces y, sin embargo, eso tan antipático de ponerlo a producir da la oportunidad de poder en un futuro practicar esa forma inteligente de la caridad, o el compartir, o la solidaridad, que es la filantropía.

En fin, es tan complicado el educar… pero es que además, estoy casi seguro de que más de la mitad de los niños con los que ese padre invitaba a su hijo a compartir las golosinas tienen sobrepeso. La verdad, no sé qué hace la gente, quizá los abuelos, regalando a estas alturas golosinas a los niños. Ni golosinas ni nada... bueno, quizá una caña. 

¡Dichosos coágulos!

miércoles, 27 de enero de 2016

La vida




Esta lucha contra uno mismo que es la vida. Y el saber que ese inextinguible anhelo de paz, de estabilidad, no es otra cosa que pulsión de muerte. Sí, así es, o vives en la cuerda floja, hoy aquí, mañana allí, o estás finiquitado. Sin la incierta batalla de cada día la vida es nada. Obligado a idear estrategias para, si no ganarlas, sí salir de ellas con las menos heridas posibles y algún tipo de botín. E insistir e insistir impulsado por esa fuerza misteriosa que es el querer de los dioses. Un milagro, desde luego.

lunes, 25 de enero de 2016

Gascón de Nava



Hace ya unos cuantos años pase un fin de semana en mi pueblo natal. Nunca me ha gustado volver a la escena del crimen, pero las circunstancias me obligaron y en todo momento procuré estar a la altura de la dignidad que se me suponía. Algunos se pensaron que volvía para quedarme e incluso el conspicuo representante del partido político que se pudría en la oposición desde tiempo inmemorial me ofreció su puesto como candidato a las próximas elecciones a la alcaldía. Tú puedes arrasar, me dijo. Me quedé de una pieza, pero por otra parte sabía de la facilidad con la que se mitifica en los pueblos al que se va y no vuelve ni por las fiestas. El caso es que de los pocos con los que hablé, todos me entraron a saco con temas de política. Andaban allí a la sazón, por lo que pude ver, bastante enrabiados con el asunto de los nombres de las calles. Todas por supuesto dedicadas a los gerifaltes del franquismo. Les dije a todos, más o menos, que personalmente me la traía al pairo, pero que en esas cosas lo mejor es el equilibro. Esta para ti y esta para mí. Cosas así. A alguno le dije que ciertos nombres, caso de estar todavía vivos, incluso podían estar siendo reclamados por el Tribunal de La Haya. No creo que le gustase y seguro que sacó conclusiones exageradas sobre mí. Eso sí, los dos o tres defensores del mantenimiento del status quo tenían bien aprendido el mantra de que la historia no se cambia cambiando los nombres. La ley del embudo, claro, típica de los que a su ignorancia le añaden una corta inteligencia.

Me acordé ayer de estas cosas con motivo de haber parado a descansar de una larga cabalgada en la Plaza del Caudillo de Gascón de Nava. De inmediato pensé que aquel nombre le sentaba a la plaza como un guante y que afortunadamente a ningún alcalde necio se le había ocurrido cambiarle. Gascón de la Nava es uno de aquellos pueblos de colonización que se construyeron de nueva planta en los comienzos del franquismo. En este caso para alojar a las familias que se iban a encargar de hacer productivos los terrenos recién ganados tras desecar la laguna que había en la gran nava al oeste de Palencia. Esto sí que es historia, sin vuelta de hoja. Historia de entre la mejor historia de este país y ligada al Caudillo pese a quien pese. Liberar a toda una región de las fiebres cuartanas a la vez que se enseña a la gente a cagar en el retrete y ducharse de vez en cuando es un tipo de progreso infinitamente superior al de matriz zapateril.

Pero es que, además, estos pueblos de colonización, diseñados siempre por los más notables arquitectos de la época, debieran en justicia ser lugar de peregrinación para todos esos resentidos que en vez de ponerse a estudiar se dedican a soñar utopías. Porque no otra cosa que la consecución de una utopía son. La utopía con su natural desnaturalización con el paso del tiempo hasta convertirse en preciosa arqueología.

En fin, la construcción de la utopía ligada siempre al totalitarismo. Aunque también en esto hay clases y por eso las ligadas al totalitarismo señoritil siempre dieron mejor resultado que las del totalitarismo proletario. Es lo que hay y La Plaza del Caudillo está ahí para que no se nos olvide. 

viernes, 22 de enero de 2016

¿Cómo estás?

Dicen que cuando Patxi López, o lo pez que está Patxi, fue por primera vez a ver al Rey en su calidad de Presidente de la Cortes, se presentó, así, a lo campechano, con un ¿Cómo estás? Así, como si el día anterior hubiesen estado de potes por el casco viejo. Es lo que tiene ser maketo, que uno alterna una barbaridad con las élites linajudas y acaba por camaleonarse.

Cuando era joven, de estudiante en Valladolid, y en Madrid también, conocí a unos cuantos vascos que se llamaban Pachi, que es el nickname que suelen utilizar los vascos que se llaman Francisco. Que yo recuerde aquella gente no tenía el menor problema en poner ch cuando escribían su nombre. Ni siquiera se les pasaba por la cabeza que pudiese ser de otra manera. Pero hete aquí que un buen día un rayo divino, o algo así, inspiró a toda una comunidad de provincias que escribir ch en vez de tx era cosa de hijos de la gran puta. Cuesta de creer, que diría Jordi, pero las cosas del género humano a veces son así de surrealistas. 

Pues bien, lo pez que está Patxi, ningún problema. ¡Vasco pues, gente maja! ¿Por qué no iba a tutear al Rey si la tx concede de por sí el título de hidalguía? Pues menudo somos los ciclistas que dijo Bahamontes cuando le increparon por haber pegado a Loroño un par de bombazos en la cabeza por haberse cagado Loroño en la puta madre de Bahamontes. Claro, si Bahamontes hubiese sabido que Loroño, por vasco, era hidalgo de nacimiento, pues, yo qué sé, a lo mejor se la había envainado. 

En fin, no me negarán que el sainetillo que tienen montado estos días los Padres de la Patria es para mear y no echar gota. Y mientras tanto ¡Viva la Pepa! Aquí nadie es más que nadie. Y el que recoja la caca del perro es un pringao. Así que corto el rollo y me voy para Palencia que allí la gente todavía distingue y sabe que a los viejos se les debe tratar de usted. Y al Rey de Majestad para arriba.

jueves, 21 de enero de 2016

Empiriocriticismo

Cuando viví en Salamanca, la casualidad me llevó a tratar a una chica cubana, de nombre Mariela o algo así, que estaba en la ciudad con el propósito de realizar una tesis sobre la propiedad intelectual. Mariela, según se decía, era Vicedecana de la Facultad de Derecho de la Habana. Como siempre me resultó muy curioso que en los países con regímenes políticos de cariz comunista haya tantos "vice" de lo que sea, un día le pregunté el porqué de esa insistencia en secundizar los cargos públicos y me fue imposible entender la respuesta. Era como aquello del empiriocriticismo que decía Lenin, un mantra para iniciados. En ocasiones coincidía con ella en la misma mesa de El Bardo, el restaurante de la gente guay, así que un día, sabiendo ella que yo solía ir en coche hasta Santander, me dijo si la podía llevar. Por supuesto, yo encantado. Llevaba tiempo deseando hacerle una pregunta comprometida, así que me lo puso en bandeja. 

La pregunta en cuestión era que, qué hacía una chica como ella, ferviente defensora de la ideología comunista, dedicando sus esfuerzos al estudio de una cuestión tan radicalmente capitalista como la propiedad intelectual. Por supuesto, que tampoco me fue posible entender su respuesta, trufada, desde luego, de los inevitables "tremenda contradicción, compañero". En fin, ya saben, comunismo castrista, puro folklore. Asesino, eso sí, pero folklore. 

He recordado esta anécdota al leer hoy un artículo de mi admirado Arcadi Espada en el que insiste una vez más en el tema de la propiedad intelectual acaso cegado por su condición de juez y parte. ¿Cómo no va a querer él, que vive de escribir, que se preserven por ley los derechos de autor? Va de soi, que el mismo diría. Así es que escribe:

"La propiedad intelectual es una gota de agua donde están vivas las más dañinas bacterias de la época: el posmodernismo, el populismo, el adanismo, la orgullosa ignorancia y la criminalidad organizada en torno del bien. Todos los tontos y malvados, sin excepción y en férrea alianza liberal-podémica, son partidarios de acabar con el anacronismo de que el trabajo cultural sea remunerado."

Desde luego que no hay mayor verdad que esa de que el interés ciega. O es que no va a saber Arcadi que ese sintagma, trabajo cultural, incluye desde las más excelsas creaciones a las más apestosas imposturas... que son, por cierto, las que mejor se libran de los embates del progreso tecnológico por razones elementales, Mister Watson: las apestosas imposturas son el elixir del populacho... entre el que incluyo. 

Pues sí, el trabajo cultural, digamos que el de medio pelo, del que han estado viviendo millones de personas hasta ahora, es un trabajo radicalmente artesano y, como tal, no se va a librar de ser afectado por la máquina. La digital en este caso. Ya está pasando y nadie lo va a poder parar. Forma parte de las uvas de la ira. Y de la propia evolución del mundo. Así que es inútil soñar conspiraciones.  "El posmodernismo, el populismo, el adanismo, la orgullosa ignorancia y la criminalidad organizada en torno del bien", que con tanta vehemencia demoniza Arcadi, no son sino las inevitables consecuencias del interminable proceso de acción/reacción que es la historia de la humanidad. Los superdotados actúan a su manera y los infradotados reaccionan a la suya. Y al final, como está de sobra demostrado, siempre ganan los buenos y el mundo sigue mejorando.

Por lo demás, aquí tienen un trabajo cultural como la copa de un pino que no por ser de acceso gratuito ha dejado de ser remunerado con la mayor gloria a la que es posible acceder a los humanos:
 http://www.feynmanlectures.caltech.edu/ 

miércoles, 20 de enero de 2016

Ni de "letras"

Recuerdo que, allá por los años 70 del pasado siglo, se armó gran revuelo en el hospital en el que por aquel entonces estaba enrolado a causa de haberse descubierto que uno de los cirujanos de corazón no tenía acabada la carrera de medicina. Era un tipo agradable y discreto al que la competencia se le suponía por gozar de la confianza de su jefe, uno de los mejores cirujanos cardiovasculares que ha dado el país, si no el mundo. Al chaval, que desapareció de inmediato, le montaron una buena y si no acabó en el truyo poco le debió de faltar. En cualquier caso los comentarios dominantes no le eran muy favorables, sirviéndole de poco su acreditada competencia artesana. Así fue que se dio constancia ante el respetable de la importancia de los procedimientos. De los vericuetos seguidos por el interesado para haber llegado a aquella sorprendente situación, apenas se supo, por más que, bien mirado, quizá fuera lo único interesante de todo el caso. El tipo había defraudado los procedimientos y tenía que pagarlo. Eso fue todo. 

Me he acordado de tal suceso, y las diferentes varas de medir, al leer un enlace que me envía hoy Jacobo. Resulta que tanto el nuevo Presidente de la Generalidad de Cataluña, como la Alcaldesa de Barcelona, como los jefes de los partidos socialista y popular de esa comunidad, así como otro montón de altos cargos políticos, ninguno tiene acabada la carrera que empezó, por lo general siempre de las que se conocen como "de letras", o sea, que las matemáticas ni olerlas no vaya a ser... Bueno, no estoy seguro, pero creo haber leído en alguna parte que el actual presidente de las Cortes, ahí es nada, llegó incluso a matricularse de primero de Derecho en una universidad de provincias. Un gran tipo. 

Uno no sabe qué pensar de todo esto, si son detalles simplemente anecdóticos o si será algo que tiene ineluctablemente que ver con la real merdé que hay montada en el país. La verdad es que en los medios en los que me he movido siempre se ha pensado que hay que ser muy vago o muy lerdo para no poder con una carrera de letras. Otra cosa es ser bueno y destacar en esas materias, que eso todo el mundo sabe que está reservado a las mejores cabezas. La paradoja de siempre, lo fácil es a la larga lo más difícil y viceversa. Pero éste es otro tema.

Lo que es curioso, ahora que caigo, es que todos los casos comentados provengan de lo que se ha dado en conocer como "comunidades históricas": Cataluña y el País Vasco. Supongo que algo tendrá que ver en esa deriva el que se lleve décadas, siglos acaso, insistiendo en que nacer en esos lugares es de por sí una misión en la vida. En esos lugares ya viene uno al mundo con todos los atributos puestos. El de la omnisciencia incluido. Así que a quoi bon perder el tiempo estudiando. 

No sé, en fin, porque he conocido mucha gente con carrera que me ha parecido de una simpleza apabullante. Claro que también tengo que decir que ha sido gente que ha hecho poco daño porque por lo general se han dedicado a mandar en lo que sea. Mandar en un hospital, como dirigir una orquesta, todo el mundo sabe que es pura ficción. Si hay buenos médicos o músicos, la cosa va sola. Si son unos piernas, ni que el mismísimo Dios dirigiese. Un país supongo que es diferente. Un país es un sistema muy complejo que requiere método para funcionar. 

Sistema complejo y método, las dos cosas que se tratan de aprender estudiando cualquier carrera. Así que no sé hasta que punto sería deseable que se exigiese un determinado currículum a quienes se dedican a la cosa pública. Pero ya digo, los hay que le traen puesto por haber nacido donde han nacido. 

Y perdonen por los desvaríos, pero es que no veo que estás cosas se puedan ajustar de ninguna forma a razón. 

martes, 19 de enero de 2016

La justicia del tiempo

Hay una frase por ahí que no sé si es consuelo de tontos o certera premonición. O aunque sólo fuera medio certera. Es la que asegura que el tiempo acaba por ponerlo todo en su sitio. Personalmente, pienso que quizá haya algo de verdad en tal aserto, aunque para ser exactos habría que añadir que las más de las veces es tanto el tiempo necesario que cuando llega el acomodo a lo que más se parece es a la cebada al rabo del burro muerto. En cualquier caso conviene constatar dos realidades que son a la vez contrapuestas y complementarias y que, entre las dos, en gran medida forman la salsa que sazona el devenir del mundo: la creación de mitos por un lado y la destrucción de esos mitos por el otro. 

Es la historia de la humanidad resumida en la glorificación del tenista Nadal y la sospecha que se ha levantado de su previsible implicación en la merdé que tiene estos días tan entretenidos a los medios de comunicación: el amañamiento por parte de las casas de apuestas de los partidos entre las grandes estrellas del deporte. Si es verdad o mentira ya da igual: el mito ya está tocado. La importancia de esas estrellas, el valor simbólico que se las ha querido dar, siempre ha sido una impostura vergonzante que sólo ha engañado a los bobos... aunque por suerte o desgracia, que no sé, los bobos son, o somos, la inmensa mayoría de la humanidad. 

La mitificación del deporte de competición es otro, entre tantos, de los legados que nos dejó la Grecia Clásica. A mí, sin duda, es el que menos me convence. Quizá por resentimiento, ya que, por el querer de los dioses, mi constitución física es de lo menos apropiada para competir en cualesquiera actividad que precise de fuerza bruta. Ni aunque me hubiese machacado a entrenar hubiese podido sobrepasar la categoría de cuarta regional. Pero ahí está la construcción del mito, haber sido favorecido por los dioses con una constitución física excepcional a la que se añade un voluntad de hierro para entrenarse hasta la autodestrucción y, quizá, alguna brizna de inteligencia para asimilar pequeños gestos que marcan la diferencia con los competidores. Y así, ya tenemos los tres pilares del mito: favorito de los dioses, trabajador e inteligente. No es extraño que los poderes púbicos utilicen a estos pobres chicos como símbolos de la pureza humana y les otorguen los laureles de la ejemplaridad. Premios Príncipe de Asturias y chabacanadas por el estilo. 

De todas formas tengo que decir que no estoy siendo justo con los clásicos. Cuando lo de los juegos de Olimpia o del Istmo, por poner dos ejemplos, allí competía gente capacitada físicamente que por lo demás llevaba una vida normal. Entrando dentro de lo normal el culto al ejercicio cotidiano con el que me siento plenamente identificado. Lo de hoy día es una aberración de aquello: al que tiene la desgracia de haber nacido físicamente privilegiado le agarran una serie de vampiros y le apartan de la vida normal y le someten a un pseudocientífico método de mejoramiento de facultades que en realidad es un tormentoso camino de autodestrucción. Por lo general, salvo excepciones, le dejan el cerebro más seco que la pata un santo. Un injusticia sin duda mucho, muchísimo más perversa que eso que llaman violencia de género y demás mandangas de moda. 

En definitiva, ¿quién se acuerda hoy de un mito del deporte no digo ya de cuando Olimpia sino de hace cien años? Y sin embargo, Pitágoras, Tales, Platón, Aristóteles, Eratóstenes, y un largo etc., cada vez brillan más en el firmamento de nuestra admiración. Es la justicia implacable del tiempo que pasa. 

  

lunes, 18 de enero de 2016

CEOs

Cuando uno ve imágenes del líder de los socialistas españoles en compañía de Revilluca, comiendo anchoas y bebiendo vinos de la región, Cantabría, ¡ya te digo!, en un entorno de mesas de madera bruta y paredes de piedra, al gusto troglodita, entonces, en un primer movimiento de la razón, te echas las manos a la cabeza y exclamas: ¡Dios mío, la que se nos viene encima! 

Pero nada más lejos. Toda esa representación de sabor de barrio/tesoro antiguo, no es más que pasto de entretenimiento para la chusmilla iletrada ya sea de un bando o del otro. Y no se crean que es algo muy diferente a lo que está pasando en los que conocemos como países de nuestro entorno. Te vas a la Pérfida Albión y al decir de sus medios no hay nada que preocupe más a los ingleses que el si nos vamos o nos quedamos en la Comunidad Económica Europea... con los burócratas de Bruselas como escusa. Bruselas ens roba, es el lema de los que se quieren ir. ¿Les suena? En Francia, ni les hablo. El 90% del debate nacional está dedicado a discernir lo que es de derechas o de izquierdas. Hasta que eso no está resuelto todo queda paralizado menos, claro, la irresistible ascensión de los populismos de toda laya. Italia, Alemania, EEUU, en todos es igual, el populacho sin expectativas y con sueldos de miseria por trabajos siempre serviles se acoge a ilusiones imposibles y con eso se entretiene. 

El caso es que como estos días los alifafes me tienen atado a la butaca veo más tele de lo que habitual. Y, claro, como estamos a las puertas de los encuentros anuales en Davos, las cadenas responsables están dedicadas en cuerpo y alma a caldear el ambiente. El tema central de Davos este año es como afrontar los retos de la cuarta revolución industrial, es decir, la numérica. Si la máquina de vapor supuso expulsar del mundo a millones de tejedores y arrieros, y luego el tractor mandó a los suburbios de las ciudades a millones de labradores, etc. etc., lo de ahora con lo numérico, o digital, o cómo le quieran llamar, es para echarse a temblar. Las expectativas de cambio social no tienen parangón con ninguna de las anteriores. Si un tractor sacaba del campo a cien peones, un progamador saca a mil white collars de las oficinas. Y como es fácil comprender, no es lo mismo tener desocupado a un peón que a un white collar. La escasa diferencia de formación entre unos y otros es suficiente para que el peligro de agitación social crezca exponencialmente. Y eso los CEOs, Chief Executive Officer, de todo el mundo lo saben y por tal es que anden tan preocupados y vayan ahora a Davos a darse ánimos los unos a los otros. 

Así que como les digo, andan estos días los platós de las grandes cadenas que sale un CEO por una puerta y entra otro por la otra a largar sus opiniones sobre el tremendo conundrum que tiene perplejo al mundo. Recuerda mucho al de la esfinge de Edipo. No se tiene ni idea de como resolverlo para atajar la peste del desempleo que, en el fondo, es la peste de la superpoblación. Y ahora no hay Malthus que valga. Al menos ni se le cita.

Sin embargo, Dios aprieta pero no ahoga. A la irresistible corriente de la innovación se le opone la sólida barrera de la falta de competitividad. Si en Europa hubiese en estos momentos la preparación matemática que hay en la India sería la gran debacle. Afortunadamente no es así y las grandes inversiones en innovación se dirigen hacia la India donde cien millones más o menos de parados ni se nota. Pero ahí esta expectante la amenaza a la espera de que dos millones de españoles aprendan a calcular. Dos millones de empleos cualificados, diez millones de gente al bar... al menos que en el entretanto llegue un Edipo que, después de matar a su padre, sea capaz de resolver el conundrum. 

En fin, estaremos a la espectativa. Y perdón por la tabarra.