martes, 24 de junio de 2014

Ataque de sinceridad



Recuerdo que allá, por los últimos sesenta del siglo pasado, a los españoles en general se les empezó a poner bastante fácil lo de tener coche en propiedad. Como era el cumplimiento de un sueño largamente deseado la gente parecía no caber dentro de sí de felicidad con las previsibles consecuencias que tal estado de ánimo suele conllevar, o sea, para empezar, perder el sentido del ridículo. Así fue que cuanto más chusma era el propietario más pegatinas con leyenda ponía en el cristal trasero. Leyendas que, por tratarse, ya digo,  de chusma, solían ser referentes al sentimiento de pertenencia del propietario del vehículo. Exaltación de la patria chica, en definitiva. Así, los asturianos que, como supongo conocen, son tan dados a la fatuidad, exhibían con orgullo el siguiente eslogan, haciendo un guiño al bable, por supuesto: "con fabes y sidrina nun fai falta gasolina". Grandísimo chiste, en fin. 

Chistes, porque aquella fue época, sobre todo, de chistes. Bueno, si es que ha habido alguna vez alguna que no lo haya sido. El caso es que hubo uno de Chumy Chumez que se me quedó grabado para siempre por lo que sea. Se trataba de un joven que había colocado en su coche la leyenda: "Zoy españó, casi ná". Un señor que andaba por allí al verlo le dice: "no sé como te atreves a poner esas verdades". Efectivamente, ser de cualquier sitio sólo puede significar algo para los desgraciados que todo lo que tienen es debido a los méritos de los demás. Si los méritos son propios, el mejor lugar del mundo es donde más te los valoran. En eso se resumen todos los sentimientos patrios, que no por otra cosa es tan fácil encandilar a la chusma con las selecciones nacionales y tan difícil convencer a los sobresalientes de todas las disciplinas de que no se vayan a Silicon Valley. 

Entonces voy hoy y sin saber cómo ni por qué me topo con el el chiste de El Roto que reproduzco al inicio de este post y automáticamente recuerdo lo de "no sé como te atreves a poner esas verdades". Personalmente, no me caben muchas dudas de que El Roto es uno de los prototipos más acabado del parásito avispado de los que tantos pululan por los medios. Dando pábulo a los fracasados en su afán de autodisculparse. Una verdadera asquerosidad porque no les está haciendo el menor favor. Los fracasados necesitan que les espoleen y no que les adormezcan. Por lo demás, sí, se agradece que se reconozca como lo que es, aunque luego trate de disculparse con una gran mentira. Porque los parásitos no prosperan, se limitan a sobrevivir a costa de los demás y siempre expuestos a que se les aplaste a nada que se conviertan en plaga. En fin, el tufillo de los Rotos, hay que estar muy mal para no captarlo. 

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