Con estas lecturas que, confieso, ya son casi las únicas que resisto, iba ayer en el tren camino de Pujayo. Pujayo está sobre una colina al fondo de uno de los pequeños valles en los que se descompone la gigantesca concha que rodea a Bárcena de Pie de Concha. La estación de Pujayo, física en estado puro en medio de la naturaleza salvaje. Una pareja ayuda a María a bajar la bicicleta del tren. Una pareja mixta del estilo de las de mis hijas. Luego, en el pueblo ya, nos volvemos a encontrar y entablamos conversación. Ella, mujer de gran belleza, desciende, precisamente, de Pujayo y por eso están allí, visitando a su madre o cosa por el estilo. Él es fornido y de Kansas. El mundo, gracias a la física, y sólo a la física, se ha hecho tan pequeño que los de Kansas se echan novia en Pujayo como antes hacían los de Mirones en Miera.
De Pujayo para abajo y con el viento de espaldas se pueden imaginar lo que nos costó cruzar todo el valle de Iguña, lugar, por cierto, donde vio la luz una de las pocas glorias del cálculo que dio España. Torres Quevedo en concreto. Curioso valle el de Iguña. Si yo fuese amante de las cosas sobresalientes de la patria chica me iría allí y me pondría a investigar qué es lo que se esconde detrás del rico patrimonio arquitectónico, un poco desvencijado a veces, que se extiende por todo el valle. Finales del XIX, principios del XX, se deja entrever que hubo allí establecida un burguesía culta de gusto muy europeo, británico sobre todo.
En Los Llares echamos una pequeña siesta del carnero a la sombra de fresnos centenarios o casi. Después bajamos hasta las Fraguas con la intención de comer. Sólo ver el lujo provinciano del único restaurante del lugar pasamos de largo. Alguien nos dice que en la gasolinera de Los Corrales se come bien. Pensamos que con el viento de espaldas en cuatro minutos podríamos llegar allí, pero, ¡oh, maldición!, el viento había rolado en el ínterin de sur a norte y tenemos que sudar la camiseta a lo largo de todo el desfiladero. Pero quizá, eso, hizo que todavía nos supiese mejor la comida. ¿Quién sabe? Comer, buscar una adecuación recreativa para echar la siesta, seguir el curso del río y llegar a Torrelavega, el lugar, quizá, menos provincia de toda la provincia. Tomamos una coca-cola sentados en una terraza y vemos lo bien que parece vivir la gente. De allí al FEVE y, en media hora o poco más, en casa. Bonito y saludable día, en resumidas cuentas, y sin gastar dos duros que diría el escocés. O el catalá, que también se quiere separar, con perdón.
Pues el rollo de la mereología y el aspecto léxico mola más que lo de Einstein y tal. Me voy a meter en una asamblea de Podemos para proponerlo como estudio obligatorio en la enseñanza básica...
ResponderEliminarQu´est-ce que c´est la mereología?
EliminarAquí tienes la mejor explicación que conozco... http://plato.stanford.edu/entries/mereology/
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