lunes, 27 de octubre de 2014

El green



De vez en cuando me da la ventolera y me voy por ahí a dar una vuelta. Rodeo el Cabo Menor, a veces llego hasta el Faro o me acerco al Monumento al Inglés. Me dejo llevar sin la menor premeditación. Me da exactamente igual el paisaje. Dicen que es bonito, pero cuál no lo es si sabes mirarlo. Yo sólo pretendo estirar las piernas. O romper la monotonía. Como quieran llamarlo. En este sentido tengo la impresión de que toda mi vida ha sido igual. Como nunca he tenido cosa importante ni perentoria a la que dedicarme he necesitado echar mucha imaginación y sobre todo voluntad, amén de unos cuantos canutos, para buscarme la vida en evitación de que me matase el aburrimiento. Siempre a trancas y barrancas y sin mayores pasiones. Dejándolo todo a medias. O casi todo.

Así es que estoy haciendo cualquier bobada y de pronto noto que la cabeza no me da más de sí, entonces, me calzo las sandalias, me coloco la gorra y me largo por ahí con las obsesiones a pleno rendimiento. Que si tal y que si cual, como dice ahora la gente cuando no tiene palabras para expresar lo que piensa, si es que piensa. La verdad, no me explico por que les ha dado por esa muletilla que en el fondo no es sino el reconocimiento de la propia sinsustancia. Pero ésta es otra historia. Me voy por ahí, por los territorios que fueron de mis paseos de jueves por la tarde y domingos cuando niño. Es inevitable que me asalten los recuerdos. Aquí bajo estos pinos merendé un día con mis padres y hermanos. Era un sitio lejano y vinimos en el Opel con la cesta de mimbre en la baca. Los manteles sobre el verde tapizado de pinaza. Esas cosas de aquel entonces. Y ahora, mira, es un aparcamiento abarrotado en el que esforzados operarios cargan y descargan de sus coches pesados carritos llenos de palos. Bueno, ayer vi a un ingenioso jubilado que había colocado al carrito una batería y un motor. No es para menos, pensé. Tienen que recorrer todo el green arrastrando ese armatoste lleno de herramientas diversas para cada insólita ocasión. Hay que saber de eso para opinar.

Saber para opinar ¡ahí es nada! Que sería de nuestras vidas si tuviésemos que constreñirnos a tan elemental lógica. Afortunadamente las cosas son mucho más complicadas. En realidad, si se fijan bien se darán cuenta de que opinar de lo que se sabe no tiene mayor interés. Lo bueno es hacerlo sobre lo que no estamos seguros para buscar la aquiescencia o la contradicción de los interlocutores. Así nos confirmaremos o desecharemos lo que suponíamos ser acertado. En cualquier casos avanzaremos sin esfuerzo. Es el poder de la conversación. Pero, ¡ojo!, que corren por ahí muchos malentendidos convertidos en moda. Entonces puede suceder que la mierda no sea mala porque mil millones de moscas no se pueden equivocar al comerla. 

En realidad, para serles francos, por mucho que mil millones de jubilados carguen con el carrito, con motorcito o sin él, lleno de palos, no me van a convencer que lo del golf es una pasada. Lo era cuando sólo lo practicaban los muy ricos como pantalla para cerrar sus negocios a espaldas del respetable. Una cosa tontona que apenas les distraía de lo fundamental. Luego, empezaron a practicarlo los empleados de las instalaciones, como Severiano y familia que, al tomárselo en serio, se lo llevaron de calle. Ni te digo la cantidad de chavales de mi pueblo que hubiesen conseguido lo mismo si se hubiesen puesto. Entonces, los ricos, al ver lo de Severiano, se dijeron, tate, aquí hay filón. Mediatizaron su entretenimiento y a los cuatro días millones de pequeñoburgueses estaban deseando hacer lo mismo que veían hacer a los ricos. Ya saben lo que pasa con la gente que dice "que si tal y que si cual", que creen que dos personas que hacen la misma chorrada o tienen el mismo coche son iguales. Y más desde que se lleva el tuteo. En fin, campos para todos, carritos para todos y dinero para mí. Lo de siempre, la avidez de los unos por la sinsustancia de los más. Y sigue la fiesta. 

Desde luego que esto de que no lleguen los fríos propios de la época me tiene fuera de mis casillas.  

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