Anyway, yo ya hace meses que me retiré del juego. Gané por un lado lo que había perdido por otro así que doy gracias a la Fortuna por dejarme continuar siendo rico después de haber estado tentándola, que ya se sabe que no le gusta un pelo. Reconozco que ha sido exiting. Jugar es arriesgar y arriesgar te lleva a intentar comprender los entresijos de lo que esta más acá de lo puramente azaroso. La pequeña parte que puedes controlar si estudias. Así es que durante el tiempo que me duró la locura leí con avidez artículos y libros sobre el tema, empezando por el que les comentaba ayer, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Pues bien, una cosa les puedo asegurar al cien por cien, aunque sólo haya sido por la lectura de éste libro la cosa mereció la pena y mucho. Que lo sepan.
Total, que entre unas cosas y otras sigo sin tener ni idea, como los más avezados por otro lado, pero eso no quita para que la experiencia vivida haya mejorado en cierto grado mi habilidad para la quiromancia especulativa en lo que a la economía se refiere. Ahora, puedo largar con mayor conocimiento de causa y, si me apuran, puedo conseguir algún malabarismo sintáctico con visos de originalidad. Por lo demás, cuando de lo que se trata es de detalles meramente técnicos, digamos que los engranajes del sistema, mis conocimientos son pedestres, es decir, como de andar por casa. Y por tal es que comprendo que por mucho que quisiera, a la hora de la verdad, nunca podría pasar de ser el jugador que he sido, o sea, de mesa camilla los domingos por la tarde después del chocolate.
Pero, a lo que íbamos, que la bolsa ha bajado y eso, grosso modo, es achacable a que la economía se estanca. ¿Se estanca? ¡Quién lo diría! Pero sí, las cifras no engañan. Si las empresas no ganan no pueden pagar dividendos. Si no pagan dividendos los accionistas se llevan la pasta a otro lado. Si no hay pasta no se puede innovar. Si no se innova no se puede competir. Si no se puede competir vienen los demagogos a decir que si se cerrasen los mercados se solucionaría todo. Y la pobre gente inculta, que es la que en definitiva recibe las tortas, tiende a creérselo todo. Y en esas estamos, con los ricos poniendo su dinero a resguardo en bonos alemanes y americanos del norte hasta que a la gente inculta se le pase el berrinche y pase por el aro, es decir, acepte sueldos más bajos. Y aún así, nunca habrá ya sitio para todos los de esa clase de gente porque la innovación entre otras cosas consiste en sustituirlos por máquinas. Y más que se les sustituiría de puro fácil que es si no fuese porque da miedo dejarlos por ahí sueltos y a merced de los demagogos.
Acumulación, crisis, innovación, las tres fases del ciclo económico que les decía ayer. Pues bien, la innovación en estos momentos nadie discutiría que es frenética, lo mismo que la crisis y no digamos la acumulación. Las tres fases conviven entre sí sin mayores problemas. Nos mostraba el documental de ARTE las espantosas condiciones de vida de los obreros que montan los nuevos cachivaches de Appel. En China claro está. Appel innova con la sana intención de luego acumular, pero, claro, si sus obreros viven como viven ¿quien le va a comprar los cachivaches? O les mejora el sueldo o pronto va a ver como se le echa encima la crisis. Eso ya lo vio Ford cuando contradiciendo a todos sus asesores financieros subió el sueldo a sus empleados para convertirlos así en consumidores. Obreros consumidores, eh ahí la solución que tan buen resultado dio cuando lo del New Deal. Evidentemente, entonces no había chinos. Porque ¿qué pasaría si les suben el sueldo a los chinos? Muy fácil suponerlo: que a los de Appel ya no les saldría a cuenta fabricar en China y todos esos obreros que ahora viven mal vivirían mucho peor. En fin, que todo esto de la economía es un continuo sinvivir que consiste en robarle un poco de tiempo al competidor a sabiendas de que más pronto que tarde te atrapará. Lo que dura, dura, como en el chiste del polvo.
Por hoy ya está bien. Mañana más, que me queda lo mejor.
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