viernes, 17 de octubre de 2014

Kilkcaldy III



Bien, de acuerdo que es la avidez de los negociantes la que nos permite tener casa, ropa y comida siempre asequible. Casa, ropa y comida, nadie necesita más para vivir. Sin embargo una sociedad que se limitase a cubrir sólo las necesidades elementales de sus miembros mucho me temo que volvería a la edad de piedra. Para evolucionar hay que sofisticarse, lo cual, si no estoy equivocado, es convertir en necesidades lo que sólo son deseos prescindibles. Tiene un precio, claro, pero también es lo que puede dar, si se hace bien, un sentido trascendente a la vida. 

Trascenderse o no trascenderse, esa es la cuestión. Dicen que las filosofías orientales tradicionales relativizan el ser y pasan de lo de trascenderse. A la vista de lo que hay hoy día por aquellos pagos deben quedar pocos adeptos de esas religiones. La realidad es que aquí y allá, por todos los rincones del mundo mundial, todo quisque se quiere hacer notar, es decir, trascenderse. No hay deseo que supere a ese. Y unos tratan de satisfacerlo de una manera y otros de otra, que esa es la gran diferencia entre las personas, pero por lo general siempre es consumiendo, o sea, dando pábulo a la avidez de los negociantes. 

Y esa es la máquina del progreso, que por extraño o estrafalario o peligroso que sea un deseo, si lo tienen un  número suficiente de personas, siempre encontrarán un empresario que se las ingeniará para poder satisfacérselo. Pero esto sólo es un primer paso. El siguiente es el no esperar el empresario a que las personas creen sus propios deseos. Hay que ingeniárselas para fabricárselos. Sólo hay que financiar una pélicula de Holywood para que millones de personas deseen ir a Hawaii a ver una puesta de sol sobre un mar por donde casualmente pasa una barquita a vela de las tradicionales. Y allí está el empresario con su resort en el que hay miradores en los que incluso están marcadas las horas a las que se pone el sol mientras pasa la barquita y, por demás, con las exposiciones que hay que dar a la cámara para que la foto salga perfecta. Total, que tu vas, sacas la foto perfecta y, luego, de vuelta, intentas transcenderte enseñando la foto a los amigos. Que lo consigas o no, ese es otro cantar. 

El caso es que los deseos prescindibles, sean de cosecha propia o sean inducidos, si insistes en satisfacerlos, crean muy pronto adición y ahí es donde, creo, tenemos la otra pata del capitalismo, en la avidez del adicto que juraría suele sobrepasar en importancia a la del empresario. Y no es sorprendente que así sea, el adicto se hace reconocer por adición. Se trasciende con ella. Si deja su adición no es nadie. Se desmorona. 

Pues bien, yo nunca he leído nada sobre el papel que juega la avidez del adicto en el desarrollo del capitalismo. Sin embargo apostaría cualquier cosa importante a que es la clave de bóveda de todo el sistema capitalista actual. Y también la clave de este discurso apocalíptico en boga que amenaza con achicharrarnos a todos como no paremos de consumir. Una contradicción horrible a la que nadie se atreve a ponerla el cascabel. 

La cosa no se crean que tiene mucha gracia porque el adicto no es por lo general persona que disfrute de la vida. Tiene un orgasmo cada vez más pequeño cada vez que se mete el chute y al instante ya se muere por otro. Se deja el pellejo si hace falta por conseguir los medios de procurárselo. En el mejor de los casos estrecha sus horizontes hasta límites patológicos. Usando una conocida parábola de la literatura de ciencia ficción diríamos que se convierten en épsilons que son personas sin sustancia alguna que sobreviven, incluso felices, gracias a su adicción al soma, una droga sin efectos secundarios de la que tienen toda la que necesiten con solo pedirla. La única diferencia con los épsilons de la realidad es que el soma del que disponen estos tiene unos efectos secundarios detestables, sobre todo en forma de frustración.
  
En fin, imagínense la catástrofe que se produciría si a la gente le diese por consumir de forma sensata. Si a la gente le quedase tiempo para pensar. Si en vez de acumular cosas acumulase conocimientos. No sé, pero esto de la economía es complicado de narices, así que lo mejor va a ser dedicarse a la puramente vital, la de las propias energías, porque, si no, me parece a mí que chungo. 

Perdón por el desahogo. Y ya me voy de Kilkcardy, se lo prometo.   

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