jueves, 9 de octubre de 2014

El paraíso hallado



"Propongo poner el perro en observación y sacrificar a la ministra", ha dicho un señor que por lo demás es académico de número de la Real de la Lengua. Sin duda algo está pasando aquí. O mucho me equivoco  o todo este amor perruno que a mi juicio señorea el mundo no es otra cosa que el precusor, una especie Bautista para que nos entendamos, de un nuevo amanecer con montañas nevadas y banderas al viento.  

Quizá sea lo que toca ahora por la propia naturaleza de las cosas. Pon a tres generaciones seguidas sin guerras y automáticamente tendrás el triunfo de las emociones, o la sentimentalidad si mejor quieren, sobre la razón. Pasear al perrito, coger olas, jugar al golf... el típico "yo quiero ser como tú" que decía aquel mono que solía haber encerrado en una hornacina a la puerta de los bares tan pronto sentía la presencia de un niño. Quiero ser como tú: esa homogeneidad pastosa que es la madre del amor infinito, de la paz infinita, de la diversión infinita, de todos esos sentimientos que de puro superprogresistas son capaces de poner al frente de la comunidad a un tipo como Zapatero para abrir boca... en el futuro ya se verá porque hay por ahí tipos apuntando formas, como se suele decir: el paraíso es posible, que lo sepan.  

En fin, no sé, porque uno es ya tan viejo que hay días que sólo ve a jóvenes espatarrados en los asientos para inválidos venga a mandar whatsApps mientras los inválidos se agarran a lo que sea para no sucumbir a los bandazos del autobús. Cosas así que me dan pistas para comprender quienes son los que realmente sobran para que los demás puedan llegar a la ansiada meta. Menos mal que, luego, uno coge, agarra, entra en MERCADONA carrito en mano y todos los malos pensamientos se van a freír espárragos: en este paraíso, pienso, también cabo yo.    

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