Traigo esto a cuento porque justo ayer vi un rato de debate en una televisión oficial francesa que llevaba por título una inquietante pregunta: ¿Es que el sistema democrático no está agotado ya? Evidentemente la sombra de Le Pen es alargada. Y también la del General Peten y su régimen fascista que llamaron de Vichy, como el agua con burbujas, ¡oye, que ni tan mal estuvo aquello! Millones y millones de franceses vieron con alivio la llegada de los alemanes. ¿Quien puede negar eso ahora? Es lo que tiene un país con tanta joie de vivre, que la gente se apalanca y, cuando hay que competir, acaba viendo sombras, o fantasmas, por todas las partes . Que si la mundialización, que si los anglosajones, que si los chinos... y, luego, ese 3% de franceses que ha levantado el vuelo para ir a instalarse en Silicon Valey y similares. La inteligencia que no entiende de patrias. Va allí donde la dejan desarrollarse. A final, tanta igualdad, tanta fraternidad y tanto cuento, inevitablemente trae el gobierno de los mediocres, la decadencia y el desprestigio de la democracia. Mejor salir del Euro, de Schengen, de Europa y, ¿por qué no?, del mundo. Con las sombras de la cueva somos la mar de felices. Con las sombras y, por supuesto, Le Pen.
Eso es en Francia, pero ¿y aquí? Cuando uno lee los periódicos o escucha las televisiones tiene la sensación de que están pidiendo que vuelva Franco aunque sea de cabo. La Patria que se desmembra, la corrupción que todo lo arrasa, la miseria que invade las calles. Como en aquella famosa canción de Javier Solis, sombras nada más. La realidad es bien otra, pero eso da igual porque los que escandalizan saben que la mayoría permanece atemorizada en la caverna y nunca se va a atrever a salir. Es la tentación totalitaria que no cesa. Siempre está al acecho con la escusa de velar por las esencias. Las esencias, es decir, el derecho a seguir viendo sombras. En fin.
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