Anyway, madrugo y me acerco al Silma para el primer desayuno. El café con leche en vaso me parece el mejor del mundo. El ambiente tiene algo de somnoliento. De vez en cuando el camarero dispara breve y conciso a algún habitual que engulle su tostada silencioso. "Han soltado a Bárcenas". No hay reacción aparente, pero todo el mundo ha levantado la mirada y ha esbozado una sonrisa. Otra cosa bien distinta hubiese sido una alusión a Ronaldo. Ahí, toda la tela del mundo por cortar.
Todavía se ven estrellas por poniente cuando salgo del Silma. Por el lado de Moratalaz apuntan las primeras luces. Es la hora mágica. Se nota en el aire la energía acumulada tras el descanso nocturno. Las bocas del metro no dan abasto. El tráfico es inmisericorde. La calle bulle de gente secretamente esperanzada. Hoy puede ser un gran día.
La gran metrópolis, ¿cómo puede ser cutre? Agotadora en todo caso si la afrontas con mentalidad de visitante. Porque es evidente que ver dos cosas cada día, dos días seguidos, es como lo de los árboles que no dejan ver el bosque. Al menos ese es mi problema. Por así decirlo, hasta que no me he aburrido, y mucho, en un sitio concreto, no tengo ni idea de lo que ese sitio es... para mí. Lo siento, pero es mi intuitiva creencia en el poder demiúrgico del aburrimiento. Por eso me esfuerzo tan poco en combatirlo. Diría más, incluso coqueteo con él como si fuese el diablo que tienta a Fausto.
En fin, Madrid, en provincias se piensa mucho en ti... y no siempre bien. Quizá porque no les dio tiempo a aburrirse cuando lo visitaron.
Tu amigo debería venirse a vivir a Tokio un rato. Madrid le parecería el paraíso.
ResponderEliminarBien sure.
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