El caso es que, por las diversas circunstancias de la vida me estoy viendo compelido estos días a ver las cadenas españolas de televisión . Y así, a vista de pájaro, me ha parecido percibir que hay en todas ellas un denominador común: el afán por exhibir superioridad moral. Por definición, se diría, el que tiene el privilegio de expresarse en esos medios, aunque acabe de salir de la cárcel, hará gala de sus virtudes no sólo teologales sino también cardinales y las de cualquier otro tipo que a ustedes se les puedan ocurrir. De puro buenos, inteligentes y guapos que se ven a si mismos, uno piensa que, sin duda, alguna sustancia mágica han debido de fumar antes de salir a los platós. O, a lo mejor, es simplemente debido a la intensidad lumínica que dicen hay en esos sitios. Un misterio en cualquier caso.
Tampoco es que uno no comprenda ciertos sencillos trucos de manipulación de conciencias atormentadas por el fracaso. A uno que le dicen Gran Wyoming, o cosa por el estilo, que no para de fustigar a los que les va bien en la vida precisamente porque son impuros y sobre todo culpables de mi mala situación en la vida. Si no fuese por esos, bien sure, el mundo sería mucho mejor y yo no sería un mierda... cagüen, viva el nihilismo que a todos nos iguala en el caos. No, no son esos tipos listos o, según como se mire, simplemente sinvergüenzas. Es la gente normal que accede por lo que sea las cámaras y no puede reprimirse de echar su sermoncito. Una concursante del "rosco", un suponer, que antes de empezar aprovecha la oportunidad que le da el simpático presentador para que abra su alma al respetable. ¡Y qué alma, Dios Mío! Diamante en bruto. Y, entonces, automáticamente, empiezas a sospechar que la sonriente concursante no va a dar una en el clavo porque una persona que ha tenido que gastar tanto tiempo para llegar a ser tan buena no le ha podido quedar casi nada para aprender algo de utilidad. Y, efectivamente, no da una en el clavo no por nada sino porque las matemáticas no engañan y physics work.
Pero, ayer por la noche, ya, la repera. Un pájaro con el que al parecer compartí colegio, salesiano por más señas. Claro, yo fui a aquel colegio de mayor a purgar mis pecados mientras que él llevaba allí desde niño aprendiendo a no pecar. Y así ha salido que, un poco más, y Dios le tiene que ceder el puesto. De Revilluca hablo, el de Cantabria. Mientras el viva, vino a decir, nadie deberá sentirse responsable de sus propias equivocaciones porque para eso está él que tiene el don de transferir responsabilidades hacia las altas instancias que como todo el mundo sabe, y por la propia naturaleza de las cosas, no pueden ser nunca trigo limpio. El que él formase parte en su día de esas altas instancias e hiciese de las suyas como el que más, eso, pelillos a la mar, que para eso está el oportuno entrevistador de memoria selectiva que nunca permitirá que un recuerdo intempestivo le estropee un buen espectáculo... el de un ser anodino, mitad Paco Martínez Soria, mitad Pepe el del Banco, ejerciendo de entre bufón y espada vengadora. En fin, viéralo Charlie Rose y arrancárase los ojos.
Por lo demás, ya digo, volviendo al mundo real, lo que cuenta es que los jóvenes, cada vez más, ceden su asiento a los viejos. Ahí no hay prevención alguna a destiempo que pretenda ocultar malicias. Son simplemente obras que se ajustan a razón. Amores en definitiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario