jueves, 15 de enero de 2015

Nada en demasía



En realidad, ahora que caigo, todas las formas de la literatura no son otra cosa que pura teoría de los sentimientos. Dicho de otra manera es un vano intentar conocerse mejor a uno mismo, tanto el que la produce como el que la consume, para ver si así se suplen las carencias que impiden el pleno disfrute de la vida. Es el "Conócete a ti mismo" en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos. Claro que también  estaba allí el "nada en demasía" que a efectos prácticos parece mucho más rentable y sin embargo nadie parece dar un chavo por él. 

Una vez, cansado de tanto rodeo, pensé que sería mejor ir directamente al meollo y me puse a leer el libro de un autor mejicano al que le había escuchado una conferencia en el Centro Anthropos de Via Augusta. El libro se titulaba algo así como "teoría de los sentimientos" y no sé si era cosa notable o no, pero lo que sí recuerdo es que me tuvo más de un mes obsesionado con la matización o delimitación de los conceptos que se usan para denominar lo que se siente en cada momento. Los estados de ánimo si quieren. La verdad es que acababa de leer por entonces a María Zambrano y parecía como que tenía cogida carrerilla con esos temas. No olvido un viaje en autobús por aquellos días de Barcelona a Madrid en el que quiso el destino que el viajero a mi lado fuese argentino y, por ende, muy dado a la especulación psicológica. Así que el tipo no paró hasta que supo de qué iba mi libro y, una vez enterado, tuvimos ya tema hasta la llegada y mil horas más que hubiese durado el viaje. Porque es que hay que ver lo dan de si estos asuntos que no por importantes dejan de tener sus bordes extremadamente borrosos. 

Una idea de lo borrosos que son los sentimientos la da la manera diferente que cada idioma tiene para expresarlos. Pongamos que usted quiere excusarse con alguien por alguna molestia que le ha causado de forma involuntaria, o, quizá, solidarizarse con él por alguna desgracia que le acabe de sobrevenir. Un español le dirá lo siento, un inglés, I´m sorry, un francés, je suis désolé. Lo siento. ¿Qué es lo que sientes? Convendría matizarlo porque no creo que sentir para un español sea sinónimo de pena. De hecho, con más frecuencia de lo que se suele admitir, diría yo, lo que se siente por el mal ajeno es regocijo. Y no digo ya si el dañado es el jefe o cualquier otro por el que albergamos sentimientos negativos como la envidia, desprecio, animadversión, etc.. Por su parte, el I´m sorry, estoy apenado, es el típico producto de la precisión anglosajona. Lo estaré o no lo estaré, por las mismás razones que un español, pero mi lenguaje no dejará resquicios para el pleito. Lo del francés, por su parte, visto desde nuestra perspectiva es de coña. Desolado, algo así como tirado por los suelos de pura pena porque se ha chocado involuntariamente contigo al cruzar una puerta. A esa gente les va como de molde lo que le dijo en cierta ocasión el Dr. Johnson a su joven amigo James Boswell: acostumbrate querido James a no usar grandes palabras para cosas pequeñas. 

Como no les quiero cansar con ejemplos sólo añadiré uno que siempre me pareció enjundioso. La diferente manera de expresar el sentimiento amoroso de un español y un catalán. El uno dirá te quiero, el otro, t´estimo. Te quiero es tanto como decir te deseo, j´ai envie de toi, traducido al francés, que, no sé por qué, asimilan allí el deseo con la envidia. Por su lado, t´estimo, tiene su parte de aprecio, pero también de evaluación de ese aprecio. O sea, que es como si un catalán no amase porqué sí a secas sino por el precio que asigna a lo amado. Sin duda tiene algo de racional que le va muy bien a un asunto en el que, por lo general, se cometen tantas tonterías. 

En resumidas cuentas, que armar una guerra por las palabras ya es tener ganas de armarla. Muy otra cosa es armarla por los números. Ahí sí que es fácil ponerse de acuerdo. Porque los números son hechos y a lo hecho, pecho, que dice la sabiduría popular. Por eso conviene no engañarse, detrás de esa indignación asesina que muestran ciertas personas al escuchar ciertas palabras o ver ciertas viñetas no hay otra cosa que su incapacidad para cuadrar números. No les salen las cuentas y no pueden aceptar que es por su sola culpa. Porque por su sola culpa se atiborran de hijos que, luego, no hay forma de alimentar. Y entonces te dicen que les faltas al respeto porque se lo recuerdas. Faltar al respeto, ¿qué significa eso? ¿Qué te están poniendo frente al espejo de la realidad? Y no te gusta como te ves porque, claro, quién se va a ver guapo teniendo siete hijos por ahí comiéndose los mocos. ¡Faltar al respeto, lo que nos faltaba! Tío, no te bajes los pantalones al entrar en casa y déjate de rollos. 

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