Tergiversando un poco una canción que por aquel entonces se solía cantar en las noches de borrachera, ahora podríamos berrear que "cuando las ganas de joder aprietan ni a los buzones de correos se respeta". Viene esto a cuento de la noticia que hoy aparece en todos los periódicos:
Como no podría ser de otra manera tan sorprendente innovación es de matriz inglesa. Manchesteriana en concreto. Bien es verdad que las autoridades inglesas con ese distanciamiento apolíneo que las caracteriza se han apresurado a sancionar al inventor obligándole a indemnizar a la víctima con 50 libras e inscribiéndole en un Registro de Delicuentes Sexuales. ¡Nonsense! ¿A quién ha hecho daño Paul Bennet con su innovadora actitud? Y 50 libras me parecen excesivas para reparar los estragos que, caso de haber tenido la aventura final feliz, se hubieran podido producir.
En resumidas cuentas, que los perros -ya me parecía a mí que tanto cariño tenía que ser por algo más serio que la simple compañía- en adelante van a poder estar más tranquilos. Y las cabras y ovejas también. Por contra, habrá que instalar buzones de correos en todas las esquinas de los pueblos de la costa para que las hordas low-cost puedan dar debido acomodo a sus pulsiones primordiales. Así es la vida, un continuo vaciarse y rellenarse los nichos de empleo. Siempre tratando, eso sí, que la sustitución conlleve un cierto compromiso con la sostenibilidad. Son los tiempos.
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