miércoles, 3 de julio de 2013

Cosa de la genética



Digamos que la historia del mundo es joven. De tres o cuatro mil años para atrás apenas sabemos cuatro cosas que más bien son conjeturas emanadas de inciertos restos sacados de las entrañas de la tierra. Es sólo a partir de Heródoto y Tucídides que encontramos un punto de apoyo firme para empezar a tomar en serio el conocimiento del donde venimos. O sea, que pongamos que hace dos mil quinientos años o así la gente supuestamente más espabilada del planeta era como nos describen esos señores. Una gente entre la que hubo algunos que demostraron ser capaces de pensar tan atinadamente como lo pueden hacer hoy las mejores cabezas, pero que en su conjunto eran unos bárbaros incapaces de solucionar sus conflictos de otra manera que no fuese quitando de en medio al adversario. 

Pues bien, desde aquel entonces hasta hoy la historia del mundo nos ha sido contada de multitud de formas gracias a las cuales cada uno puede sacar sus propias conclusiones acerca de cual ha sido la evolución de la humanidad. Y, como no podría ser de otra forma, hay interpretaciones para dar y tomar, desde quien piensa que en lo esencial nada se ha avanzado hasta quienes dicen que hemos aprendido a ser mucho mejores. Y lo bueno del caso es que, seguramente todos están en lo cierto, claro que sólo a medias, lo cual, como ya habrán comprendido, es un oximorón, es decir, un imposible, porque en lo cierto se está o no se está, de lo cual se puede extraer que si se está a medias es que, en realidad, no se sabe nada de nada. 

Andaba pensando en estas cosas porque quería establecer paralelismos entre la evolución de la humanidad y la del propio individuo. Porque es que cuando uno ya se ha hecho viejo suele propender a pensar que la experiencia de la vida le ha hecho en cierta medida sabio y, si no ando equivocado, creo que nada hay más conveniente que poner ese pensamiento en solfa so pena de correr el peligro de andar por ahí haciendo el ridículo. Lo que probablemente es verdad es que cuando más viejo, más conservador y no, precisamente, porque ya te quede mucho por conservar sino porque no te ves con fuerzas para luchar por algo nuevo. Entonces, para no desmoronarte, vas y dices, otra de lo mismo, no merece la pena y achacas la decisión a lo que la vida te ha enseñado. Una patraña, porque la vida per se ni enseña nada ni cambia el carácter de las personas y si vas y dejas de cometer los mismos errores de siempre es porque ni para eso te quedan fuerzas. 

En fin, vayan ustedes a saber si la humanidad ha mejorado o no en el transcurso de los milenios. Ni si se hace uno más sabio cuando los años se acumulan. Lo que sí me parece evidente es que en términos generales se vive mejor en Dinamarca que en Egipto. Y en términos individuales me parece infinitamente más sabio Mandela que, un suponer, Fidel Castro. Y para todos corre exactamente igual el tiempo. Tiene que ser cosa de la genética. 

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