Habrá quién piense que esto es pura misoginia. O sea, sensu stricto, aversión u odio a la mujer. Francamente, yo no lo creo. Para mí no pasa de ser la pregunta clave que todo ser racional se debiera hacer respecto de todo aquello que porque nos atrae tanto nos deja sin cabeza para saber valorar lo que nos está costando su consecución.
El martes, 2 de julio, les comentaba sobre "la generación ameba", esa categoría de jóvenes, al parecer cada vez más numerosa, que se niegan a tener sexo. Supongo que los motivos serán variados, pero para mí que algo tendrá que ver en ello una cierta madurez prematura. Las experiencias tempranas y la información disponible hacen posible tener una mayor conciencia del precio a pagar por lo efímero del placer y la engañosa autoestima que proporciona.
El sexo, por su atracción fatal, no pasa de ser la metáfora perfecta de todo lo demás tras lo que corremos desesperados con la ilusión de encontrar en ello la liberación de todos los pesares que produce la inacción. El consumo en general, para ser preciso. La eterna diversión. Desidia a la orilla del mar y todo eso. Los placeres sin esfuerzo previo, en definitiva.
Claro que, me dirán, el esfuerzo que hay que hacer para llevarse a alguien al catre no es cuestión baladí. No sé, dicen que ahora es algo que está chupao. En cualquier caso, como demuestra el protagonista de "my secret life", culminar con éxito un affaire es más cuestión de obsesión que de esfuerzo. Obsesión, o sea, perder la cabeza. Perder la cabeza por las mujeres, que se decía.
¿Merece la pena? ¿Worth it? Desde luego que a mi edad no. Y de joven, pues dependerá, supongo, de lo bien fijada que tengas la cabeza sobre los hombros. Que no ha sido mi caso.
No es misoginia, claro: los papeles de él y ella son intercambiables...
ResponderEliminarAbsolutely¡Faltaría más¡ Aunque vete tú a decírselo a quien tu ya sabes.
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