Así es, como les digo, que hago mis recados y acudo a mis citas en bicicleta. El municipio, por otra parte, así lo aconseja, aunque, bien es verdad que no he visto a nuestro Boris Johnson local predicando con el ejemplo. De cualquier manera cada vez son más los que se apuntan al pedaleo y, de seguir así la tendencia, será, como siempre ha sido, la presión social la que haga que la ciudad sea acondicionada a tal fin y deje de ser el desastre tercermundista a efectos de tráfico que en la actualidad es.
La presión social, ese motor de cambio para bien y para mal. Todo depende de dónde venga y quien sea el encargado de canalizar las aspiraciones que engendran esa presión. Y les cuento esta matraca porque estos días estoy francamente esperanzado respecto a la evolución del mundo. Veo a diario lo que pasa en Turquía, Egipto, Brasil, y me parece que todo va en la buena dirección. Porque esas sublevaciones que allí se ven no son del pueblo llano, que es tanto como decir iletrado, sino de los señoritos, gente sin problemas para procurarse la manduca y, además, con estudios. Sublevaciones, en definitiva, difíciles para los demagogos. Porque esa gente lo que quiere es, fundamentalmente, dejar de comulgar con ruedas de molino en las misas obligatorias de todos los días. Quieren ser libres. Individuos con derechos y obligaciones. Ciudadanos del mundo. El único camino hacia esa cierta plenitud que es la eterna aspiración de los valientes.
En fin, esperemos que cada ciudad llegue a ser una Copenhague, en lo que a la bicicleta se refiere por lo menos, y cada país un EEUU en lo que a la libertad individual hace... y que nadie me venga con lo de los espionajes de la CIA porque le consideraré idiota de nacimiento.

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