lunes, 1 de julio de 2013

Copenhagues



En los últimos tiempos me he decidido a ir por la ciudad en bicicleta. Ni que decir tiene que Santander es una ciudad pésimamente preparada para ello tanto por la escasez de carriles bici como por la cantidad de cuestas que tiene. Y, además, por si no bastase con lo señalado, hay que añadir el poco respeto de la ciudadanía en general hacia los carriles y el disgusto que a muchos les produce ver ciclistas. Desde luego que es difícil comprender el porqué de que, teniendo una acera al lado, la mayoría prefiera pasear, ya sea solos o acompañados del perro, por el carril bici anexo. Debe de ser por algo digno de estudio sociopatológico o, quizá, neurobiológico. En fin, que si te obstruyen el paso y tocas el timbre, no son pocos los que te ponen mala cara. Debo señalarles que fuera de los carriles bici en la vida toco el timbre, me limito a esperar que se abra un hueco por el que poder pasar lo más lenta y discretamente posible. Y, aún así, no son pocas las veces que me tiran reproches, en fin, que es como si les jodiera un no sé qué por dentro y lo descargaran con lo primero que les sugiere sus carencias, porque no se engañen, lo de ir en bicicleta, entre otras cosas, es el cumplimiento de un sueño infantil que a nadie epargne como dicen los franceses.

Así es, como les digo, que hago mis recados y acudo a mis citas en bicicleta. El municipio, por otra parte, así lo aconseja, aunque, bien es verdad que no he visto a nuestro Boris Johnson  local predicando con el ejemplo. De cualquier manera cada vez son más los que se apuntan al pedaleo y, de seguir así la tendencia, será, como siempre ha sido, la presión social la que haga que la ciudad sea acondicionada a tal fin y deje de ser el desastre tercermundista a efectos de tráfico que en la actualidad es. 

La presión social, ese motor de cambio para bien y para mal. Todo depende de dónde venga y quien sea el encargado de canalizar las aspiraciones que engendran esa presión. Y les cuento esta matraca porque estos días estoy francamente esperanzado respecto a la evolución del mundo. Veo a diario lo que pasa en Turquía, Egipto, Brasil, y me parece que todo va en la buena dirección. Porque esas sublevaciones que allí se ven no son del pueblo llano, que es tanto como decir iletrado, sino de los señoritos, gente sin problemas para procurarse la manduca y, además, con estudios. Sublevaciones, en definitiva, difíciles para los demagogos. Porque esa gente lo que quiere es, fundamentalmente, dejar de comulgar con ruedas de molino en las misas obligatorias de todos los días. Quieren ser libres. Individuos con derechos y obligaciones. Ciudadanos del mundo. El único camino hacia esa cierta plenitud que es la eterna aspiración de los valientes. 

En fin, esperemos que cada ciudad llegue a ser una Copenhague, en lo que a la bicicleta se refiere por lo menos, y cada país un EEUU en lo que a la libertad individual hace... y que nadie me venga con lo de los espionajes de la CIA porque le consideraré idiota de nacimiento. 


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