En cualquier caso, por si no estaba bastante claro, después de ver todo esto ya no queda espacio a la duda: cuando los dioses se meten por medio de las pequeñas cosas de los hombres inevitablemente se jode la marrana. Lo hablaba yo esto en distendida sobremesa con un belga flamenco que me encontré en una de esas posadas que jalonan El Camino a su paso por Castilla. Le recordaba yo, ante sus lamentos, que la unión de los suyos con los valones había sido propiciada por hacer primar a la religión sobre la lengua para formar las naciones, en este caso Bélgica. De haber primado la lengua, los flamencos se hubiesen unido a los holandeses. Ya, pero es mucho más importante la lengua que la religión, me argumentaba él. Y yo: sí, ahora, pero no cuando se diseñaron las fronteras de la Europa actual. Ahora, descreídos todos, son tantos los lazos que les unen que no les queda otra opción que cultivar el odio para tratar de romperlos. Un ejemplo paradigmático, en resumidas cuentas, de que romper lo que Dios une trae consigo una putrefacta cola. Y cada vez más gente lo sabe y por eso es que se casan, cuando se casan, por lo civil.
Así es que se metió Dios por medio y, ahora, los que le quieren poner a un lado "rugen de placer toda la noche" porque los militares han depuesto al Presidente, delegado de Dios por cierto, que fue elegido democráticamente hace apenas un año. Cosas veredes. Los mismos que rugían hace cuatro días para que los militares se fuesen. En fin, hasta qué punto Dios con su infalibilidad lo emponzoña todo.
¿En qué quedará todo? Lo comprendí el otro día viendo y escuchando a una muchacha cairota que explicaba pormenorizadamente ante las cámaras de la BBC como la habían violado once tipos en medio de la Plaza Tarir ante la indiferencia de los manifestantes. Quedará en muchos años de sufrimiento por delante para salir del pozo en el que les ha metido Dios, porque es que, ¿saben?, nadie excava tan profundo como Dios.
* "Lo haremos toda la noche", de La Trinca.
Cuando oigo hablar de Egipto me acuerdo de aquel micro-biólogo con el que compartí algunos meses, ya hace veinte años, en una residencia universitaria. El muchacho, más joven que yo, ya tenía tres o cuatro hijos. Un día me dijo que había oído que en algunos países existían máquinas expendedoras de condones en los retretes de caballeros, pero que él lo consideraba una leyenda urbana, que pensaba que eso no podría suceder en ningún lugar del mundo. Cuando yo le conté que en España no era infrecuente verlos, me miró como si le estuviera mintiendo de forma descarada. No sé si las cosas habrán cambiado mucho en estos últimos años. En cualquier caso me parece que la gran tragedia de Egipto es tener al lado a uno de los países más desarrollados y cultos de la tierra: Israel. Debe de ser fastidiado el ver que, en cincuenta años, el secarral del vecino se convierte en un vergel gracias a su laboriosidad e ingenio, mientras que el tuyo, con más recursos, sigue siendo el mismo secarral que era. Eso debe encabronar bastante.
ResponderEliminarPues si un microbiólogo tiene esa idea del mundo imagínate la que tendrá un gañán del delta. De todas formas estos días están entrevistando en la BBC, CNN y tal a gente que parecen por así decirlo normales. Sobre todo mujeres. Porque es que parece imposible que con la información que hay hoy día se puedan mantener esos tinglados teocráticos. Quizá lo que necesiten esos países sean unas guerras de los treinta años en condiciones para poner las ideas en su sitio. Para salir de la Edad Media.
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