Magistralmente interpretado por Fernando Rey, Don Lope es trasunto del hidalgo que se alimentaba de los mendrugos que conseguía el lazarillo de Tormes mendigando por las calles de Toledo. Es decir, trasunto de todos esos millones de españoles que de tanto aparentar lo que no son y les gustaría ser acaban por creerse que son lo que aparentan. Típicas polillas de sus casas, viven empeñados en ser remedio y honra de las ajenas. Así es que no paran de dar lecciones a diestro y siniestro saliendo siempre de valedores de todas las causas perdidas... hasta que un golpe de fortuna, generalmente en forma de desgracia ajena, les hace reconsiderar todo su ideario que no duda en cambiar por justamente el contrario. Ya lo dijo el filósofo, donde no hay cabeza, opinión es sinónimo de situación.
En resumidas cuentas: ¿cuánto hay de Don Lope en mi? Esa es la cuestión que duele plantearse. Porque hay tanta mugre que sacudirse de encima. Toda esa ideología progre de Sagrado Corazón que encubre resentimiento por no poder ser lo que a uno le gustaría ser. Tan español que es uno.
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