No me cansaré de repetirlo: pocas cosas habrá más fraudulentas en este mundo que la fotografía. Y, ahora, con eso que llaman infografía, ni te digo. El encuadre, la luz, oculta o magnifica lo que se quiere ocultar o magnificar para que los incautos se traguen el anzuelo. Al final resultó ser que nada más llegar al lugar paradisiaco pudiste constatar que era más o menos como lo que hay justo donde vives, pero mas sucio y con más mosquitos acaso.
Menos mal que, como sostiene La Bruyere, en donde hay personas siempre hay alguien que piensa correctamente. Incluso en la petit province. El caso es que el ayuntamiento de la ciudad en la que ahora vivo ha hecho pública una infografía con ínfulas futuristas para vender un proyecto de esos que, según argumentan, basa su justificación en la necesidad de dignificar la zona. Yo, como le pasaba a Nosequién, todo es escuchar la palabra dignidad o cualquiera de sus derivados semánticos, e inmediatamente me tiento la cartera a ver si todavía está en sus sitio.
Nada más enterarme de semejante disbarat lo comenté con los amigos y en términos generales estuvimos todos de acuerdo. Un ascensor que sube seis u ocho metros a una senda por la que la gente va de paseo, ociosa, las más de las veces con la aviesa intención de que el perro cague en un lugar en el que no hay que recoger la caca. Pero es que, además, a menos de cincuenta metros de donde supuestamente va a desembocar el ascensor, la senda desciende hasta el nivel del mar y luego vuelve a subir. ¿Cuál es entonces el sentido del ascensor si es que ya tenía alguno?
Por otra parte, resulta cuanto menos irónico que una ciudad que al tener en sus tres cuartas partes estructura de favela obliga a la gente, una de dos, a usar el coche para todo o echar el bofe antes de poder llegar a casa, se vaya a hacer el gasto primando las veleidades del ociosidad sobre las necesidades cotidianas de los ciudadanos. Bien es verdad que desde hace poco se ha empezado a subsanar la flagrante deficiencia que tenía la ciudad de sistemas elevadores. Pero es que cincuenta más que pusiesen no resolvería del todo el tremendo problema de los desniveles.
Pero, hete aquí que abro el periódico y me topo con una noticia que confirma plenamente las teorías de La Bruyere. Efectivamente, hasta en la pequeña provincia, pese a quien pese, hay gente que piensa correctamente. En este caso se trata de los miembros de una asociación llamada DEBA (La Plataforma en Defensa de la Bahía). Sostienen los de DEBA que el pretendido ascensor es "una instalación inadecuada, injustificada y excesiva, además de la intrusión de un elemento artificial e incompatible con las cualidades del entorno, que genera un impacto negativo en una singular y emblemática zona de acantilado costero muy relevante por su naturalidad paisajística". Y continúan: "pagar la instalación y mantenerla sería, en nuestra opinión, un ejemplo más de derroche de fondos públicos en algo innecesario y contraproducente". Y así unas cuantas cosas más con los cualquiera como yo que conoce el percal porque lo uso a diario no puede estar sino de total acuerdo. Lo único sensato, dicen y yo suscribo, sería limpiar y acondicionar las escaleras de acceso a la senda que en su estado actual son un verdadero alarde de dejadez y de acumulación de inmundicias. Y rematan: "ello dignificaría y normalizaría esa valiosa zona paisajística, sacándola del cutrerío botellónico y del abandono marginal e impropio en la que se encuentra ahora".
Vamos a ver en que queda la cosa.