Como ven, pese a quien pese, la vida sigue por aquellos lares. Pero es que, además, el famoso "proceso" que tan entretenidos nos ha tenido los últimos años a los españoles en general y a los catalanes en particular, tocó el otro día techo de forma irremisible. Fue con motivo de una entrevista que le hicieron al inefable Durán Lérida en una televisión privada local con grandes cuotas de audiencia. La independencia, dijo, sólo hay dos formas de conseguirla: una, la negociación con España, dos, la guerra. Todo fue decirlo y empezar a sentirse un extraño hedor en el ambiente. No era para menos, media Cataluña se había ido por la pata abajo.
La guerra, sí, una posibilidad de momento poco probable, pero por mentarla se empieza. A partir de ahora no podrá dejar de estar la mosca detrás de la oreja cada vez que alguien vea ondear una estelada. Es el poder omnímodo del miedo. Ir a Mercadona y encontrarse las estanterías vacías. Y, entonces, en vez de encargar un modelito a la mascota, ya saben, como todo lo que corre y vuela. NO, NO, NO. Niño, deja de joder con la estelada.
Pero es que, además, no paró en mientes Durán Lérida a la hora de etiquetar de aldeanos a sus antiguos correligionarios. ¿Qué sabrán esos si nunca han salido de casa? Yo, que viajo y hablo con gente importante, sé de qué va el rollo. Y va a ser que no porque a nadie le conviene. Tendríamos que sacrificar una generación... en el mejor de los casos.
Ya digo, se tocó techo, o fondo. A partir de ahora, el hastío subirá como la espuma y en cuatro días ¿inde...qué? Eso eran media docena de piraos.
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