martes, 4 de noviembre de 2014

Cuentos chinos



Esto, más que correr, vuela. Oía decir el otro día a unos entendidísimos en la materia que el futuro pasa por lo que llaman economía de proximidad. La cosa consiste en que consumamos cosas producidas lo más cerca posible de nuestras casas. Las hortalizas, por ejemplo, por qué hay que traerlas desde Almería si se pueden cultivar en invernaderos aquí al lado que hay todo el terreno y agua que se quiera. Y si se necesita algo de calor, con el gasoil que se gasta en traerlas desde Almería... bueno, ya se suponen lo fácil que podría resultar todo. Luego, la ropa, por qué traerla de Bangladesh si aquí al lado hay montones de naves vacías y miles de personas cobrando el paro. La cosa perece que tiene mucha lógica. Sin embargo, siempre, antes de tomar cualquier decisión se debe contar con los imprevistos.

Vas, coges, agarras, acondicionas unas naves en Maliaño y contratas con Mango o Inditex la confección de unas prendas por menos dinero de lo que cuesta producirlas en el lejano Oriente. Bien, hasta aquí todo marcha, pero, de pronto, vamos y nos enteramos que en algunos lugares ya han empezado a confeccionar ropa con las impresoras 3D. ¡Horror! Toda la movida al carajo. 

En dónde reside, pues, la tragedia. Muy sencillo: en los trabajos de bajo valor añadido. Cada vez habrá menos porque son los que más fácilmente se sustituyen con la tecnología. Y a ver qué patrón va a preferir negociar con obreros si lo puede hacer con una máquina. Porque, que se sepa, todavía no han surgido sindicatos de máquinas. 

O sea que conviene identificar bien al enemigo antes de ponerse a pegar palos. Esta crisis actual no viene ni de los banqueros, ni de los políticos, ni de la corrupción, ni del envejecimiento de la población, ni de Cristo que lo fundó. Todos los problemas vienen del mismo sitio, se lo diré: Silicon Valey. Mientras en ese rincón del mundo, y otros por el estilo, haya unos cuantos tipos con cabezas privilegiadas venga y dale a los números, todo lo demás no puede sino andar de culo. 

Así que procuren que nadie les siga engañando. No hagan caso a todas esas ONGs que cada año nos alertan de la grieta cada vez mayor entre ricos y pobres porque la cuestión no es esa. El 3% de la población, dicen, detenta el 80% de la riqueza. Y a mí que me importa si tengo las necesidades básicas cubiertas. Es que puede comer y fornicar más un rico que uno como yo. No, todas esas estadísticas son una pura mandanga. La realidad es otra mucho más exagerada en términos proporcionales: es menos de un 1% el que está en posesión del 99% del conocimiento que hace trepidar al mundo. Todo lo demás son cuentos de la China. Se haga lo que se haga hasta que no se atempere esta furia innovadora que recorre el mundo el ordenamiento social será una tarea imposible. Así que yo, personalmente, no veo otra solución que no pase por empezar a cargarse a todos los empollones.   

2 comentarios:

  1. Vale. Voy a esconder los libros por si acaso...

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  2. De momento no hace falta. Falta mucho para que la gente caiga en la cuenta de donde salen las cosas.

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