viernes, 7 de noviembre de 2014

Cantamañanas

 
 
Mientras desayunaba en Silma he estado leyendo el artículo que hoy trae en su tercera el ABC. Es de García Cortázar, el mismo que escribió ese prodigio que es la Breve Historia de España. Y trata de lo que ya va siendo el manido tema de Podemos. Frente a Podemos, Debemos, dice García. Debemos pencar más, en definitiva. Bien, ya les he comentado alguna vez que para mí el asunto Podemos lo dejó perfectamente sentenciado Loquillo cundo dijo: "yo, coletas ya las había visto antes". Cuando dijo coletas en realidad estaba queriendo decir cantamañanas.

El otro día le preguntaron a Ana Patricia Botín por si no le inquietaba el fenómeno Podemos. En este país, respondió, todos queremos trabajar para salir de la crisis. La respuesta de una reina. Si no sabrá ella lo que son los cantamañanas y lo fácil que es hacerles cambiar de vía. Dos palmadas en la espalda, una comida cinco estrellas para cerrar un préstamo en condiciones favorables y ya está. En esto nunca hubo ni habrá diferencias entre Podemos, Debemos, Queremos y todas las marcas que ustedes quieran.

Cada vez más tiendo a pensar que todo esto de Podemos, como la de la independencia de Cataluña, no es más que rimbomborio mediático retroalimentado por el aburrimiento generalizado de una sociedad que hasta hace dos días como quien dice se pasaba la vida rebuscando entre las basuras para sobrevivir. Ahora, de pronto, millones de personas, ahítas y ociosas, se dan de frente con el vacío existencial. Y lo que pasa siempre cuando se está en los inicios de esa experiencia angustiante, que se quiere resolver con botellón. Y ya se sabe lo que son los despertares posbotellón, que sólo empatizas con lo que está, o te dicen que está, como tu cabeza, es decir, hecho unos zorros. Imagínate que tras despertar de un botellón viene alguien a hablarte de los viejos compañeros de colegio que trabajan en Silicon Valey: simplemente, te cagas en sus muertos. Por contra, si te cuentan desgracias, automáticamente se pone a funcionar el consuelo de los tontos y empiezas a sentirte mejor.

Pero vayamos a las coletas que ya habíamos visto antes. Cuando lo de la transición las había a montones por los extremos del sistema. Y cada una de ellas tenía su particular utopía para salvar el mundo. La sopa de siglas que inundaba los medios era la expresión de aquel disederatum marginal. Solo ruido que no daba la menor nuez. Al final las coletas cansadas ya de no recolectar más que titulares fueron bajando el pistón de sus utopías e integrándose en opciones más fructíferas. Ya lo dijo Nosequién, detrás de todo ardiente revolucionario hay un disciplinado funcionario. A primera vista parece una extrema transición pero en el fondo no es más que la misma pasión en ambos casos, la de querer vivir del cuento.

Por eso, ya digo, no me creo nada. Las opciones extremas para las situaciones extremas. Cuando vayamos de paseo por una calle apartada y nos atraquen, cuando en el hospital no nos atiendan, cuando las estanterías de los supermercados estén semivacías, entonces empezaré a preocuparme por el potencial devastador de las opciones utópicas. Hasta entonces no haré sino agradecer a los cantamañanas que contribuyan a aliviar las resacas mañaneras de los botelloneros... porque es que hay que ver lo pesados que se ponen si nadie les proporciona un vía de escape al resentimiento que les atenaza los entresijos del alma.  

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