jueves, 6 de noviembre de 2014

Las vivencias infantiles

 
 
Empaste, 19 €. Empaste más limpieza, 25 €. Limpieza más reconstrucción, 55 €. Veo el anuncio pegado en las paredes y farolas del barrio, junto a los de albañiles y chicas para todo. Dios mío, a dónde estamos llegando. Si no hace ni cuatro días era la profesión más lucrativa de todas. No hay más que ver la clínica a la que voy a mis anuales limpiezas que tiene todas las paredes  cubiertas de cuadros que, si bien a mi juicio son una mierda, no dejan por eso de ser de los mismos autores que llenan las salas del Reina Sofía y muchos otros museos punteros del mundo mundial. Una muestra más donde las haya, en resumidas cuentas de la gran dégringolade del viejo orden social. Nada de lo que lamentarse en cualquier caso porque si bien se considera, y más en este caso concreto de los dentistas, las cosas no están haciendo otra cosa que colocarse en el lugar en el que siempre debieran haber estado.

Aunque, no pequemos de ingenuos. Las cosas que se van ubicando en donde por su propia naturaleza les corresponde sólo son las de pequeño calado, navegación de cabotaje por así decirlo. Los grandes paquebotes siguen su ruta imperturbables y por ningún lado apuntan signos de que algo en lontananza se la vaya hacer cambiar. Es una cuestión de inercia que ya saben lo intrínsecamente relacionada que está con la masa. Y si la masa es de naturaleza dineraria ya ni te digo.

El caso es que venía de desayunar en Silma e iba pensando en estas cosas porque mientras engullía el croissant a la plancha con mermelada de melocotón que me estaba sabiendo a gloria iba redondeando mi regodeo con la lectura del artículo de Salvador Sostres en El Mundo. Porque no es lo mismo hacerse hombre, nos señala, yendo de la mano de tu padre a ver un partido de futbol que yendo de la mano de tu abuela por una calle de Ginebra y ver como te señala el lugar al que te tienes que dirigir si se ponen las cosas feas. O sea, que nunca hagas caso a los que se hicieron hombres yendo de la mano de su padre al futbol cuando se ponen a contarte cosas de los Bancos Suizos. Escucha al que iba de la mano de su abuela por las calles de Ginebra si quieres saber algo al respecto.

Ésta es la gran cuestión: lo que va cambiando con los tiempos y lo que es inmutable. O, para ser más precisos, la distinta velocidad a la que van cambiando unas cosas y otras... en una proporción indirectamente proporcional, supongo, a la de su peso específico. Physic work, que diría Walter Lewin. Y qué mayor peso específico que las vivencias infantiles. Con quién vas de la mano y por dónde. Luego, claro, sabiendo de esas vivencias conoceremos si hablas con conocimiento de causa o por boca del resentimiento cuando opinas de según qué cosas.

Las vivencias infantiles. Se podría decir que ahí se para el carro de la propia historia. O casi. Por eso seguramente es que sea tan doloroso reconocerlas. Y también que tratemos de desfigurar su recuerdo aún a costa de pagar peaje de idiotez.  

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