Me han venido a las mientes estas tristes reflexiones porque he leído en algún periódico que el mandamás del PSOE va a acudir a un programa de televisión de la mano del marido de la enfermera infectada por el ébola. Bien, ya saben todas las estupideces que ha ido pregonando por ahí ese marido. Por su parte ese mandamás las ha dicho gordas en su corto periodo de notariedad. ¿Qué pasa, que ahora va a utilizar lo del ébola para desgastar al partido en el poder? O sea, justo la misma necedad que cometió Aznar con lo del GAL. A Aznar con tal de desgastar a González no le importó poner en la picota a la Seguridad del Estado. A éste tal Sánchez parece no alcanzársele lo que significa cuestionar al Sistema Sanitario de la mano de un enfermero que, no se vuelvan a engañar, por la misma naturaleza de su oficio, un médico frustrado, tiene todas las papeletas compradas para que le toque el consuelo del resentimiento. Sólo hay que haberle oído hablar una vez para saber que no estoy diciendo bobadas.
Sí, son muchas las corrupciones de las que nadie habla y que convendría ponerse a enumerar porque es en ellas donde está el germen del que luego crece este envenenamiento colectivo que algunos quieren aprovechar para instaurar el orden definitivo, coletas mediante. Sí, sí, toda esa juventud que acude a la Plaza Cañadío y se pasa allí toda la noche importándole un carajo si pueden o no pueden dormir los vecinos de la zona. ¿Es que no es eso corrupción? Y más teniendo en cuenta que muchos de esos jóvenes son de los que tiraron por el retrete las ingentes cantidades de dinero que el Estado puso en sus bolsillos para que se pudiesen educar convenientemente. Claro, todos esos, ahora, a buen seguro que son coletistas. ¡Y viva la Pepa! Nadie osa ponerles coto, empezando por sus padres y terminando por las autoridades. ¿Por qué será?
Bueno, que les voy a contar, para empezar y no acabar.
En mi época de estudiante, digamos, nosotros votábamos y decidíamos cuándo empezaban las vacaciones, dijera lo que dijera el calendario escolar. Nunca un padre fue al rectorado a quejarse, ni un profesor decidió ponernos firmes, ni un periódico aireó esa vergüenza, ni un inspector del ministerio que fuera exigió a la universidad que pusiera fin al desmán. Supongo que estas son las corrupciones que nos deberían preocupar.
ResponderEliminarEstaría bien una página web invitando a la gente a hacer sus aportaciones a una lista de las corrupciones de las que nuca se habla y que, sin embargo, aportan peso al saco general.
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