El asunto ha surgido a propósito de unas escuelas de ocio para niñas que andan poniendo por ahí en las que se las prepara para ser princesas. Como si para eso no hubiese que nacer con el título ya puesto, como nuestra Leticia, que desde el principio apuntó formas, como ahora se dice para significar una temprana propensión a lo que luego cuajará en oficio o lo que sea. En fin. Supongo que el invento estará importado de Venezuela donde, por lo visto, tienen comprobado que no hay mejor camino de desclasamiento hacia arriba para una mujer que el de aprender a emperifollarse como Dios manda. Armas de mujer, en definitiva, que más que con el lugar de origen tienen que ver con la posición social o el nivel cultural, sin que nunca, sean cuales sean las condiciones, dejen de existir de una manera u otra, que se lo digo yo que ya soy viejo y he visto de todo.
Bueno, de casi todo, y en lo que a las mujeres hace ni te digo lo que me he fijado porque, para mi desgracia, soy de los que siempre dieron demasiada importancia al arte de seducir como palanca del narcisismo, léase autoestima. Una cosa tonta, sin duda, que debería ser propia de la famélica legión o similares, pero que, sin embargo, como atestiguan los textos, atañe incluso a las mentes más preclaras con los currículums más excelsos. Porque por mucho que a uno le alaben su listeza como las mujeres no le ronden, pues eso, que se tiende a la tristeza, melancolía o eso que llaman misoginia que no es sino una actitud como de rechazo de lo que no se puede alcanzar. Como lo de las uvas y la zorra.
En definitiva, que hay algunas características de los genes, como son todas esas relacionadas con la perpetuación de la especie, ya saben, los cromosomas X e Y y todo eso, que no hay epigenética que valga para modificarlas. Así es que ves tú esos programas que hacen en la CNBC, o en Blomberg TV, dedicados a las mujeres que han triunfado en el mundo de la empresa y que mandan un montón, pero de verdad y ¿cómo creen que se presentan? Pues con unos tacones de aquí te espero y con trajes y maquillajes que resaltan sus encantos. Porque las cosas son como son. Una mujer con tenu de femme fatale ya tiene ganada media partida cuando se confronta con un hombre. El que niegue eso es un sandio incapaz de reconocerse en lo más mínimo, o esencial, es decir, los sentimientos más a flor de piel... que son, como todo el mundo sabe, los que tienen que ver con la berrea.
Resumiendo, que mal futuro pronostico a esas mujeres que salen por los medios despotricando contra esas academias para formar princesitas. A nada que se descuiden la gente las acabará calando ese cierto fondo virago que como que les amarga la vida y les incita a querer cambiar lo que por la propia naturaleza de las cosas es inmutable.
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