Como dice Erasmo, hace mal el que no sale todos los días a dar una vuelta. No puedo estar más de acuerdo. Y no una sino varias. Pero, como dicen mis queridos amigos los catalanes que hoy votan, para escampar la boira. Es decir, para disipar la niebla que cae sobre las neuronas después de un buen rato de uso intenso. Te vas por ahí con las obsesiones puestas y, al rato, porque has visto algo o te has encontrado con alguien, pasas a nuevas ensoñaciones que te distraen por un rato hasta que los músculos empiezan a sentir cansancio y la cabeza empieza a recordar el inigualable confort de la propia madriguera. Bien, ésta es la opción Erasmus. Minoritaria, bien sure.
La mayoritaria es, supongo, salir por salir, haya o no haya boira que escampar ni Cristo que lo fundo. Se sale porque en la calle corre el aire, o sea, pasan cosas, entre otras yugulares que se pueden poner a tiro. Nada peyorativo en ello. Doy por descontado que la sal de la vida son las yugulares. Una pizca por aquí, otra pizca por allá... ¡hay que ver cómo pone eso! Y por tal la adicción que crea. Lo malo es que para poder morder tienes que dejar que te muerdan y al final, en el mejor de los casos, lo comido por lo servido. En el peor vas adquiriendo ese aspecto de personaje de "Baile de los Vampiros" de Polansky. De hecho, a poco que te fijes, ves que la calle está llena de ellos. Sobre todo a la que cae la noche.
En cualquier caso, la cuestión no la dirimiría yo entre casa y calle. Yo diría que lo realmente terrible es no hacer algo de sustancia estés donde estés. Hacer o no hacer algo de sustancia, esa es la cuestión. Porque si no tiene sustancia... entonces es cuando realmente es terrorífico. Puedes, incluso, acabar votando a Podemos. Por pura desesperación, claro.
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