sábado, 22 de noviembre de 2014

Pedaleando


María tenía cierto empeño en que repitiésemos la excursión a Palombera. Yo me resistía porque la última vez llegué a bout de souffle a la cima del puerto. Hay que tener en cuenta que desde Reinosa son exactamente 410 metros de ascensión en unos veinte kilómetros o así de recorrido. Hoy, dado que el viento daba de cola y que llevaba 27 velocidades en mi Ortler Meran no me ha importado intentar la hazaña de nuevo. Así ha sido que nada más pasar Soto, cuando empiezan los fuertes repechos que nunca parecen acabar, he metido la reductora y, chino chano, en menos de una hora me he plantado en la cima sin levantarme ni una sola vez del sillín. Eso sí, cuando he echado pie a tierra para tomarme un descanso mientras llegaba María he notado que me temblaban les patuques, como dicen en Asturias.  

El caso es que mientras pedaleaba no he podido parar de dar vueltas en la cabeza a la entrevista que anoche le hacía Jean-Pierre Elkabbach en Bibliothèque Médicis a Jean Tirole. Jean-Pierre y Jean, un mundo revolu y un mundo que viene. A Jean Tirole le acaban de conceder el Premio Novel de Economía y Jean-Pierre no paraba de recalcar la condición de francés de Jean Tirole. Como si hubiese sido la nación y no el individuo quién hubiese ganado el premio. Jean Tirole que es el director de una Escuela de Negocios con sede en Tolouse, por supuesto que absolutamente privada, y que hace todas sus enseñanzas en inglés. Por qué en inglés, preguntaba Jean-Pierre. Porque somos una empresa que pretende exportar, contestó Jean. 

Jean Tirole, por así decirlo, se las tiró bien a Jean Pierre que es una de esas vacas sagradas que tienen a miles todos los regímenes en estado de decadencia. Cuatro o cinco cosas bien tiradas. Defensa del trabajador y no del puesto de trabajo. O sea, cuando un puesto de trabajo es improductivo se suprime de inmediato y se manda al trabajador al seguro de desempleo a cambio de que acuda a cursos de formación. Como para tomar otra vez La Bastilla, vamos. Estado fuerte que controla los mercados y maîtrice la ciencia. Para lo del control de los mercados puso el ejemplo de la burbuja inmobiliaria española, un desastre propiciado al cien por cien por un Estado desastroso. Lo de dominar la ciencia, a propósito del fraking y los transgénicos, cosas ambas de la que la mayoría de los franceses no quieren ni oír hablar, pero de las que, según Tirole, será difícil prescindir y por tal es que se necesite un Estado fuerte que marque las distancias entre lo que es propaganda y superchería y lo que es peligro real. Ni de izquierdas ni de derechas ni liberal ni social-democrata, simplemente investigador. Investiga la realidad económica y extrae conclusiones que le sirven para elaborar las teorías que a la postre han traído como consecuencia el preciado Premio Nobel. Y ya terminando la entrevista unas preguntas de orden personal, las creencias trascendentes y cosas así, porque para la gente como Jean-Pierre que vive tan divinamente a costa de ser patriota es muy difícil de aceptar que un francés y más siendo tan notable no pueda ser etiquetado de algo. Pues mire usted, esas cosas que me pregunta son de orden personal y a nadie le deben interesar. Sobre las religiones sin embargo, sí que me he ocupado porque creo que tienen importancia decisiva en el desarrollo económico de los pueblos. 

¡Jo! Cuando a alguien le dan el Premio Nobel desde luego que es por algo. Y, también, cuando una sociedad declina nada mejor para comprender las causas que escuchar a sus vacas sagradas. La casta, como le dicen ahora. 

Total que tendido en el suelo a resguardo del fuerte viento del puerto he esperado a María que no ha tardado ni diez minutos en llegar. Y hemos emprendido el descenso. 1200 metros de una tacada. Estaba bonito a rabiar. Una hora y cuarto nos ha costado llegar hasta Renedo de Cabuerniga donde hemos comido como príncipes en un porche al que llegaban los últimos rayos de un sol a punto de ocultarse tras las cumbres. Después un paseo hasta Cabezón de la Sal donde hemos tomado el tren. Total, que al bajar del tren me he percatado de que se me había estropeado la luz de la bicicleta. Y al llegar a casa, ¡maldición!, he perdido las llaves. Seguro que se me han caído del bolsillo cuando estuve tumbado en la cumbre. Da igual, el caso es que María me ha traído las que tenía en su casa en previsión de lo que me ha pasado hoy. En fin. 

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